Árboles de la vida, arte de Puebla en Oaxaca
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Arte y Cultura

Árboles de la vida, arte de Puebla en Oaxaca

La familia Castillo, de Izúcar de Matamoros, expone una serie de obras que hablan de la historia y tradiciones de su comunidad


En la familia Castillo, originaria de Izúcar de Matamoros, Puebla, se ha mantenido y difundido la creación en barro policromado, especialmente a través de los árboles de la vida y de otros más que retoman las tradiciones de la comunidad. Esta labor, que ha dado vida al taller familiar Alfonso Castillo Orta, se ha extendido a 15 talleres más que se ubican en los 14 barrios de Izúcar.

Este sábado, parte del trabajo de las cinco generaciones de creadores se presentó en la exposición que por tres semanas tendrá la galería La Mano Mágica (Macedonio Alcalá 203, Centro). En ella, los artesanos de Izúcar muestran las diversas posibilidades del barro policromado, en piezas que han llevado a galerías y foros de México y Estados Unidos.

Alfonso Castillo Hernández, hijo del fallecido artesano Alfonso Castillo Orta, comenta que la exposición reúne las piezas del taller familiar, en el que laboran su madre, sus cinco hermanos, las esposas de los dos hermanos y a los nietos. Los árboles de la vida, señala son la artesanía más conocida del barro policromado de Izúcar de Matamoros y que proviene de una historia que mezcla a las culturas olmeca y europea.

“Nos platicaban mis abuelos que (los árboles) eran algo tradicional que se hacía de generación en generación porque antiguamente la cultura olmeca de Izúcar hacía un árbol de la vida, pero muy diferente al que conocemos las generaciones de ahora”.

El árbol de la vida prehispánico se compone de la figura de un hombre águila, que es el que protegía a las familias; a los lados iban el sol y la luna, que representaban el universo, y abajo habían piezas que representaban a una familia.

“Cuando una pareja se casaba les regalaban un árbol porque también era el árbol de la fertilidad”, detalla. Asimismo, que en el momento en que el matrimonio iniciaba una familia, también recibía como reglado ese árbol, considerado igualmente como árbol de la fertilidad y estaba hecho de madera. “A los siete años, quemaban ese árbol y le regalaban otro árbol”.

Sin embargo, es en tiempos de la Colonia cuando comienzan los cambios en torno a esta pieza. “Llegaron los primeros misioneros y vieron que en esta comunidad le daban mucho valor a ese árbol”, y fue entonces que las dos culturas se mezclaron: de la primera se retomó el árbol y de la europea las ideas religiosas en torno a Adán y Eva.

El artesano explica que su familia es la que impulsó mayormente estas creaciones, lo que después se transmitió a otros artesanos, debido a la popularidad de las mismas y su demanda. Es así que surgen más tallares.

“Primero era la familia Castillo, que empezó a darles trabajo a los jóvenes y ahora ellos tienen sus propios talleres, que en total son 15 en Izúcar de Matamoros”.

El barro que se emplea para estas obras proviene de un lugar muy cercano del volcán, además de que para su elaboración, las piezas se someten a un quemado con temperaturas de 800 grados. El pintado, comenta, es lo más laborioso del proceso e incluso demanda la participación de varios miembros de la familia.

Además de los árboles de la vida, la familia Castillo expone otras piezas derivadas de su imaginación y tradiciones. “Ahora hacemos sahumerios, el árbol del chocolate, el del mole, el de la primavera”, entre otras piezas que también se incluyen en la exposición y que, refiere el artesano, parten de la intención porque las generaciones jóvenes conozcan las tradiciones, historia y costumbres de su comunidad.