Emsar abre las puertas al “mundo propio”
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Arte y Cultura

Emsar abre las puertas al “mundo propio”

A manera de retrospectiva, el autor emplea su obra pictórica para reflexionar sobre sus inicios, aceptar sus luchas internas y observar el desarrollo de una pintura vinculada a Oaxaca


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“No tengo mucho tiempo de carrera, sólo ocho años, pero quería mostrar lo que he hecho en este tiempo”, afirma Emsar. Este es su nombre artístico, pero el autor de orígenes mexicano y holandés no duda en presentarse antes como Emilio Sánchez Rijlaarsdam, un joven que nació en Ciudad de México y en la adolescencia se mudó con sus padres y hermano al país de su mamá: Holanda.

Ahí se formó en química, inclinado por la profesión de su madre, aunque años más tarde, al querer seguir con la maestría esta carrera ya no le gustaba tanto. Vio así una posibilidad en la profesión de su padre, la pintura, y en la niñez que con la visita a los museos le había dejado un interés por las artes.

Emsar radica desde hace ocho años en el estado de Oaxaca, de donde es originario su padre, y ha sido aquí el sitio en el que, siguiendo el consejo de su progenitor, ha comenzado y desarrollado su andar en la pintura. En Mundo propio, la exposición que del 22 de noviembre al 10 de diciembre presenta en la galería Shinzaburo Takeda, recrea esos inicios ligados al pop art de Andy Warhol o de Keith Haring.

Las luchas internas en torno al arte que ha aprendido de forma autodidacta y cómo ésta lo ha hecho ver a Oaxaca se plasman en esta retrospectiva que externa los cambios en cuanto a “experimentación, técnica y temática”.
Si se habla de Oaxaca como un estado con fama y efervescencia artística y cultural, ¿qué te ha permitido explorar el radicar en ella?

—En comparación con Holanda, siento a Oaxaca mucho más cultural, más rico en danzas, bailes, artistas, exposiciones, literatura… Lo que me gustó es que a los jóvenes emergentes se les da la oportunidad de mostrar su trabajo. En algunos lugares te demandan carrera, pero empiezas y vas creciendo.
¿Y cómo es Holanda?
—No me tocó la vida de pintor en Holanda porque radiqué aquí (Oaxaca) como pintor. Aunque sé, por las veces que (mi hermano y yo) hemos podido exponer en Holanda, que tienes que pagar para tener espacio o demostrar que realmente has estudiado arte en alguna facultad, lo que yo no hice. Yo llegué a Oaxaca y me puse a pintar. Y mi maestra fue la pintura universal, la que se ha hecho en España, en Holanda, en México…
¿Influyó tu padre en ese aprendizaje?
—No influyó tanto en el aprendizaje. De niño quería enseñarme cómo trabajar la acuarela, pero yo no tenía la paciencia para eso. Quería jugar mis videojuegos. Fue más en el sentido de que con mi mamá nos llevaba a mi hermano y a mí a los museos. Ellos nos metían en la onda cultural, nos mostraban libros de arte a mí y a mi hermano. Eso me ayudó a crear mis propias obras.

Como si se tratara de etapas, la exposición comprende obras inspiradas en el pop art, con piezas que emulan señaléticas, y que surgieron en años como 2011 y 2012, al no saber qué pintar recién llegado a Oaxaca. “Lo que me ayudó fue el pop arte, un estilo muy básico, colorido, accesible y que habla de la vida cotidiana”.
¿Estas piezas invitan a pensar qué hay más allá de lo cotidiano?
—Sí, te da otra perspectiva de la vida, te hace observar, que es lo que hace el arte: ver de nuevo o ver mejor.
Emsar, que ha expuesto series como Viacrucis: su vía dolorosa y mis 7 pecados (Oaxaca de Juárez, galería Vagamundo, 2017) reconoce en los artistas de siglos pasados a las guías de su obra. Por ejemplo, del español Pablo Picasso retoma el cubismo.
“Me gusta la geometría, me gusta lo cubista, y que tiene que ver un poco con lo que hacía en la escuela, en física o química, con los diagramas. Lo bonito de Picasso es que te inspira a crear obra, pero también te puede dominar el hecho de que vas a estar copiando su estilo, que no es el fin. Tienes que formar tu propio lenguaje”, reflexiona el autor que llegó a sentirse dominado por ese estilo.

¿Cómo hiciste para alejarte y conseguir un lenguaje propio?
—Me ayudó enfocarme en otros pintores como (Vincent) van Gogh, Gauguin y Cezanne, por el colorido.
Basado en estos autores empieza a generar obras muy autobiográficas, en las que plasmó lo que sentía en esos momentos: incertidumbre, frustración y tristeza. “No sabía si como artista lo estaba haciendo bien”, explica Emsar, que entonces se percató que, aunque estaba en una nueva ciudad, vivía prácticamente encerrado en el estudio. Y así como ese momento lo llevó a salir y empaparse del nuevo ambiente, aquellos cuadros de 2013 y 2014 ven luz por vez primera. “Las estoy mostrando porque soy lo suficientemente fuerte para darlas a conocer”, refiere Emsar, quien en ese tiempo se pregunta si seguir o no en el arte, y resuelve que sí, pero que lo hará bien.

Mundo propio retoma esos momentos y las luchas internas del autor que dice que gracias a su novia, ahora esposa, conoce la ciudad, la recorre y encuentra en ella a las personas que lo reconectan con su trabajo. También, con el desarrollo de la pintura, ahora con las influencias barrocas de Michelangelo Merisi da Caravaggio o de otros pintores renacentistas, así como en Robert Campin. Así surgen piezas como la de un barrendero y otras con más personajes, como La trinidad, que permite ver la interacción entre personajes o el aislamiento de estos a través de los teléfonos celulares.

“Realmente surgió gracias a esos pintores, gracias al ver sus obras”, apunta Emsar cuando explica que su trabajo está ligado a los autores que le precedieron.