Historia de vida: Risas y juegos entre el polvo
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Historia de vida: Risas y juegos entre el polvo

La señora Dionisia y sus 7 pequeños hijos, viven en una casa de lámina sin los servicios básicos en Loma de Talco, Tilcajete; los frijoles de olla le rinden para tres días, al menos tienen algo seguro para comer


Historia de vida: Risas y juegos entre el polvo | El Imparcial de Oaxaca

Loma de Talco.

El fuerte viento azota las paredes de lámina color azul, en cuyo interior entre juegos y peleas pasan las horas seis niños y una niña, carentes de la mayoría de los servicios básicos.

La señora Dionisia Álvarez Morales no estaba, había acudido a ayudar en sofocar un incendio que amenazaba con llegar hasta su humilde vivienda.

“Mamá, mamá”, llegan diciendo Iván, Toño y Ángel. Los niños entre risas y juegos arriban a su domicilio localizado a varios metros de la carretera de la Cuesta de Ocotlán, donde el fuerte aire de la tarde, provoca intenso polvo.

Llegan y dejan sus mochilas de la escuela sobre la banca colocada a un lado de la mesa que sirve para la comida, almuerzo y cena.

Los niños le dicen a Fátima, la hermana que hubiera ido a la escuela, pero se quedó cuidando a su hermanito Boris, que les regalaron dos cuentos.

Sacan los libros de la mochila y se lo presumen para empezar a hojearlos inmediatamente.

Fátima Guadalupe sale del interior de la casa con su hermano Boris en sus brazos. El pequeño apenas tiene un año pero ya camina, ya quiere hablar, cuentan con mucha emoción los niños.

¡Allá viene mamá!, se oye decir entre los niños. La señora Dionisia viene bajando corriendo de la loma. Llega con sus manos raspadas y lastimadas porque cortó ramas para sofocar el incendio.

La familia carece de agua potable, energía eléctrica y medio de transporte para salir a recibir atención médica.

De acuerdo con la medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) 2015, el 32.9 por ciento de la población oaxaqueña estaba carente del acceso a la alimentación y un 59 % sin acceso a los servicios básicos de la vivienda.

Dionisia y su esposo, compraron un pequeño panel solar para tener solo lo elemental para una emergencia.

Los niños pasan los días sin tener una televisión o acceso a otros servicios extras, a pesar de que se encuentran a menos de una hora de la ciudad de Oaxaca, sobre la carretera federal.

Desarrollo de niños y niña en medio de limitantes

Dionisia tiene 29 años, es ama de casa y administra un aproximado de mil 500 pesos que su esposo le lleva cada semana, y que obtiene de su trabajo de chofer.

Para obtener ese dinero, el señor sale a las 5:00 horas de su casa y regresa a las 21:00 horas; ella no puede dejar el hogar porque está atendiendo a sus hijos.

“Cuando enferman de fiebre en las noches, les doy paracetamol, los siento en el agua caliente con zote o algún otro remedio casero. Aquí no hay para el pediatra”, dice al explicar las complicaciones que encuentra en caso de una emergencia.

Los niños y la niña, para llegar a las 8:00 horas a la escuela, deben salir del domicilio alrededor de las 7:10, retornan a las 15:00 horas, aproximadamente.

La ama de casa suele cocinar frijoles de olla porque le rendirán unos tres días y sus hijos tendrán algo seguro que comer.

“Tenemos muchas necesidades, acá no hay trabajo, en casi todas las casas tenemos las mismas necesidades”, dijo Dionisia para pedir algún tipo de ayuda de aquella gente que le sobre ropa o zapatos para sus hijos.

La pobreza, una cruz pesada

La señora y su esposo salieron de la Sierra Mixe de Oaxaca para buscar opciones de vida y de trabajo; primero, se instalaron en una colonia del municipio de Santa Lucía del Camino donde no tuvieron suerte y después, compraron un terreno en Tilcajete, pero se fueron a vivir en lo más lejos.

Para llegar a su domicilio se pasa un camino de terracería que entra por la colonia Olímpica perteneciente a la Villa de Zaachila, el ingreso es complicado y por eso, ni los vendedores se atreven a llegar seguido.

Cerca de su domicilio se encuentra una tiendita pero que no le sirve de mucho porque para ir a comprar debe tener dinero.

La familia cuenta con una vivienda de un cuarto con divisiones, un baño improvisado y el agua que usan lo compran de pipas.

Cuando hay agua en el río, preferimos ir a lavar o bañarnos allá”, cuenta.

Álvarez Morales ya se acostumbró a estar así, no obstante, espera que sus hijos cuenten con mejores oportunidades de trabajo, para eso los manda a la escuela, pese a sus carencias.

“Cuando salen de la casa, se llevan su taquito porque cómo cuido a mis hijos que no van a la escuela, me quedo en mi casa a hacer mis quehaceres”, señala.


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