Sexualidad en jóvenes y desarrollo
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Opinión

Sexualidad en jóvenes y desarrollo

 


En el marco del Día Internacional de la Juventud que se conmemora el 12 de agosto de cada año, es oportuno hablar del impacto del ejercicio libre y responsable de la sexualidad en el desarrollo de las y los jóvenes, tomando en cuenta que nuestro país ocupa el primer lugar de la OCDE en embarazo adolescente y que, de acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, el 30% de las personas que se encuentran entre los 18 y 30 años, han padecido o tienen una infección de transmisión sexual.

En el análisis de dichas problemáticas prevalece el desigual ejercicio de la sexualidad entre los sexos, pues la sociedad patriarcal ha acotado la sexualidad de las mujeres a su faceta reproductiva y como sujetas pasivas para el placer de los hombres.

A ellos, les ha sido reconocido su derecho al placer, naturalizando prácticas como la masturbación desde temprana edad, así como un supuesto apetito sexual más elevado que el de las mujeres. En cambio, en ellas es reprimido el autoerotismo, y se les juzga duramente a quienes mantienen una vida sexual activa desde jóvenes. Este tema lo plantea resumidamente la escritora y feminista nigeriana Chimamanda Adichie: “A ellos se les celebra perder su virginidad, mientras ellas son juzgadas, como si el acto sexual no fuera asunto de ambos”.

Aunado a ello, hablar de sexo en la mayoría de las familias mexicanas sigue siendo un tabú, uno de esos temas que incomodan, como si la sexualidad no fuera parte inherente a los seres humanos e inevitablemente causará inquietud desde temprana edad. Paradójicamente, esta falta de orientación contrasta con contenidos mediáticos hipersexualizados: canciones que cosifican el cuerpo de las mujeres, programas de televisión que muestran de manera banal el acto sexual, pornografía de fácil acceso en redes sociales, revistas y películas. En nuestra sociedad, es más común ver el sexo relacionado con la violencia, con pseudo-erotismo y el falso placer comercializado como un componente básico del desarrollo humano.

De hecho, poco se habla de la relación que existe entre salud emocional y sexualidad. Para muchos jóvenes de familias desintegradas, el sexo se convierte en una fuga, una falsa vía de buscar la aceptación que les permita llenar las carencias afectivas no sanadas, un camino peligroso que deriva en embarazos no deseados que encadenan a las jóvenes a ciclos de violencia y de pobreza.

Entonces, mientras las familias niegan la naturaleza sexual de sus integrantes, la sociedad patriarcal comercia con la sexualidad de las personas, volviéndola un asunto trivial, lo que deja una enorme laguna de desinformación y violencia potencial, cuyos efectos van desde relaciones sexuales insatisfactorias, hasta las obligadas e impuestas. Y, por si fuera poco, las problemáticas ya mencionadas que derivan de la representación simbólica y del ejercicio irreflexivo de la sexualidad, tienen consecuencias trágicas como hacer de las jóvenes presas fáciles de las redes de trata de personas, donde el 79% de las víctimas son mujeres y niñas.

Ante este escenario, es inminente ser parte del cambio cultural, social e institucional, que haga accesible a las y los jóvenes, una sólida educación sexual, vinculada con valores y perspectiva de género, que rebase el punto de vista biológico y aborde las implicaciones emocionales, físicas y sociales del ejercicio responsable y libre de la sexualidad, motivando la autoexploración en ambos sexos y reconociendo su derecho al goce sexual con responsabilidad, tomando los cuidados adecuados, porque el pleno desarrollo sexual de las personas tiene efectos directos en la salud del conjunto social.