San Marcos Tlapazola, barro rojo con aroma de mujer
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San Marcos Tlapazola, barro rojo con aroma de mujer

Cuarta y quinta generación de artesanas explican a EL IMPARCIAL el proceso de elaboración de las piezas


San Marcos Tlapazola, barro rojo con aroma de mujer | El Imparcial de Oaxaca
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Desde la fundación de esta agencia municipal, perteneciente al municipio de Tlacolula de Matamoros, los habitantes se dedican a la elaboración de figuras esculpidas con barro rojo.

Las artesanas de este lugar explican que sus antepasados enseñaron los procesos de elaboración de piezas tradicionales y básicas para la sobrevivencia como el comal, ollas, las cazuelas y cántaros para almacenar agua potable.

Aunque el barro rojo es amigable con el medio ambiente y mantiene la economía de las comunidades de los Valles Centrales de Oaxaca, con el crecimiento de la mancha urbana y la llegada de las grandes cadenas comerciales este producto fue sustituido por otros materiales como el plástico, unicel y el PET, dejando a la deriva la economía local.

Los jefes de familia que se vieron afectados en su economía no tuvieron otra opción más que dedicarse al campo y, la gran mayoría, decidió migrar hacia los Estados Unidos en busca del sueño americano.

En esta etapa de crisis y decadencia en las ventas del barro rojo, las mujeres tomaron el mando de sus familias y buscaron alternativas y nuevos mercados para comercializar sus productos, mismos que hoy ya se reconocen a nivel internacional.

Del trueque al mercado internacional

“Mis abuelas nos decían que cuando ellas elaboraban sus piezas las ocupaban para el trueque, a cambio ellas recibían alimentos como maíz, frijol, cebolla, jitomate, chiles, lo que se pudiera para tener algo para comer”, señaló Liliana Sánchez, artesana del barro rojo, quien junto a su madre, Susana y su tía Concepción Sánchez Mateo, fundaron el taller artesanal “Mujeres Inspiradoras”.

Con el aumento de la demanda en las comunidades aledañas, las piezas tradicionales del barro rojo como los comales y las ollas que eran las más solicitadas, alcanzaron a tener un valor económico entre los 20 hasta los 50 pesos.

“No eran tan valoradas las piezas porque solamente se utilizaba para la cocina, eran productos de primera necesidad para que la gente cociera sus granos como el arroz, el maíz, el frijol y pa

ra hacer las tortillas, cuando llegaron los productos de plástico, unicel y el PET, las ventas se desplomaron, pero gracias a Dios le buscamos para que esto no se perdiera”, detalló Lily.

Proceso de elaboración

Susana, artesana de 33 años de edad, explicó que la elaboración de las figuras del barro rojo es una tradición que se hereda de generación en generación, “mi bisabuela le enseñó a mi abuela, luego mi abuela a mi mamá, yo soy la cuarta generación y mi hija la quinta”.

“El proceso inicia cuando va uno por el barro en la montaña, lo más difícil de conseguir es la tierra roja, tenemos que caminar mucho para poder transportarlo hasta nuestras casas o talleres porque en el cerro no hay caminos”.

La artesana expuso que anteriormente del trabajo pesado se encargaban los hombres, pero desde hace muchas décadas la mayoría de los jefes de familia se vieron en la necesidad de migrar a los Estados Unidos, por lo que ahora, las artesanas son las que cargan en sus espaldas con los bultos de 50 a 60 kilos de barro desde los bancos de tierra que se ubican en la parte alta de la comunidad.

Las personas mayores varones que se quedaron en la comunidad o bien ya volvieron del norte, suelen apoyar en algunos talleres con el traslado de la materia prima y para el corte de la lecha que se requiere para la elaboración de las piezas del barro rojo. 

“Una vez que llega al taller, para empezar a trabajar hay que amasar el barro y conforme se avanza se le agrega otros materiales como el olote, pedacería de jícara, cueros y también se le pone arcilla. Gracias a Dios todavía hay mucho barro en las montañas de la comunidad”, señaló Susana.

Dijo que desde los 12 años de edad aprendió a moldear la tierra y a trabajar sus primeras figuras. “Lo primero que se aprende es hacer las piezas más tradicionales como el comal, la olla y las cazuelas; más fácil porque no lleva mucho tiempo, sacamos de una a dos docenas a la semana”.

“El segundo paso es la elaboración, emparejamiento y colocación de pintura en la pieza, el tercer paso quitarle el barro sobrante, en el cuarto paso se debe de pulir y en la quinta etapa se le tiene que sacar brillo para tener un producto de calidad”.

En este taller familiar, también participa Concepción Sánchez Mateo, de 49 años de edad. “Desde los 10 años comencé a tocar y a jugar con el barro, a los 11 ya podía hacer mis primeras piezas, ahora ya viene la siguiente generación que son las hijas y sobrinas”.

Destacó que las mujeres son las que se dedican a esta actividad, “yo creo que es por la sensibilidad de nuestras manos, también porque las mujeres siempre nos hacemos cargo de la casa o porque somos más atrevidas con todo, hasta con el negocio”.

Una tienda de artesanías, el mejor regalo

La siguiente generación de la familia, es Liliana Sánchez de apenas 15 años, quien renunció a su fiesta de quinceañera para pedirle a sus padres que le abrieran una tienda de artesanías del barro rojo.

Su padre, Agustín Sánchez, partió hacia los Estados Unidos hace más de dos años y, con la ayuda de su esposa Susana, cumplieron el sueño de Lily para instalar su tienda de artesanías en las céntricas calles de San Marcos Tlapazola.

“Antes nuestras abuelas hacían puras piezas tradicionales como el comal, olla y las cazuelas, pero como ya no se vendía mucho le fuimos buscando hasta encontrar un nuevo mercado, ahora ya lo valoran mucho los turistas nacionales e internacionales, se llevan piezas más pequeñas, pero afortunadamente ya se vende fuera de nuestro estado”.

A su corta edad, la joven artesana conoce todos los procesos de elaboración desde cómo conseguir en las montañas el barro hasta la última etapa que es hornearlo al aire libre con leña y con los rayos del sol.

“Es un proceso de elaboración 100 por ciento artesanal, la gran diferencia que existe con el barro negro, es que nuestras piezas no solamente pueden servir para la decoración, sino también para la cocina, si se cuida bien una pieza puede llegar a durar con todo y uso hasta 60 o más años”.

Con el nuevo mercado turístico que han explorado las artesanas, los productos del barro rojo han recuperado su valor, ahora existen piezas que tienen costos desde los 30 hasta los 500 pesos, de acuerdo al gusto de los compradores.

“Podemos hacer piezas muy finas y eso depende de su valor, o bien por el tamaño que a veces nos encargan, es una gran satisfacción poder seguir esta herencia que nos dejaron nuestras y nuestros antepasados, ojalá algún día podamos volver a sustituir el plástico, el unicel o el PET por el barro rojo para cuidar nuestro medio ambiente porque cuando se acaba su vida útil, el barro se vuelve a convertir en tierra”, destacó la artesana.