Pamela Anderson vuelve a ser noticia. Pero esta vez no por su físico, sus romances ni una nueva portada de revista, sino por todo lo contrario: por lo que ya no muestra. A sus 57 años, la actriz que marcó una era con su traje rojo en Baywatch y las portadas de Playboy desafía a Hollywood con una nueva versión de sí misma, sin maquillaje, sin retoques y sin personajes que esconder.
Su nueva estética —o más bien, su renuncia a ella— ha generado controversia y debate. ¿Es un gesto de autenticidad o la reinvención de una marca en crisis? En tiempos de sobreexposición digital y filtros que embellecen lo inverosímil, Anderson elige el camino inverso. Y en ese camino, incendia con sutileza los cimientos de la cultura que ayudó a construir.
De ícono de belleza artificial a emblema del “no makeup”
En los años 90, Anderson era un emblema de la hipersexualización femenina. Con su cuerpo moldeado por las cirugías, su imagen circulaba globalmente como un ideal inalcanzable de belleza. Su rostro, siempre cubierto por capas de maquillaje, encarnaba el modelo estético hegemónico de la era pre-Instagram. Sin embargo, desde 2022, comenzó a aparecer en eventos públicos completamente al natural.
El giro fue radical. La actriz asistió sin una gota de maquillaje a la Semana de la Moda de París, sorprendiendo a una industria que la había explotado como ícono erótico. Desde entonces, ha sostenido esa postura en la alfombra roja de los Fashion Awards de Londres, en la MET Gala 2025, y en campañas de moda de alto perfil como la de Proenza Schouler.
“Me sentí genial siendo yo misma”, declaró en The Drew Barrymore Show. “No quería que me reconocieran más en esos personajes. Creo que los creé para protegerme.”
Un nuevo rostro, un nuevo relato
El corte bob rizado que luce actualmente no solo marca una diferencia estética con su pasado, también transmite un mensaje: Pamela ya no quiere lucir como la muñeca inflable que la cultura pop fabricó en su juventud. Los estilistas elogian su elección, que recuerda a las divas del cine clásico, aunque sin copiar su teatralidad. Un gesto nostálgico, pero rebelde.
Su look actual contrasta abiertamente con los atuendos ajustados y el maquillaje recargado de su época dorada. En la MET Gala 2025, desfiló con un vestido de Tory Burch y más de 35 quilates de diamantes reciclados, en una mezcla de lujo y compromiso ético.
¿Reinvención genuina o marketing camuflado?
Muchos aplauden su transformación como un acto de valentía. Otros se preguntan si se trata simplemente de un nuevo personaje mediático, adaptado al zeitgeist del momento: el de la mujer madura que reniega del artificio y abraza la autenticidad. La paradoja es evidente: quien fue símbolo de una feminidad plástica, hoy se posiciona como referente del “no filter”.
Su carrera parece acompañar esta narrativa: en 2023 publicó su autobiografía Love, Pamela y protagonizó el documental de Netflix Pamela Anderson: Una historia de amor, donde narra con crudeza su vida, sus relaciones y el precio de la fama.
De objeto del deseo a sujeto político
Más allá de lo estético, Anderson ha tomado partido por causas sociales y ambientales: ha defendido los derechos de los animales, a personas refugiadas, y ha hecho pública su pasión por la poesía, la filosofía y la pintura. Ya no se muestra como el cuerpo deseado, sino como una mente inquieta que quiere ser leída y escuchada.
En sus apariciones recientes, incluso su ropa habla otro idioma. Nada de escotes ni transparencias. Prefiere prendas neutras, trajes holgados y looks sobrios. Como el conjunto crema de Stella McCartney que lució en Nueva York, que parecía querer decir: “No necesito mostrar más”.
La Pamela que ya no quiere gustar
El giro de Pamela Anderson genera fascinación y rechazo, como todo lo que cuestiona lo establecido. ¿Puede alguien dejar atrás un personaje tan poderoso sin crear uno nuevo? ¿Cuánto hay de honestidad y cuánto de cálculo? En su aparente renuncia al artificio, la actriz vuelve a estar en el centro de la escena. Y esa es, quizás, la mayor contradicción de todas.
Porque para una figura que fue reducida durante décadas a su físico, mostrar el rostro sin maquillaje es más revolucionario que posar desnuda. La pregunta es si el mundo está listo para ver —y valorar— a esa Pamela sin filtros.
¿Pamela Anderson está abandonando su pasado o lo está resignificando para sobrevivir en otra época? Lo cierto es que, otra vez, ha logrado lo impensado: hacer del silencio estético una declaración política. Y eso, para una ex conejita de Playboy, no deja de ser una jugada audaz.