Parasitellus, el ácaro que parasita a los abejorros
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Parasitellus, el ácaro que parasita a los abejorros

Aunque la presencia de estos diminutos arácnidos en el cuerpo de un abejorro puede parecer preocupante, el parasitismo real sucede en el nido, durante la etapa larvaria.


Parasitellus, el ácaro que parasita a los abejorros | El Imparcial de Oaxaca

La historia de la evolución se ha moldeado, en gran manera, a través de las relaciones entre distintos seres vivos. Uno de los mecanismos biológicos que más ha promovido el proceso que denominamos ‘reina roja’, junto con la depredación, es el parasitismo. Generalmente, al pensar en parásitos, pensamos en los que nos afectan a los seres humanos o a los animales próximos a nosotros: nuestras mascotas o nuestro alimento. Pero hay curiosidades sobre el parasitismo que se salen de este esquema; al fin y al cabo, el parasitismo está muy extendido, y muy pocos grupos animales se libran de él.

Artrópodos que parasitan artrópodos

En general, los parásitos son criaturas mucho más pequeñas que sus hospedadores, de ahí lo difícil de visualizar que un animal ya de por sí diminuto, como un insecto, pueda tener parásitos. Pero lo cierto es que los tiene, y en ocasiones, parásito y hospedador pertenecen al mismo grupo, el de los artrópodos.

El grupo Arthropoda es el más rico y biodiverso del mundo. Conocemos más de un millón de especies de artrópodos, es decir, cerca de la mitad de todas las especies de seres vivos. Y entre ellas existen especies con tamaños razonablemente grandes, y otras diminutas. El más grande es el cangrejo gigante japonés, con casi 4 metros de envergadura,  y el más pequeño es otro crustáceo, Tantulacus dieteri, con menos de 80 micras de longitud, de menor tamaño que algunas células.

No es, por tanto, descabellado que entre los artrópodos existan parásitos diminutos que tengan como hospedador a otros artrópodos más grandes. Así sucede en el caso particular de los ácaros del género Parasitellus, de medio milímetro de longitud, parásitos de abejorros del género Bombus, que pueden llegar a medir entre 2 y 3 centímetros. Estos ácaros cumplen su ciclo vital completo en íntima unión con su hospedador.

Abejorro

Abejorro colonizado por ácaros del género ‘Parasitellus’; no le harán ningún daño.

Parásito de por vida

Los abejorros del género Bombus viven en colonias anuales fundadas por una sola reina solitaria. El huevo de Parasitellus, presente en el nido de la colonia, eclosiona en primavera y de él surge una larva, que posteriormente dará lugar a una protoninfa. Ambas fases son de vida libre, pero nunca salen del nido. Allí actúa como cleptoparásita o parásita alimentaria, donde se alimenta de polen, cera y, si tiene suerte, también de otros pequeños animales que hubiera dentro.

Una vez que alcanza el siguiente estado, denominado deutoninfa, se hace forética. El foretismo es una forma particular de comensalismo —un tipo de relación donde un organismo se beneficia de otro, que no recibe perjuicio ni beneficio— relacionado con el transporte, como las rémoras con un tiburón. Es decir, la deutoninfa se adhiere al cuerpo del abejorro y viaja con él sin causarle ningún daño.

Buscando al mejor hospedador

Para su hospedador definitivo, la deutoninfa discrimina activamente entre las castas de los abejorros. Al inicio de la primavera se asocia íntimamente con la reina con la que ha hibernado, pero rápidamente pasa a colonizar también obreras y zánganos; probablemente porque estas castas le proporcionan una mayor capacidad de dispersión.

Parasitellus deutoninfa
Deutoninfa de ‘Parasitellus’ en visión dorsal (Kilmov et al., 2016)

Pero ni el zángano ni la obrera sobreviven al invierno, por lo tanto, asociarse con estas castas de forma definitiva implica para el ácaro un callejón sin salida. Se ha observado que existe cierta transferencia desde estas castas hacia las reinas jóvenes, sobre todo a finales del verano. La deutoninfa que termina en una de ellas no suele separarse ya de ella. De este modo, ya en otoño, la mayor parte de las deutoninfas están sobre reinas jóvenes, que son las que más probabilidades tienen de superar el siguiente invierno.

La flor: estación de escala entre vuelos

Esta transferencia puede realizarse en los nidos, pero también, con mucha frecuencia, se realiza en las flores. Cuando un abejorro cargado de deutoninfas llega a una flor, algunas se desprenden de su cuerpo, caen y apenas tardan dos minutos en entrar en la flor, donde aguardan con paciencia la llegada de otro abejorro.

Cuando llega un nuevo abejorro, los ácaros presentes en la flor trepan por su trompa o por sus patas y, en menos de tres segundos, se alojan en el cuerpo de su nuevo hospedador.

En este tipo de transferencias relacionadas con las flores, los ácaros también discriminan. Si un ácaro cae en una flor sin pétalos —y por tanto, nada atractiva para los abejorros— o en otra parte de la planta, suele abandonar esa zona y se va trepando a la flor más cercana. Una deutoninfa de Parasitellus puede aguardar hasta 24 horas en una flor, a la espera de un abejorro al que subirse.

 

La flor actúa como estación de escala, donde el ácaro se desprenden de un abejorro para subirse a otro —se puede observar al ácaro trepando por la cabeza del abejorro—.

La reina joven, la hospedadora final

Al cambiar de hospedador en las flores, el ácaro tiene más oportunidades de encontrar una reina joven con la que hibernar, pero además puede cambiar de nido varias veces, independizándose de un único linaje de hospedadores, y evitando con ello la endogamia.

Una vez asociada a la reina de abejorro, la deutoninfa pasará todo el invierno junto a ella, en su refugio de hibernación. Cuando la reina funda un nido nuevo, el ácaro muda por última vez y adquiere su forma adulta. Se reproduce y deposita los huevos en el nido, donde el ciclo vital finalmente se cierra.


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