Seguridad a cuentagotas
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Editorial

Seguridad a cuentagotas

 


Sin ánimo de criticar o poner en tela de juicio la postura del gobernador Alejandro Murat, quien insiste en cada uno de sus mensajes al respecto, que Oaxaca sigue apareciendo como una entidad segura, hasta el fin de semana pasado, la estadística que llevamos en EL IMPARCIAL. El Mejor diario de Oaxaca, da cuenta de al menos 40 homicidios dolosos, entre los cuales sobresalen ocho feminicidios. Insistimos en que no hay que darle la espalda a la realidad, tan cruda como ésta sea. Oaxaca vive momentos terribles de inseguridad. No es fortuito que algunas de nuestras principales ciudades aparezcan como las más violentas en el país. Empresarios y notables de Juchitán de Zaragoza, por ejemplo, han pedido auxilio al gobierno federal y estatal, en demanda de que ya termine la inseguridad en dicha ciudad. Los homicidios y ejecuciones en plena vía pública, pero sobre todo en la fatídica Séptima Sección, continúan como si nada. No hay un solo día en que no se cometa ahí algún crimen. El territorio teco –como lo hemos comentado aquí mismo en espacios anteriores- es catalogado hoy en día como el más peligroso en el estado.

Hace unos días comentamos que luego de un sonado triple homicidio perpetrado el 2 de junio, justo en pleno proceso electoral, el gobierno de Alejandro Murat puso en marcha un operativo mixto, policial y castrense, para dar con los responsables del aberrante crimen. Nada se logró. Estando ahí Policía Federal y Ejército Mexicano, las bandas criminales seguían cometiendo sus fechorías. Es evidente que lo que está en juego ahí son cuestiones ligadas al tráfico de estupefacientes, robo de gasolina, asaltos a bancos, extorsión y el abominable cobro por derecho de piso. No son cuestiones menores, por ello es tal la saña con la que acribillan sin más a operadores de moto-taxis sin recato alguno. Con la puesta en marcha del operativo contra el huachicoleo, sin duda la inseguridad se habrá de exacerbar en Juchitán, habida cuenta de que los grupos criminales que ahí operan han diversificado sus operaciones. Ya no sólo controlan el tráfico de indocumentados, el trasiego de droga y otras, sino asimismo el robo de ductos de Petróleos Mexicanos. Y muchos de esos crímenes en los que también mujeres resultan víctimas son considerados ajustes de cuentas entre bandas dedicadas a la venta de droga. La inseguridad que otorga el Estado pues, es a cuentagotas.

Urgen acciones enérgicas

Es impresionante el crecimiento del comercio en la vía pública en la capital oaxaqueña sin que el gobierno de la ciudad haya tomado cartas en el asunto. La plaga de ambulantes ha cubierto prácticamente todo el Centro Histórico, como puede observarse por ejemplo en las calles de Bustamante, en donde los puestos llegan hasta la calle de Arista e invaden el Jardín San Francisco. Nuestra insistencia no es fortuita: la imagen de nuestra capital es deprimente, deplorable y de suciedad. No se trata –insistimos- de poner en tela de juicio el derecho de miles de ciudadanos de ganarse la vida vendiendo tal o cual mercancía, sino el hecho –ése sí desafortunado- de querer hacer de la vía pública negocio particular o de sus dirigentes, que son los que se llevan las rentas. Cada día se advierte más la mancha urbana del comercio informal, no obstante la protesta del comercio establecido ante lo que se ha calificado como una competencia desleal. Si bien es cierto que el gobierno citadino tiene justo tres semanas de haber iniciado en una nueva gestión, no es un secreto que tiene ante sí uno de los problemas más graves de la gobernabilidad citadina: el comercio ambulante, que amenaza con seguirse reproduciéndose.

La proliferación de puestos tanto de mercancías como de comida rápida, papas fritas, hamburguesas, fritanga, tortas, productos chinos, artesanía de Guatemala y mil cosas más que ahí se expenden, también conllevan otro problema: generan basura, suciedad, hediondez. Sin ánimo discriminatorio, tampoco los que usan la calle para vender se preocupan del aseo de calles y banquetas. Están como el resto de la ciudadanía esperando que las autoridades hagan la chamba. Sólo hay que ver la cantidad de grasa que queda vertida en el pavimento o las losetas de nuestro Centro Histórico, en ciertos sitios en donde se preparan y venden papas fritas, para darse cuenta del deterioro de la imagen urbana. Sin duda alguna hay centenas de puestos que carecen de permiso y, por tanto, expenden en la vía pública de manera ilegal. Y es que pese a la promesa de las autoridades de acotar, regular o limitar el crecimiento de este comercio informal, sigue creciendo y multiplicándose sin ninguna acción enérgica de las autoridades. Hay ciudades que tienen el reconocimiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO como nuestra capital, y han tenido éxito en combatir el comercio informal. Ojalá les copiemos.