A más de una semana del paso del huracán Erick por las costas del Pacífico mexicano, en particular en Oaxaca y Guerrero, las imágenes de destrucción continúan emergiendo. Lo que en un inicio fue una emergencia meteorológica, hoy se ha convertido, según afectados, en una crisis social marcada por el abandono institucional, la lentitud de respuesta y una población que, lejos de recibir apoyo integral, sobrevive con lo mínimo.
ZONAS DE DESASTRE… SIN RESPUESTA EFECTIVA
El gobierno del estado de Oaxaca ha declarado oficialmente más de cincuenta municipios como zonas de desastre, lo que en papel debería activar mecanismos inmediatos de apoyo y reconstrucción. Sin embargo, los testimonios que llegan desde las comunidades muestran otra realidad: familias sin techo, caminos intransitables, escuelas colapsadas, cultivos arrasados y apenas una despensa como ayuda emergente.
Las autoridades aseguran estar actuando, pero en las localidades más afectadas la percepción es clara: lo que llega es poco, tarde y desorganizado.
LA NORIA: UNA COMUNIDAD OLVIDADA EN MEDIO DEL CAOS
Un ejemplo dramático de esta negligencia institucional es la comunidad de La Noria, agencia municipal perteneciente a Pinotepa Nacional. Sus habitantes aseguran haber recibido solo una despensa como respuesta a la devastación sufrida. Casas destruidas, pertenencias perdidas y una población entera sin servicios básicos ni claridad sobre qué vendrá después.
En redes sociales, los pobladores han comenzado a solicitar ayuda directamente a la sociedad civil. Han perdido la fe en que las autoridades estatales y federales atiendan sus necesidades con urgencia y humanidad.
LA CARA INVISIBLE DEL DESASTRE: COSTA Y SIERRA SUR EN EL OLVIDO
Mientras las cámaras y los boletines oficiales se centran en los municipios de mayor visibilidad, decenas de comunidades más pequeñas en la Costa y la Sierra Sur siguen sumidas en el abandono. Sus caminos han sido cortados por deslaves, las escuelas permanecen cerradas y los servicios de salud no tienen capacidad para atender ni los casos más básicos.
A diferencia de los centros urbanos, donde el flujo de ayuda es más frecuente, las poblaciones rurales e indígenas enfrentan la tragedia en condiciones de aislamiento extremo.
Frente a la parálisis institucional, las plataformas digitales se han convertido en el último recurso para quienes lo han perdido todo. Ciudadanos, colectivos y organizaciones han comenzado a movilizarse desde distintas regiones del país para hacer llegar víveres, ropa, medicamentos y herramientas para la reconstrucción. Lo que no ha logrado el Estado, lo intenta la sociedad por sí misma.
UN LLAMADO A LA ACCIÓN REAL
La emergencia provocada por el huracán Erick ha puesto en evidencia una constante del sistema de protección civil en México: la incapacidad crónica para atender catástrofes naturales más allá de los comunicados oficiales. La falta de una logística eficiente, la ausencia de presencia efectiva en comunidades marginadas y la descoordinación entre órdenes de gobierno, agravan la vulnerabilidad de miles de personas que hoy duermen entre ruinas.
Finalmente, más allá de las declaraciones, las comunidades necesitan acciones. La reconstrucción no puede depender solo de una despensa ni de promesas vacías. Las autoridades tienen la responsabilidad y la obligación de estar presente, no solo para declarar zonas de desastre, sino para reconstruirlas con dignidad.