Ninguna autoridad federal ha intervenido de forma decidida en la problemática que genera la operación ilegal del tiradero de basura sobre el playón del Río Atoyac, aún y cuando es zona federal.
A escasos 100 metros del primer basurero clandestino habilitado por CATEM sobre la margen derecha del afluente, comerciantes tratan de evitar el olor penetrante que inunda sus negocios.
Sin embargo, los cubrebocas de tela que portan de poco sirven para su cometido.
Eunice sale a la puerta de la frutería y señala las montañas de basura acumulada a lo largo de los meses en uno de los playones del río Atoyac, “¿cuándo se las van a llevar?, cuestiona.
Ubicada en la parte posterior al llamado Mercado de Madera, es más común observar nubes de moscas, “esas llegaron con el calor, las lluvias y todo lo que hay enfrente, pero nadie puede con ellos (recolectores particulares)”.
Recuerda la tarde que unos valientes inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) se atrevieron a entrar al centro del tiradero irregular y fueron corridos del sitio, además de sufrir riesgo de agresiones físicas.
Como esta vendedora, otros más se suman a la condena por la omisión o temor de las dependencias federales, encargadas del medio ambiente y del agua, dado que siguen sin intervenir.
Incluso también solicitan al ayuntamiento capitalino que sanee el sitio que ocupó en un segundo playón del Atoyac como sitio de transferencia de basura de todo tipo y que genera más contaminación en la zona.
No es posible que las propias autoridades y los policías que están a unos 300 metros no puedan echarlos del lugar y evitar que más camionetas entren a dejar desechos”, cuestionan.
De igual manera, subrayan el desinterés de los gobiernos por las personas que a diario trabajan en el Mercado de Abasto, en el Mercado de Madera y zona de Bodegas y que está expuesta a la contaminación ambiental, por necesidad de tener empleo.
Confían en que con el nuevo tiradero a ubicarse en San Lorenzo Albarradas se termine con el abuso de CATEM y la impunidad con la que operan todos los días, los recolectores privados.
