La solución “de fondo” y la política de México ante la emigración
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La solución “de fondo” y la política de México ante la emigración

 


Aquiles Córdova Morán*

Las olas migratorias de desamparados que abandonan sus hogares miserables y sus países empobrecidos y violentos para buscar refugio, “ilegalmente”, en los países ricos y prósperos, no es un fenómeno exclusivo de nuestra región, sino un grave conflicto mundial cuya solución se ve muy difícil y lejana.

La dificultad reside en que no es un problema de tal o cual gobierno inepto y corrupto, de tal o cual país que no ha sabido hallar una política económica adecuada a las necesidades de sus ciudadanos, como dicen los ideólogos y apologistas del neoliberalismo en boga. Se trata, en realidad, de un problema estructural de ese mismo neoliberalismo, que brota, no de su funcionamiento defectuoso, sino precisamente de su correcto y eficaz desenvolvimiento. 

Los defensores del capital insisten en señalar como uno de sus méritos la libre competencia que permite entre los distintos actores económicos en el mercado. Aseguran que esa libre competencia eleva la productividad del trabajo, abate los precios y mejora la calidad de los productos para beneficio del consumidor final.

Subrayan, además, que es condición básica del libre mercado que, a su vez, resulta imprescindible para edificar una economía eficiente, impulsar el empleo y los buenos salarios, mejorar la salud pública, elevar la calidad de la educación, la ciencia y la cultura, promover la investigación científica y la innovación tecnológica y, con todo eso, volver a incrementar la riqueza social. En fin, un círculo virtuoso que garantiza un futuro de prosperidad y libertades para todos. ¿Qué más podemos pedir? 

El presidente López Obrador vuelve a darnos aquí una lección de buenas intenciones que se dan de bofetadas con su política real. Tiene razón cuando dice que la causa profunda de la emigración es la pobreza, inseguridad y falta de empleo en sus países de origen; pero no la tiene cuando propone un plan conjunto con EU para impulsar el desarrollo económico de Centroamérica.

Olvida que las carencias que señala son fruto innegable y directo de la explotación y dominio político del imperialismo norteamericano en sus países, con el fin de garantizar el enriquecimiento rápido e ilícito de empresas depredadoras como la United Fruit Company y similares. Los Gobiernos norteamericanos promovieron y protegieron el despojo y acaparamiento de las mejores tierras de los campesinos, el saqueo de sus recursos naturales, la feroz explotación de hombres y mujeres que laboraban de sol a sol por salarios miserables. 

Para mantener estos abusos, Honduras, Nicaragua y El Salvador fueron sometidos, por más de veinte años, a brutales dictadores que cometieron masacres periódicas de trabajadores “rebeldes” a las empresas bananeras. El tirano Maximiliano Hernández, de El Salvador, masacró sin piedad a 40 mil hombres de las fuerzas de Agustín Farabundo Martí, que se habían levantado contra los terratenientes yanquis y locales. 

Estados Unidos organizó, armó y financió, en 1954, al “ejército rebelde” de Carlos Castillo Armas (el “general caca”, como le decían los oficiales yanquis) para derrocar al presidente guatemalteco Jacobo Árbenz y frustrar su reforma agraria. El presidente Eisenhower justificó el crimen diciendo que “Teníamos que deshacernos de un Gobierno comunista que se había hecho con el poder”.

Un último ejemplo. “En los años setenta y ochenta, Estados Unidos transformó Centroamérica en una fosa común (…) utilizando a Honduras como base para (…) aplastar al Frente Sandinista de Liberación Nacional en la vecina Nicaragua, con escuadrones de la muerte desplegados para llevar a cabo una guerra genocida” (World Socialist Web Site del 22 de marzo). Varios Gobiernos centroamericanos actuales son herederos directos de la misma ideología y de los mismos intereses. 

Por eso, pedirles a todos ellos que paren el saqueo y devuelvan parte de lo birlado en forma de un plan de desarrollo para acabar con la pobreza que ellos generaron y siguen generando, es no entender en absoluto el fondo del problema. O es fingir que no se entiende para quedar bien con la opinión pública de aquí y de allá. 

Lo peor es que mientras se pronuncia un discurso tal, en los hechos el Gobierno mexicano se suma a la política represiva, al uso de la fuerza armada para detener a los débiles e indefensos migrantes centroamericanos, política feroz e inhumana instrumentada por Donald Trump y continuada entusiastamente por Biden.

Aunque lo nieguen, aunque lo vistan con el ropaje hipócrita y falaz del “orden” y la “legalidad”, los gobernantes de la 4T están convertidos en fieros cancerberos de las fronteras norte y sur de nuestro país para velar por la buena digestión y el sueño tranquilo de los magnates norteamericanos. ¿Hay alguna manera de conciliar el discurso y la política de facto de López Obrador, más parecida a la de un Pinochet que a la de un hombre de izquierda “amigo de los pobres”?

 

*Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional