Juárez llegó a Saltillo hace 154 años.
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Juárez llegó a Saltillo hace 154 años.

 


El 9 de enero de 1864, hace 154 años a las doce del día, entró Don Benito Juárez a Saltillo, por lo que hoy conocemos como la calle de Miguel Hidalgo. Había un camino real que conducía desde la ciudad de México hasta San Antonio, Texas, seguramente en algunos tramos tenía piedras pero en otros el paso de las carretas iba afirmando el terreno. Don Benito en un carruaje tirado por caballos realizó ese viaje del 22 de diciembre al 9 de enero, pernoctó en Real de Catorce y antes de entrar a Saltillo que en ese tiempo tenía 18 mil habitantes, durmió en la Hacienda de Buenavista.
Es por eso que entre Coahuila y Oaxaca existen lazos indisolubles e inexplicables.

Una copiosa correspondencia unía a Juárez con su esposa y su yerno, que ya estaban en Saltillo. Él informaba de los avances del ejército invasor y de alguna de sus estrategias y objetivos, y ellos le informaban de la forma cómo habían sido recibidos y tratados. Con esa información y la que le daba su gabinete tomó la decisión de llevar los poderes de la República hacia la Villa de Santiago del Saltillo.

El norte siempre ha sido refugio de los perseguidos, Miguel Hidalgo y Costilla pensó también que en el altiplano árido de Coahuila, encontraría un refugio para continuar su campaña libertaria. No fue así. Juárez, buscó refugio donde no llegaran las huestes realistas y conservadoras, ya que en ese momento su cabeza era fundamental para el triunfo del imperio apoyado por Napoleón.

(Viene de la 1B)

Saltillo tiene ahora más de 680,000 habitantes. Es una de las principales ciudades industriales del país, en ella se generan dos de cada cinco automóviles que se hacen en México, se producen carros de ferrocarril, y una gran variedad de artículos industriales que dan trabajo a un 80% o más de la población económicamente activa. Con el carbón que se extrae de las entrañas de Coahuila se alimentan las siderúrgicas y las termoeléctricas que producen acero y electricidad. Perfectamente intercomunicado, Saltillo cuenta hoy con una infraestructura que la hace una de las ciudades con mejor calidad de vida. Cuenta con una infraestructura educativa de primer nivel donde se forman generaciones de profesionistas. Tiene algunos de los mejores museos de la región, y su clima no ha variado sigue siendo extremoso y está formando por gente recia y trabajadora.
En 1864, Saltillo tenía cerca de 18 mil habitantes. Su espacio territorial no llegaba más allá de dos kilómetros cuadrados. La ciudad estaba dividida en dos partes: la tlaxcalteca que empezaba en la iglesia de San Esteban de la Nueva Tlaxcala y llegaba hasta la Alameda y la española que iba de la Plaza de Armas hasta el Ojo de Agua. En el barrio español, la traza era simétrica, no era así en el barrio tlaxcalteca. Del Ojo de Agua bajaba una vereda sinuosa que se convirtió en el camino real por esa entrada que venía de la ciudad de San Luis Potosí, llegó don Benito Juárez.

En esa época, Saltillo tenía huertos de manzana, de perón y de membrillo, con las que se elaboraban cajetas y conservas; estas huertas rodeaban las casas que eran de altos techos de adobe, morillos y tablones que se impermeabilizaban con arena de río. Tenían espaciosos zaguanes, macetas y puertas y ventanas que daban a la calle formando hileras de fachadas que daban uniformidad a las calles. Otra industria además de la de elaborar conservas y cajetas eran los telares donde se producían tejidos para hacer ropa y el tradicional sarape de Saltillo. Se hacían frazadas, camisas y tapetes de vistosos colores empleando como material la fibra de la lechuguilla e hilos y fibras importadas.

Eran famosas la feria de Saltillo, a ella concurrían mercaderes de toda la República, uno de ellos trajo la noticia de que Hidalgo había proclamado la Independencia de México y se había lanzado a la lucha. En ese tiempo uno de los espectáculos tradicionales eran las corridas de toros donde se presentaban afamados toreros de la época. Se cuenta que Ignacio Allende venía de San Miguel, Guanajuato a las corridas de toros y él mismo, aficionado a la fiesta taurina, lidiaba unos cuantos becerros. Había una pequeña fábrica de hilados y tejidos llamada El labrador y después se instalaron otras junto con los molinos de grano.

En ese tiempo Saltillo atravesaba por una difícil situación política, Vidaurri había anexado Coahuila a Nuevo León, de manera que no existía un gobernador y los alcaldes dependían del humor de Santiago Vidaurri, quien en su afán expansionista trataba de formar la República de Río Grande o la República de la Sierra Madre formada por Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.

Juárez, como buen político y detentador de los poderes de la República, preparó con cuidado su llegada a Saltillo. Pernoctó un día antes en la Hacienda de Buenavista que está a 10 leguas de nuestra ciudad, arregló su ropa, limpió su carruaje y esperó a la comisión de notables que iban a recibirlo.
Don Pedro Pereyra había organizado un programa que consistía en darle la bienvenida al presidente Juárez en la Hacienda de Buenavista acompañado de dos regidores, previamente había hecho un llamado al vecindario para que adornaran los frentes de sus casas con cortinas y colgaduras.
El alcalde le encargó al licenciado Manuel Gómez Cárdenas un discurso de bienvenida y prepararon bandas de música a la entrada de la ciudad y en la casa donde se hospedaría el oaxaqueño que queda al sur de lo que hoy es la Catedral de Santiago.

Para el número de habitantes que tenía Saltillo, la recepción fue imponente, casi todas las 20 mil personas estuvieron a recibirlo formando una compacta multitud que echó vivas a la República y al hoy Benemérito de las Américas, quien llegó acompañado de algunas de las figuras principales que formaban el grupo de la reforma, entre ellos figuraban Francisco Zarco, Guillermo Prieto y Lerdo de Tejada. Instalaron su nuevo Palacio Nacional, en la hoy Casa Pereyra, en donde empezó a recibir comisiones de los habitantes de Saltillo que con su franqueza e informalidad sorprendieron al Benemérito. Muchos de ellos ofrecieron su hacienda y su vida para la defensa de la patria y al mismo tiempo manifestaron su inconformidad del yugo que sufría Saltillo por parte de Santiago Vidaurri quien se había anexado a Coahuila y pretendiendo formar la República de la “Sierra Madre” y se apropiaba de los impuestos de las aduanas fronterizas.

Aquí en Saltillo, el Palacio de Gobierno se había incendiado el mismo año en que Vidaurri anexa Coahuila y Nuevo León, se destruye el incipiente Archivo Histórico y se pierden documentos tan importantes como el acta de fundación de la ciudad. En un principio en el Palacio de Gobierno estaban todos los poderes, legislativo, ejecutivo y judicial pero a partir del incendio de 1856, las autoridades andan de la seca a la meca y el poder legislativo y ejecutivo se van a Nuevo León.

Nunca pensó Vidaurri que la llegada de Juárez a Saltillo iba a ser el principio del fin del cacique nuevoleonés. Juárez crea en Saltillo la primera oficina de Hacienda, se organizan pequeñas cooperativas y asociaciones mutualistas que auspició don Francisco Zarco, y sobre todo se erige nuevamente el estado de Coahuila separándose de Nuevo León por el Decreto del 24 de febrero, quedando como capital la ciudad de Saltillo.
La llegada de Juárez a Saltillo representa sin duda alguna el encuentro de dos culturas, la del pueblo oaxaqueño con toda su magia, su misterio, su formalidad con el altiplano árido tierra de hombres semi-nómadas, recién sembrados en el desierto y que hasta esos momentos formaban parte de la última frontera mexicana.

Saltillo tiene ahora cerca de un millón de habitantes. Es una de las principales ciudades industriales del país. Tiene algunos de los mejores museos de la región, y su clima no ha variado sigue siendo extremoso, su gente es recia y trabajadora.

Oaxaca sigue debatiéndose en el subdesarrollo y en la falta de empleo, nuestras universidades están en crisis y las instituciones en bancarrota. ¿Qué define el destino de los pueblos? Tenemos grandes hombres que han modificado a la nación, Juárez y Porfirio Díaz, y desgraciadamente tenemos también a esos seres mezquinos y miserables que truncan cualquier posibilidad de desarrollo.

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