Sin identidad y memoria histórica ancestral no existe la democracia
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Toltecáyotl

Sin identidad y memoria histórica ancestral no existe la democracia

 


Lo que hoy es México forma parte de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, y la que alcanzó la más alta calidad de vida para todo el pueblo durante más de diez siglos.
En 1519 se inició una invasión y ocupación por parte de la corona española con el objetivo de explotar a los nativos y depredar sus recursos naturales. En 1824, un puñado de criollos y gachupines crean México. Un país de ellos y para ellos, en dónde los pueblos indígenas, que eran la mayoría, no contaban más que como carne de cañón y mano de obra esclava. En 1828, los criollos expulsan a los gachupines de “su país” y se quedan peleando durante el siglo XIX en dos bandos, en medio de desastrosas invasiones, hasta que finalmente ganaron los liberales, e inician, con el gobierno de Díaz “el progreso de su país”, con la sangre del pueblo. Los E.U. utilizan el estallido social de 1910 para sacar a las potencias europeas de México y quedarse con “su traspatio”.
Los gobiernos postrevolucionarios inician con la economía mixta un modelo desarrollista para su país, con una dictadura perfecta, el PRI. En 1982 el neoliberalismo se apodera de México y los gobiernos se someten mansamente al gobierno global. Actualmente México está al borde de la banca rota moral, ética, económica, política, educativa y cultural.
Los gobiernos del Estado mexicano, fueran pro españoles, pro franceses o ahora, pro norteamericanos. Nunca han tomado a la cultura Madre como un referente para construir “su país”. Por el contrario, la cultura de “los naturales” siempre fue demoniaca, primitiva y renuente a cristianizarse, civilizarse, modernizarse, progresar y entrar a la modernidad.
La cultura, la sabiduría, las tradiciones de la civilización Madre, jamás han sido tomadas como elementos válidos para construir esta nación. Los herederos de la sabiduría ancestral han sido tomados como indeseables extranjeros, despreciados y rechazados, cerrándoles todas las puertas y las opciones por parte de la cultura y el poder dominante.
El problema es que “los despreciados e ignorados”, son la gran mayoría de este país. Los diez “mexicanos” que tienen los ingresos de 60 millones de pobres, son claramente, como lo expuso Bonfil Batalla, “El México imaginario y el México profundo”. Ante el fracaso de los neoliberales, tercamente, vuelven a aparecer los “liberales del siglo XXI, pero con las mismas ideas del siglo XIX. No han entendido que este pueblo es milenariamente comunitario y que el liberalismo (en cualquiera de sus formas), es un producto europeo. Que “el progreso, la modernidad y la globalización”, no ha funcionado, ni funcionará en esta civilización, en este modelo cultural milenario. No se trata de “los pueblos originarios”, se trata de la mayoría del pueblo de este país que, culturalmente, su mestizaje está más cercano a la Cultura Madre, que a las culturas occidentales.
El Anáhuac y sus pueblos son tan antiguos como China e India. La diferencia con estas naciones, es que en ellas, el futuro lo construyen con los más firmes cimientos de su milenario pasado, y que, quienes dirigen a estas naciones, son gente de estas culturas, que conocen su historia y su cultura ancestral, aman a su pueblo y a su tierra. En México, desde 1824, los que han tenido y tienen el poder, son gente que se siente y actúa como extranjeros, desconocen y desprecian su milenaria historia y cultura, pero, por sobre todas las cosas, tienen un inexplicable desprecio por el pueblo. En efecto, no aman al pueblo como sus hermanos, no les preocupa, no tienen compasión, el salario mínimo es el referente más descarnado de su empatía “por el otro”, el morenito.
Para las élites en el poder, sean descendientes de españoles, libaneses, franceses o judíos, este país y su pueblo solo sirve para hacerse inmensamente ricos, en medio de la pobreza generalizada.
Lo que nunca han hecho los gobiernos del Estado necolonial criollo mexicano, es trabajar por el desarrollo y plenitud de los pueblos y culturas originarias de la Civilización Madre. Por el contrario, se han dedicado, como en la Colonia, a destruir e ignorar el potencial cultural de la sabiduría ancestral (Toltecáyotl). La destrucción de la memoria histórica y la identidad cultural ancestral ha sido el más importante mecanismo para someter al pueblo de este país, que en su mayoría es descendiente cultural de la Civilización Madre.
El pueblo ha quedado amnésico y vive como zombi su explotación y la depredación de sus riquezas.
El nuevo Gobierno debe restituir la memoria histórica y la identidad cultural ancestral del pueblo para que tenga conciencia y se autodetermine.
Sin conciencia no existen, la democracia, la dignidad y la autodeterminación. Descolonizar es dignificar.

www.toltecayotl.org