Del frío de la Guerra a la selva de Oaxaca,Susana Wald, una vida
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Arte y Cultura

Del frío de la Guerra a la selva de Oaxaca,Susana Wald, una vida

Su apellido, de origen alemán, significa selva; su travesía por el mundo la ha llevado de la Alemania nazi a su natal Hungría y a diversos refugios en América, desde Chile y Argentina hasta Canadá y San Andrés Huayápam, donde entre árboles y un gran jardín crea sus obras


Del frío de la Guerra a la selva de Oaxaca,Susana Wald, una vida | El Imparcial de Oaxaca

Vive rodeada de vegetación, de árboles que proveen de oxígeno y un sonido que parece melodía cuando el aire pasa entre las hojas. Su casa está construida en lo que fue una ladrillera. Su llegada definitiva a Oaxaca se dio en mayo de 1994 y decidió residir en San Andrés Huayápam, donde cada vez hay mayor número de vecinos.

En el terreno donde una lluvia torrencial acabó con varios de los libros de la mudanza, hay ahora un sistema ecológico que evita la contaminación del suelo. Yacen además decenas de macetas. Las mujeres, dice la artista Susana Wald, siembran sus plantas en recipientes que pueden mover de un lado a otro porque la tierra no les pertenece.

En varias sociedades, son generalmente los hombres quienes heredan, explica la autora chileno-canadiense afincada en un estado que conoció por una de sus hijas, y en el que seguirá, al parecer, hasta que sus energías lo permitan.

Hay quienes la nombran la última surrealista, un movimiento que marca “su modo de vida”, según explica Macarena Bravo en el libro Luna Llena, Susana Wald 80 años. Las facetas de Susana, o Zsuzsa, no conocen límites o definiciones. O quizá sí, pues no podría desempeñarse en física nuclear por más que ame las ciencias. Pero en las artes, ha pintado lo mismo que hecho escultura o gráfica y dibujos. Ha traducido obras literarias (también las ha escrito) y hecho diseño gráfico para varios libros. Ha sido investigadora y enfermera, aunque esto último no lo ejerce pese a que se formó en medicina en la Universidad de Chile.

Susana es un nombre que se menciona en la Biblia católica, aunque no en la judía, “porque no la reconocen”, cuenta. Su apellido, Wald, de origen alemán, significa selva. Nació en Budapest, Hungría (en 1937), en una ciudad a la orilla de un enorme río, el Danubio, que surge en Alemania y se adentra en Austria, Hungría y Rumania hasta llegar al Mar Negro. Es la mayor de dos hermanos de un matrimonio entre un comerciante de caucho y una pianista concertista.

La de su padre era “una familia tradicionalmente culta, lectora”, afecta a la música, al teatro, a la ópera. “Yo tenía 11 años cuando mi papá me lleva a la ópera” para ver El barbero de Sevilla. La pieza le pareció “genial”, la recuerda mientras da pequeños sorbos a una taza de té.

************
Libros, cuadros, máscaras y utensilios de cocina rodean el comedor donde platica de su vida, de lo que siente al ser vista como extranjera, como alguien que en esos momentos parece entender al insecto que está sobre la mesa y ha causado temor o extrañeza a varios.

—No hay posibilidades de hacer nada en Oaxaca sin que te hagan sentir que no eres de acá —expresa.

************
Era niña cuando su familia, de origen judío, se enfrentó al exterminio nazi, en la Segunda Guerra Mundial.
—Se dice fácil aquí Guerra Mundial. Bendito sea Dios, aquí no se puede imaginar eso.

Antes de la guerra, en Hungría habíamos 700 mil judíos, en una población de 10 millones, era una minoría grande. Después de la guerra quedamos 100 mil. Durante ésta, mi padre está obligado a hacer trabajos forzados, por ser judío, y mi madre se convierte al catolicismo.

Los cuatro integrantes de la familia estuvieron en una fila de judíos que aguantaban el frío de la nieve, en un camino hacia el exterminio en Auschwitz.

Yo ya estaba en esa cola y vino un sueco, Raoul Wallenberg. Él vino de Suecia, no era judío. Se interesó en esto de que había una injusticia y había que hacer algo. 100 mil personas le debemos la vida. Él nos sacó de la cola a mí y a mi familia y nos llevó a la legación sueca.

Eso fue en diciembre de 1944. Al término de la guerra, la elección del 45 dio la victoria al partido Socialdemócrata en Hungría. En el 48, ya instalado el Partido Comunista en Hungría, el contexto se vuelve adverso para la familia, así que decide emigrar, en abril de 1949.

Pero la salida del país les cuesta la nacionalidad, también un gran desembolso monetario y el pasar tres meses en Italia, antes de llegar al continente americano, para reunirse con parte de la familia de su padre. No sin antes pasar 21 días a bordo de una embarcación junto a sus padres y su hermano menor, Juan.

—Llegamos a Buenos Aires, Argentina, con papeles que nos dio la Cruz Roja, que son los papeles de identidad que tengo.

Tan pronto pisaron tierras de Sudamérica, Susana ingresó a la escuela pública más cercana a la pensión en que se alojaban. En los años siguientes, hubo que cambiar de domicilio y de escuela. Más tarde entraría a la Escuela Nacional de Cerámica, en la que tendría sus primeras prácticas en el arte. Desde la adolescencia, se percata de que lo suyo es el arte.

************
Wald se casó a los 19 años, con un hombre que conoce a los 17 y que se convierte en el padre de sus dos primeros hijos, que nacen en Santiago de Chile, luego de la mudanza al país donde adquiere su primera nacionalidad tras perder la húngara. La vida familiar cambia cuando conoce a Ludwig Zeller, su actual compañero de vida y con quien gesta a otro hijo. “Tengo un cuarto hijo que tenía Zeller cuando nos conocimos, así que considero que tengo cuatro hijos”, expresa con sinceridad.

************
Cuando decide estudiar medicina, Susana es ya alguien que ha optado por abandonar la cerámica. Años más tarde, en la misma casa de estudios donde aprende de esta disciplina, conoce al poeta y collagista Ludwig Zeller, quien entonces era curador de la galería de artes plásticas del Ministerio de Educación y le propone montar una exposición, en 1963.

—Él se arriesga en esto.

Ambos, Susana y Ludwig crearon La Casa de la Luna, en 1968, e impulsaron varias exposiciones en dicha ciudad, también en Canadá y México.

A la primera exposición individual de Susana han seguido varias que reunió en un libro publicado en 2003, con el que celebró los primeros 40 años de su trabajo profesional en la plástica. Su trayectoria la percibe como una en la que el arte busca caminos en terrenos complicados. Y quien hace esto último, explica, es Jorge Pech, a quien también “le echan encima que no es de acá”, por nacer en Yucatán y tener apellido maya.

************
La artista multidisciplinaria se crió en una familia bilingüe, también católica y fue muy observante hasta que siendo adulta se declara un dogma en la iglesia y decide no seguirlo. Su confesor le explica que los dogmas son obligatorios de creer, pero ella responde que “la fe es una gracia de Dios” y que no podía creer por obligación, pues le parecía absurdo.

—Me dijo que no había remedio, entonces, salí de la iglesia y no he vuelto.

Para entonces Susana ya estaba en edad de votar.

A la autora de Spanish for Dummies, Casa de la Luna e Intuiciones y obsesiones le interesa la religión, pero todas las jerarquías de este sistema le parecen aborrecibles. “Creo que hay un impulso interior en los seres humanos que lleva a las cosas que entendemos como religión, y eso es un impulso básico, específico, humano y para mí muy elemental.

Es respetuosa, aclara, pues las creencias de cada quien han de respetarse, por tratarse de “un asunto interior”.

—La libertad religiosa me parece que debe mantenerse y los conflictos religiosos deben abolirse por completo. Hemos tenido recientemente una parte que la gente muere porque son musulmanes o porque son cristianos. No puede ser. Todos los fanatismos me son ajenos. Y hay religiones muy específicas que no se consideran religiones. Hay organizaciones políticas como el Partido Comunista que está organizado como una religión, pero eso no se discute.

************
Patas, una can que habita en su casa, trata de acompañar a su dueña en cada movimiento. Por momentos está en el pasillo que conecta el acceso con la cocina, otras veces la sigue por el patio donde ha sembrado árboles y construido un vivero. Ahora secos por el estiaje, esos ejemplares de lo que parece un jardín inglés sobreviven y se aferran a la vida como lo hace su cuidadora, quien ha sabido que una dosis de agua a la semana, en los primeros cuatro o cinco años, asegurará un crecimiento, y de ahí aquel ser vivo aprende a resistir.

Mientras pasea por su jardín, Susana habla de los 150 árboles sembrados, de los planes para construir ahí una escuela de arte para mujeres. Habla poco de su percepción sobre el arte en Oaxaca y evita soltar calificativos. Prefiere hablar de otras cosas, como de esa institución para impulsar a mujeres artistas, especialmente a quienes son de alguna comunidad indígena.

************
En cada oportunidad, cuando se presenta o habla de sí, Susana recuerda que su apellido significa selva. Quizá por ello su vida, sus cuadros y su entorno evocan ese significado. Algunas de las mujeres que pinta parecen asomarse entre las hojas de una especie indefinida, sean estas creadas a lápiz o con óleos sobre telas.

Sus piezas tienen siempre a mujeres como protagonistas, ya sea deidades femeninas o en elementos que remiten a lo femenino, como la luna. En estas escenas e historias deja ver sus preocupaciones, las relacionadas con el papel y los derechos de la mujer, de un género que hace varios años ha visto muy relacionado o relegado a los ambientes de “la cocina y la cuna”. La naturaleza, la conciencia ecológica y la literatura pueblan una obra que ha dejado ver en muestras individuales en Alemania, Bélgica, Canadá, Chile, España y Estados Unidos. También en Francia, Islandia, México y Venezuela.

En lo colectivo, tanto ella como su compañero han compartido espacio con otros artistas de América. Por ejemplo, en la XLII Bienal de Venecia (1986) y en la exposición itinerante Iberoamérica Pinta (1997-2000), organizada por la UNESCO.

Entrada en la selva oscura es una de sus obras más recientes. De tipo individual, fue presentada en 2017 en la ciudad de Oaxaca. En esta misma ciudad compartió La vida sí vale. Junto a otras compañeras, está ahora en Sendero de espejos, en el Museo de los Pintores Oaxaqueños. Esta última es parte de una muestra gestada con el Colectivo Arte Guenda, que aglutina a creadoras mexicanas y nacidas en otros países, pero que coinciden en Oaxaca.

************
En Canadá, donde vivió 24 años, Susana tenía una editorial llamada Oasis Publications. Ahí adquirió su segunda nacionalidad. En reiteradas ocasiones ha confesado sus ganas por tener la mexicana, pero reconoce que eso no se puede.

A la vez que quisiera ser de esta tierra, la que ahora habita y en donde no falta quien la ubique muy pronto como alguien que se integra, las incomodidades y actitudes de otras personas la siguen relegando. A Susana le pasó, a su llegada a Oaxaca, que cuando preguntó algo, la respuesta fue dirigida a su marido. Es, dice, como si ella pareciera la propiedad de un hombre, como lo es una silla, un perro o un gato.
—Me afectó muchísimo.
—¿Aún le pasa eso?
—No. Ahora no me importa.