TRANSPARENCIAS: Migrantes
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TRANSPARENCIAS: Migrantes

  Bricia Yolanda Aragón Valdivia   Cada día, en diferentes puntos de nuestra ciudad de Oaxaca se va haciendo común encontrar personas de distinta nacionalidad a la nuestra, eso no…


 

Bricia Yolanda Aragón Valdivia

 

Cada día, en diferentes puntos de nuestra ciudad de Oaxaca se va haciendo común encontrar personas de distinta nacionalidad a la nuestra, eso no es nuevo, pues Oaxaca es una ciudad turística, no, yo me refiero a las personas migrantes que están cada vez en mayor cantidad por nuestras calles caminando, descansando y pidiendo apoyo para seguir en su travesía al norte del México y de ahí al vecino país, persiguiendo el sueño de llegar allá para construirse una vida.

Conocí el fenómeno de la migración en Michoacán, cuando muy pequeña de vacaciones con mis padres visitando a mis abuelitos maternos, escuché que algunas personas dejaban su tierra y se iban “al Norte” -decían- a trabajar para enviar dinero a la casa familiar para mejorarla y con ello mejorar su vida, supe entonces que muchos de ellos se quedaban allá por tiempo indefinido, quedándose en muchos casos a vivir en los Estados Unidos donde construían su vida cada uno como podía, casi siempre como trabajadores del campo, o domésticos, o en fábricas y maquiladoras de distintos productos, trabajo duro y mal pagado, ya que su preparación académica era escasa y debo decir muchas veces iba acompañada por el alcoholismo; después de haber pasado por ser catalogados y tratados como personas de segunda, he dicho yo, al tener que pasar por vivir escondidos, con miedo, sin derechos, hasta obtener su residencia, lo que no ocurría en todos los casos. Aunque debo aclarar que muchas de esas personas, luego de insertarse en la vida norteamericana se llevaban con ellos a más miembros de su familia, generalmente hermanos o hermanas más jóvenes, para continuar con la extensión del sueño.

Desde que conocí el fenómeno de la migración, primero de nuestros connacionales de la zona del Bajío, luego de oaxaqueños, y ahora con las hordas de migrantes centroamericanos y venezolanos que invaden nuestra tierra, me he preguntado ¿en qué situación debes estar para decidir meter tu vida en una mochila y lanzarte a la aventura del sueño americano? Cada que lo pienso algo se me remueve por dentro, me parece una injusticia muy grande el que una persona se vea obligada a migrar de su lugar, a desarraigarse porque no consiga tener una vida medianamente próspera en el lugar donde vive, que su gobierno no se ocupe de generar las condiciones para que su gente se quede a luchar por su vida, hablo de generación de empleos, de condiciones de trabajo dentro del marco del respeto por los derechos humanos, hablo de todo aquello que se necesita para ser y estar en tu lugar, pero bien; vaya que si decides irte, no sea de migrante ilegal, sino en otras condiciones, más favorables.

Los gobiernos de cada país del mundo tienen cada uno sus leyes y uno de los elementos coincidentes de todas esas leyes es que cada gobierno es garante de esos elementos que forman una vida en buenas condiciones y que pasan por empleo, salud, seguridad, libertad, igualdad; lugares comunes que inciden en la esquina de lo que hoy se llaman derechos humanos. Insisto ¿qué tiene que pasar para que la gente de determinado lugar migre de él?.

La migración es un fenómeno multicausal, puede haber migración por persecución política, religiosa, por un tema económico como la falta de empleo, por violencia en la zona donde se vive. Mucha gente huye cada año de su tierra por diversas causas y en el camino viven experiencias inenarrables, lo coincidente es que en la actualidad muchas personas que huyen de sus países -por lo menos en Latinoamérica- sólo desean llegar a los Estados Unidos pues ven a nuestro vecino como el lugar para hacer sus sueños realidad, sueños de una vida mejor, sueños al fin.

A propósito de lo anterior, el pasado jueves 11 de mayo oficialmente culminó el Título 42, que es una medida migratoria impuesta por el gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump para expulsar de ese país a los migrantes hacia el lugar de último tránsito, que en este caso es México.

Lo anterior desató una crisis en la frontera entre México y Estados Unidos, pues muchos migrantes intentaron ingresar en repetidas ocasiones hacia Estados Unidos, entregarse a las autoridades estadounidenses y, de esta manera, iniciar una solicitud de refugio.

A las 22:00 horas, tiempo de México, es decir, las 24:00 horas tiempo de Washington, oficialmente culminó el título 42 y en la Puerta 42 de la frontera entre Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas se congregaron centenares de migrantes que aguardaron en su intento por ingresar aún a Estados Unidos bajo esta política migratoria, no se sabe cuántos de ellos lograrán ingresar, pero menos se sabe cuántos lograrán quedarse en Estados Unidos y cuántos regresarán a México o a su país de origen.

Los gobiernos de los países estarían en la obligación de dar certidumbre al sector de migrantes potenciales que existen en sus territorios, y ¿quiénes son ellos? Los más pobres, la gente que ha perdido todo y que no tiene nada por lo que quedarse, reitero, los gobiernos de casa país estarían en la obligación de dar esperanza a sus habitantes; y ojo que dije esperanza no dádivas, hablo de esperanza en forma de empleo, en forma de seguridad, en forma de libertad verdadera, en forma de justicia.

Por lo pronto los gobiernos hacen oídos sordos al fenómeno como un problema de sus agendas, sino como algo de lo que regodearse al contabilizar los millones de dólares recibidos en remesas periódicamente y no renuncian a seguir teniéndolos como capital político del que se echa mano en tiempo de elecciones. Creo que seguiremos teniendo a muchos hermanos centroamericanos y sudamericanos en nuestra ciudad, pues los migrantes mantienen vivo el deseo de cruzar nuestro país para llegar a los Estados Unidos, aparte de los migrantes mexicanos que también nuestro país expulsa de su territorio.