El enemigo de al lado
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Opinión

El enemigo de al lado

 


Por Ricardo Alexander Márquez

El gobierno del presidente López Obrador tiene un nuevo enemigo. Se trata de un villano que tuvo a mal competir con su aliado y amigo Donald Trump —ese megalómano que impulsaba políticas racistas y antimigrantes y decía que los mexicanos éramos violadores y secuestradores—.
Estamos hablando de ese hombre que asumió las riendas de la economía más grande del mundo tras un periodo de incertidumbre global. Alguien que defiende la libertad de prensa y los principios democráticos. Que se pone a trabajar en lugar de estar culpando a su predecesor.
Y es que la hostilidad hacia la administración de Joe Biden ha sido clara desde el principio. El mandatario mexicano no sólo apoyó al candidato perdedor, sino que después se rehusó a aceptar su victoria y su acercamiento ha sido claramente frío.
El único puente real entre ambos gobiernos fue la visita de Kamala Harris en junio pasado, en la cual la vicepresidenta le puso un “estate quieto” a López Obrador al decirle que dejara trabajar a la prensa y a las organizaciones de la sociedad civil.
Para la política exterior mexicana, inexplicablemente, en este momento es más importante ser cercano a regímenes represores, como el de Cuba o Venezuela, que hacer alianzas con el principal socio de México en el concierto internacional. Con aquel país con el que no sólo compartimos 3,142 kilómetros de frontera y el 75% de nuestras exportaciones, sino con el cual también tenemos problemas comunes que sólo se pueden solucionar por medio de una aproximación coordinada, como en el tema de la delincuencia organizada.
En lugar de estar viendo la manera de estrechar la alianza entre las dos naciones, busca atribuir a aquel país el desastre que se tiene en materia de seguridad, argumentando que la culpa exclusivamente es de las armas, ignorando las erradas decisiones que su gobierno ha tomado en materia de seguridad.
Incluso, el gobierno mexicano parece no medir las posibles consecuencias que pueden tener los acercamientos a China y Rusia, que tal vez no son bien vistos por Estados Unidos.
Además, poco a poco se acrecienta una percepción internacional hacia México como un país adverso a las inversiones y el capital extranjero, lo que dificulta la recuperación a una economía fuertemente golpeada, tanto por la pandemia como por las malas decisiones.
Mientras tanto, otros países están haciendo lo sensato. En su viaje por Europa de hace poco más de un mes, Joe Biden estrechó relaciones con sus aliados occidentales. Acordó un impuesto corporativo global, cerró acuerdos en materia militar y de seguridad y llegó a compromisos para apoyar la cooperación internacional en vacunación.
Parecería que el equipo del presidente López Obrador no ha logrado —o podido— transmitirle que los temas fundamentales para el éxito de su gobierno no se pueden resolver sin una agenda fuerte con Estados Unidos, especialmente en materia económica y de seguridad. En su lugar, opta por una vecindad pasiva y hostil.
En el fondo, el gobierno mexicano no entiende la relación bilateral. Y su estrategia no sólo es torpe, sino que genera consecuencias que ni puede vislumbrar.

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y Profesor en la Universidad Panamericana.