El espejo y el gato
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

El espejo y el gato

 


Era una calle solitaria. Apenas llegaba el claxon de los urbanos a nuestros oídos. Eran las seis cuando toqué el timbre. Ella abrió. Perla se encontraba descalza. Parecía nerviosa. Me saludó y me invitó a pasar. Caminamos directamente hacia su sala, un espacio pequeño con un gato a la vista. Mientras ella fue a calentar agua para el té, aproveché a preguntarle:

—¿Desde cuándo vives aquí?

—Toda mi vida he pertenecido a este lugar. Si me voy, suelo regresar. Y cuando vuelvo, no hay rincón que no deteste. Pero no he conocido otro sitio en el que me sienta plenamente sola. Sólo así puedo escribir. — Lo dijo tartamudeando, tropezando con sus palabras. Sí. Estaba nerviosa. 

Me dieron ganas de decirle que eso la hacía parecer una tonta. Aunque sé que esa es su personalidad.

—¿Y a dónde ibas y por qué? —solté sin pensarlo.

—Viví en la Ciudad de México, primero para estudiar literatura y la segunda para vivir la vida. 

—¿Y la encontraste? ¿Vivir la vida?

— Había tantos hombres y mujeres como yo, perdidos… buscando entre la multitud. Me encontré con todo tipo de miradas, algunas tan parecidas a la mía. Hallé historias, pero esas no me correspondían. Me sentí una intrusa…la vida me parecía una cosa ajena. Yo no estaba en ella. Parecía que allí no existía ningún plan para mí. Estaba entre la multitud…

Hizo una pausa. Miré a su gato que dormía plácidamente. Ella se mordía los labios. Después me dijo, “¿quieres sentarte? Aquí abundan esos fastidiosos mosquitos”. Nos sentamos frente a frente. Ella parecía no verme, miraba hacia otra cosa. Yo sonreí. Le dije que esa extrañeza que nacía del silencio me encantaba. Ella le dio un sorbo a su taza. 

— ¿Y qué hay de lo demás? Pregunté. No tenía ningún sentido, pero ella respondió.

—Entre todo ese ruido, silencié mi voluntad y fui presa de mis deseos. ¿Qué hacer cuando uno es lanzado hacia el abismo?  Divertirse en él, sufrir, volver. Y entonces, habrá valido la pena. El sufrimiento es para mí tan importante como lo es el amor. La literatura es una forma de experimentar dolor, una forma de llegar a sentir tan nuestro el dolor del mundo. Sin embargo, sigue siendo literatura y los libros siguen siendo una metáfora del dolor real. ¿Comprendes lo que deseo decirte? 

—¿El sufrimiento es un impulso vital de la escritura? 

—Vivir en una época donde no hay lugar para el sufrimiento nos condena a la superficialidad, a la mentira, a hombres y mujeres de plástico. La escritura será convertida a un pasatiempo como jugar ping-pong o baraja española, porque para escribir no bastan sólo palabras aprendidas de un libro, sino de la fiereza del corazón, de la violencia que surge desde allí…El amor es el sentimiento más brutal y desafiante que experimenta el hombre… ¡Amarnos! Amarnos es luchar contra nuestros impulsos salvajes…es el amor quien puede permitirnos purificar las palabras y nuestro corazón, el amor y el dolor nos despiertan a la vida… 

Escuché, pero yo pensaba si me había despertado. Si había sufrido lo suficiente…si había amado lo suficiente…

—Supongo que has encontrado eso qué dices…amar, le pregunté…casi como un susurro…

Ella respondió: “He heredado la tibieza de mis madres: soy ansiosa y depresiva. Me causa problemas estar entre personas que no conozco. ¡Qué clase de seres humanos somos! Ensimismados en nosotros mismos. Qué patético resulta…Después me dí cuenta de cuál era esa misión en la vida. Era tan simple, era tan sencillo. Y nada tenía que ver con las palabras. Y después por eso supe porque mi interior me había llevado al silencio…

 El minino maulló. Estábamos solas en la sala. Estábamos frente al espejo, el gato y yo a solas, mirando con dulzura la tarde. 

[email protected]