Del equipo noruego y las brechas de género en los deportes
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Del equipo noruego y las brechas de género en los deportes

 


Los estereotipos de género han sido la raíz de las limitaciones que han enfrentado las mujeres en el ámbito deportivo. A través del tiempo, ellas han tenido que lidiar con múltiples obstáculos que parten desde consideraciones discriminatorias que descalifican sus competencias apelando a una supuesta fragilidad etiquetada a lo femenino, hasta resistencias originadas por los roles de género traducidas en dificultades para practicar por falta de apoyo de las familias y clubes deportivos, a causa de la terquedad de encasillar a las mujeres al ámbito de lo privado, es decir, de la casa y sus cuidados. La recreación, la acción y la competencia, tradicionalmente fueron reservadas para los hombres. Para muchas, la primera afrenta fue no escuchar a esa voz que alguna vez les dijo “eso no es de niñas”.
Vivimos una época en la que los logros feministas son fehacientes, como el hecho de que, por primera vez en unos Juegos Olímpicos, en este caso los recién inaugurados de Tokio, el 48.3% del total de deportistas contendientes son mujeres. Esta es una cifra fruto de grandes esfuerzos, persistencia e insistencia. De hecho, los Juegos Olímpicos de la era moderna ni siquiera contemplaban las competencias femeniles; Pierre de Coubertin uno de los fundadores, definió los juegos como “una celebración de atletismo masculino”.
Para darnos una idea, las primeras competidoras olímpicas fueron “permitidas” en 1912 en natación, y hasta 1928 las mujeres pudimos acceder al atletismo. La primera vez que una mujer corrió oficialmente una maratón olímpica fue en 1984, y hasta 2012 se les dio la oportunidad de competir en boxeo. Y así palmo a palmo, como en todo, hemos ido abriendo espacios.
Pero el hecho no es sólo entrar a la competición, sino hacerlo en condiciones de igualdad. La semana que termina trascendió que el equipo femenil noruego de balonmano, al rehusarse a usar los minúsculos bikinis que tenían por uniforme (una prenda incómoda y cosificadora), fueron multadas cada una con 150 euros (alrededor de tres mil pesos), de acuerdo a las reglas de la Federación Europea de Balonmano, que estipula que el ancho de los bikinis de mujeres no deberán superar los diez centímetros, mientras a los hombres les es permitido usar shorts de hasta diez centímetros… pero arriba de la rodilla “mientras no sean muy sueltos”.
Estas reglas a todas luces sexistas, fueron estipuladas en 1976 cuando por primera vez el Balonmano Femenil formó parte de las Olimpiadas, en ese año realizadas en Montreal, y lo más seguro es que aquel reglamento setentero, esté basado en los lineamientos establecidos desde el primer mundial femenino de balonmano celebrado en el año 1957, en la entonces Checoslovaquia.
Trasciende, igualmente que, durante su entrenamiento previo a la competencia olímpica de este fin de semana, y de manera oficial durante un campeonato europeo en este mismo año, el equipo de gimnastas alemanas usó uniformes que cubren sus piernas hasta los tobillos y no los tradicionales uniformes sexualizados tipo bikini. A decir de una de las integrantes del equipo, esto lo hicieron pues, en su opinión “cada gimnasta debería poder decidir con qué tipo de traje se siente más cómoda, y luego hacer gimnasia”. Una frase poderosa que refleja la necesidad de revisar y modificar las reglas de los Juegos Olímpicos con perspectiva de género feminista.
Las jugadoras noruegas y las gimnastas alemanas fueron valientes en llevar su inconformidad hasta las últimas consecuencias, y en poner sobre la mesa estos dobles estándares sexistas en uniformes que afectan la comodidad e integridad de las competidoras. Esta misma situación la viven las corredoras, jugadoras de volibol de playa y las tenistas con esas cortas faldas. De acuerdo con el New York Times, en 2011 la Federación Mundial de Badmington (deporte muy parecido al tenis) decretó que las mujeres debían usar falda o vestido para jugar a nivel élite, con el objetivo de avivar el interés de las mujeres en el deporte, curiosa estrategia que no contempla la opinión de sus propias jugadoras.
Estos ejemplos ponen en relieve la importancia de la aplicabilidad de la perspectiva de género feminista en todos los ámbitos, y pone el foco en esos micro-procesos que cada institución, organización y/o gobierno debe hacer con sus documentos básicos y principios rectores, para no exponerse a tomar decisiones retrógradas que les cuesten descrédito, pero, sobre todo, para adecuarse a un mundo que hoy más que nunca pugna por sociedades basadas en la igualdad entre mujeres y hombres.
Ojalá que ambos casos sirvan de parteaguas para dar efectividad a mujeres y hombres en el mundo de los deportes, desde el club más pequeño hasta la federación más almidonada como dice el espíritu del olimpismo, cuya meta en palabras del propio Coubertin es promover mejores relaciones entre las comunidades y las naciones contribuyendo a un mundo mejor.