Nueve días y un jarrón
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Arte y Cultura

Nueve días y un jarrón

A primera vista, las calles de San Bartolo Coyotepec – Tzabache en zapoteco – podrían asemejarse a las de una pequeña localidad de las novelas de Juan Rulfo o Elena…


A primera vista, las calles de San Bartolo Coyotepec – Tzabache en zapoteco – podrían asemejarse a las de una pequeña localidad de las novelas de Juan Rulfo o Elena Garro. Me imagino su tranquilidad y cercanía de los vecinos descritas por uno de los grandes exponentes del realismo mágico. Una iglesia de fachada blanca, roja, azul y amarilla. Nada parecido a la austeridad de los pilares de las parroquias españolas. Un culto más alegre, más vivo, más real. Me gustaría entrar, pero las medidas de seguridad por la pandemia – que ha dejado al mundo en vilo – no lo permiten.

 

A la derecha, entre arcos de medio punto y pintura anaranjada, encuentro un mercado de artesanías. Me acerco. Miles de piezas de color negro azabache inundan el suelo y las paredes del recinto. Pregunto a una mujer de mediana edad de dónde proviene el peculiar tono de las artesanías. «Barro negro», me responde.

 

Según camino, encuentro la Alfarería Doña Rosa. Ahí comprendo el origen de la creación de las piezas. El ingenio, paciencia y constante trabajo de Doña Rosa para sacar un negocio adelante. Me alegra saber que fue una mujer quien, a principios del siglo pasado, comenzó lo que hoy es el sustento económico del 95% de la población de San Bartolo. Observo. Piezas de todo tipo: jarrones, vasos, figuras animales, calaveras.

Con la curiosidad de un niño – que a veces trae más desgracias que alegrías, pero que en este caso fue un éxito – pregunto por el proceso de fabricación de las artesanías. La arcilla, ya moldeada, ha de secarse al sol durante cuatro días. Una vez pulida, técnica con la cual adquiere su brillantez, reposa de nuevo bajo el calor de Oaxaca otros cuatro amaneceres.

Posteriormente, la pieza se introduce en el horno a altas temperaturas una media de veinte horas. Un total de nueve días para conseguir un jarrón. Imagino a Doña Rosa, tiempo atrás, realizando con sus propias manos ese laborioso trabajo a diario. La peculiaridad de este tipo de alfarería provoca que miles de turistas, como yo, acudan a esta localidad a 11 kilómetros de la capital para conocer la casa del barro negro.

Si bien no se trata de una novela de Juan Rulfo, me recuerdo lo siguiente: la diferencia entre la Comala de Pedro Páramo y San Bartolo Coyoatepec, es que este último es real.