El fair play de la democracia mexicana
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Opinión

El fair play de la democracia mexicana

 


JESÚS EMILIO DE LEO

A propósito del transcurso de las campañas electorales de 2021, en una breve revisión al proceso democrático, se confirma lo que Barack Obama afirmó en los últimos días de su mandato: “La historia no avanza en línea recta, lo hace en zigzag”. Si consideramos que la democracia tiene como precepto fundamental, la capacidad de elegir y ser elegido, hoy existen diferentes perfiles de mujeres y hombres, quienes, en diferentes condiciones, como el ser joven o adulto; con o sin experiencia, con identidad indígena y con representación de comunidades provenientes de las diversidades sexogenéricas participarán en el proceso electoral. Aún con este escenario diverso, varios segmentos sociales, no encuentran identificación o no se sienten considerados en la toma de decisiones y la razón es sencilla, el catálogo de partidos a veces es de difícil lectura, han transitado de una clasificación ideológica a un reordenamiento pragmático.

Este nuevo mosaico que retrata la situación actual de la democracia, surgió de la evolución social, aunque resulta irreconocible para generaciones que fueron educadas bajo la identidad de los colores y de la religión. No logran comprender cómo los antagónicos se unen y cómo fue que la familia revolucionaria formó otras familias, rompiendo el núcleo cohesionado por la disciplina. Las razones de esta evolución, se las adjudican al cambio de valores, pero los valores siguen siendo los mismos, sólo cambió su ponderación.

Muchos nombres de quienes contienden, en una primera lectura parecen no decir nada y el vacío se justifica especulando sobre cuáles fueron las razones que los ubican en una candidatura. Se configuran paradojas, tales como: nuevos rostros sin experiencia, mismos nombres que no dan paso a nuevas propuestas o simplemente son descendientes de quienes ya estuvieron. Pero esta evolución de la democracia ha roto algunas máximas no escritas del sistema político mexicano como la de trasladar el poder a un congénere o coetáneo, y tal vez sería deseable que la sociedad perciba que los resultados electorales no están previamente pactados.

La democracia mexicana debe adoptar el precepto deportivo del fair play (juego limpio), en el cual sobresalga el gusto por competir limpiamente y disfrutar del encuentro por encima de la ambición de la victoria. Se debe tener respeto al contrincante, al árbitro y a las reglas, jugar sin trampas, trucos o simulaciones. Sancionar la denostación, la difamación e injuria sin creer que se atenta contra la libertad de expresión.

La política nunca dejará de tener riesgos, pero una gran lección de que las cosas pueden ser diferentes, la relata el mismo Obama, quien, al cerrar su gobierno, terminó desilusionado por la reacción social que votó mayoritariamente por Donald Trump, no podía creer la derrota, los resulta dos de su gestión eran inmejorables, 5% de desempleo, cobertura sanitaria para 20 millones de personas, el precio de la gasolina a 2 dólares el galón, sin embargo, así lo afirma, “la sociedad optó por regresar a su tribu”.

El Sistema Electoral Mexicano ha hecho varias contribuciones, incluso reconocidas a nivel internacional, pero ahora el esfuerzo de las instituciones, medios, líderes de opinión debe centrarse en no permitir que la sociedad se tribalice, si eso ocurre, ningún esfuerzo habrá valido la pena.

 

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