–Aquí los paneles, le digo, ‘¡Gracias a Dios porque ya los trajieron!’ Anteriormente no había luz, estaba oscuro todo. Era con candil, cuando uno duerme y así.
Es Don Valente Rojas, habitante de la comunidad de pescadores de Cachimbo, en el municipio de San Francisco Ixhuatán al Sureste de Oaxaca, quien desde hace más de 73 años vive en esta especie de isla, de clima selvático y acceso complejo, ya que para llegar a esta población es necesario tomar una lancha de motor y adentrarse al mar durante una hora u hora y media, o aventurarse en una camioneta que permita transitar durante tres horas por los caminos de tierra y vegetación hasta llegar al pueblo más cercano.
Cruzando el “Mar Muerto”, un brazo de mar del Océano Pacífico.
En el ambiente se escucha “Déjame amarte otra vez”, de Lupe Esparza, una tonada que lo alegra y permite sobrellevar su retiro. Permanece sentado en una silla, disfrutando la mañana en compañía de su pequeña nieta y frente a un montón de pilas tiradas en la tierra alrededor de su asiento, que parecía que ya tenían varios meses acumulándose en el lugar. Así, Don Valente nos permite hacerle algunas preguntas sobre su vida y la trascendencia de contar con electricidad en su hogar.
Inicia recordando la participación de Iberdrola México y el programa de Luces de Esperanza que de la mano de IluMéxico han instalado paneles solares y almacenamiento en su comunidad.
–Este lugarcito estaba abandonado; ahorita no, porque ahora ya viene la gente. Mire, ustedes vienen desde México, gracias a ustedes también que recuerdan todo este pesquerío.
Y sobre las pilas, con una sonrisa franca y un poco avergonzado dijo que eran muchas pilas tiradas por las lámparas (de mano) –que utilizaban a falta de luz eléctrica–, pero que “vamos a recoger todo, no las vamos a dejar tiradas ahí”.
Para la mayor parte de los mexicanos “tener “luz” es solo cuestión de apretar un interruptor y con un simple click logramos cubrir algunas necesidades básicas como conservar y preparar nuestros alimentos, estudiar, trabajar, tener mayor seguridad contra la delincuencia o animales salvajes en las comunidades y hasta contar con fuentes de información y entretenimiento.
Hilarión Navarrete, agente Municipal de Cachimbo, nos describe cómo los paneles solares les ha cambiado la vida:
–Nos está ayudando hasta para cuchillar el pescado que llega de noche, el pescado que trajimos bien bonito para salar o echar en hielo…, lo almacenamos pa´l otro día, que aguante. Ya no vamos a acuchillar y ya nos dormimos luego, pero si no hay esa luz, a veces ponemos un foco en la cabeza, de mano, con pila, le prendemos y le estamos cuchillando para que no corten su mano, su dedo. ¡Tienes que ver el cuchillo! Ahorita estamos viendo las noticias, lo que está pasando en otro lado… las noticias que pasan, qué están haciendo en Israel, que ahorita está en guerra, todo eso… Antes no podíamos ver que está pasando en otro lado.

También nos contó, emocionado, que ya pueden escuchar música y protegerse de los animales que los joden y quitan la comida para el otro día.
–Ya no llegan los animales, que le dicen el mapache, a comer la gallina, los patos. A veces lo comen, los joden, lo llevan al monte.
Parece cuento de terror, pero a más de un siglo de que llegó la industria eléctrica a nuestro país y a pesar de la evolución tecnológica en el mundo, actualmente aún hay más de un millón de personas en México que llevan más de cien años de estar oscuridad. Según los propios datos del gobierno, unas 45,000 localidades en México no cuentan con energía eléctrica.
El problema es la distancia a la red de distribución del Sistema Eléctrico Nacional. Llegar a Cachimbo sería muy caro para dar servicio a tan poca gente, la solución es electrificar a estos aislados mediante la instalación de pequeños generadores –módulos fotovoltaicos– que es hoy uno de los proyectos sociales prioritarios de una empresa española para beneficiar a las comunidades donde tienen presencia.
Cachimbo ha padecido una verdadera intermitencia eléctrica en los últimos 10 años, ya que en dos ocasiones previas les instalaron paneles solares. Pero una vez puestos, no había quién les ayudara con el mantenimiento o la reparación. Y fue en el 2013, con el huracán Bárbara, cuando las cosas cambiaron radicalmente… ¡Cachimbo volvió a quedar en la oscuridad! A decir de Felipe Orozco, pescador de aproximadamente 37 años, su papá contaba con un panel, “pero pegó el viento, lo tiró y se descompuso”, entonces ya no tuvieron electricidad. La única escuela del lugar cerró sus puertas y una buena parte de la población migró a pueblos vecinos para poder ofrecer mejor calidad de vida a sus familias, como él, que migró a Punta Flor, pero sus padres se quedaron en la isla, viviendo en la penumbra.
Hoy nuevamente se enciende una nueva luz de esperanza para los habitantes de Cachimbo, ya que gracias al programa “Luces de Esperanza” de Iberdrola México y el apoyo de IluMéxico, los isleños podrán asegurar la energía eléctrica por al menos cinco años, ya que además de la instalación de un sistema eléctrico integral –paneles solares–, la empresa eólica apoyará con el 80% del pago de la anualidad y el municipio de Ixhuatán con el otro 20%.