Pide arzobispo de Oaxaca no humillar a indígenas
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Pide arzobispo de Oaxaca no humillar a indígenas

Todos los oaxaqueños se deben respetar y valorar, porque solo así se acabarán los conflictos y las luchas internas


Pide arzobispo de Oaxaca no humillar a indígenas | El Imparcial de Oaxaca

El arzobispo de la Arquidiócesis de Antequera-Oaxaca, Pedro Vázquez Villalobos, pidió ayer no humillar con actitudes negativas a la gente indígena que vive en un pueblo pequeño.

En su misa de mediodía del domingo, pidió con vehemencia a quienes viven en la gran ciudad a respetar a la población que habita en la Sierra, en las montañas, donde habla su propia lengua y tiene sus propias formas de vida.

“Vivimos en un Oaxaca con grandes pobrezas y necesidades pero que nosotros no humillemos; que ninguno humille a su hermano, son tan grandes y valen tanto como nosotros”, expresó.

Para el purpurado, todos los oaxaqueños se deben respetar y valorar, porque solo así se acabarán los conflictos y las luchas internas, entre vecinos y hasta familiares.

Y en este contexto se preguntó: ¿Cuánto sufrimiento y dolor nos causamos por sentirnos dominadores de otros pueblos?
“No se vale actuar así”, se respondió.

Monseñor Vázquez Villalobos señaló que nadie puede ser feliz cuando le quita la paz a un pueblo que no sabe defenderse.
Por eso, pidió ser humildes de corazón y aprender a desprenderse, pues Dios bendice a los generosos, no a los egoístas.
“Alegra el corazón de otros, levanta el ánimo de las personas, ve a consolar, ve a alegrar un momentito con tu presencia porque a lo mejor cuando te despidas de tu hermano, puede que le alegres el día”, recomendó.

Como purpurado, observó que la comunidad oaxaqueña es humilde, donde los pobres son quienes se desprenden de lo poco que tienen para ayudar a los demás.

“Cuando voy a las comunidades, cuando me saludan en sus manos, va un billete y yo les digo que ellos lo necesitan más que yo, pero se desprenden de corazón de lo que tienen”, contó.

Por eso, en la celebración, pidió dar palabras de esperanzan a los semejantes y confiar la seguridad de las personas en Dios, no en las manos de los demás, porque fallan y viene la desconfianza.