La tumba siete en las memorias de Alfonso Caso
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Arte y Cultura

La tumba siete en las memorias de Alfonso Caso

Hace unos días, el 9 de enero, se conmemoró el hallazgo de 1932, y el 13, al telegrama de ese mismo año en el que el arqueólogo y funcionario relataba el descubrimiento


“Descubierta tumba más importante América, enviaré detalles. Alfonso Caso. Arqueólogo”. En ese escueto telegrama del 13 de enero de 1932, el mexicano anunciaba al mundo el hallazgo de la tumba 7 de Monte Albán. Las repercusiones no se hicieron esperar, como tampoco las dudas sobre la autenticidad de las más de 400 piezas encontradas en aquel sitio donde confluyeron dos culturas de Oaxaca. Alfonso Caso diría más tarde, en sus investigaciones, que la tumba sirvió para dos entierros, primero por los zapotecos y luego por los ñuu savi (mixtecos). También que gracias a la duda de un “ignorante de la prensa” se mantuvo por muchos años el interés sobre el descubrimiento que comenzó un 6 de enero de 1932 y se extendió hasta el 9 de enero.

El mismo Caso, quien fundara el Instituto Nacional Indigenista (predecesor del ahora Instituto Nacional de Pueblos Indígenas), recuerda tal hallazgo en las memorias que publicó en 1969. En ese volumen titulado Tesoro de Monte Albán, el fundador del Instituto Nacional de Antropología e Historia incluso deja una dedicatoria a su esposa y compañera, María Lombardo Toledano, “por los inolvidables días del descubrimiento”, a quien había omitido en la lista de quienes le apoyaron, como señala en su libro Mujeres de Oaxaca, la periodista Soledad Jarquín Édgar.

Aunque nació en Puebla, Soledad la incluye en el libro donde retoma a la escritora Martha Robles, quien señala la falta de Caso hacia la “coautora de la obra que más prestigio le diera”.

De vuelta a las memorias publicadas por Caso, este habla de las anécdotas vividas en esa semana en la que le apoyaron, además de Lombardo, dos de sus alumnos: Eulalia Guzmán y Juan Valenzuela. También explica que el número dado a la tumba se debe al orden de catalogación que le tocó durante el periodo de excavaciones hechas entre 1931 y 1932.

Y aunque desde algunos días o meses es imposible conocer las piezas halladas en la tumba, pues el Museo de las Culturas de Oaxaca cerró la sala tres por motivos de remodelación, la efeméride invita a adentrarse un poco más al tema. Por lo pronto, el director del museo, José Luis Noria, ha adelantado la realización de una museografía acorde al hallazgo, con más datos de contexto y sobre el descubridor.

UNA TUMBA DE RIQUEZAS

En sus recuerdos, Caso decía, en 1969, que hasta entonces la tumba 7 ocupaba el primer sitio entre todas las encontradas en el continente, dada su “riqueza en general en objetos de oro y otros materiales preciosos, que unen a su valor intrínseco el mérito de su exquisito trabajo”.

En un volumen donde se incluyen fotografías, imágenes y demás apoyos visuales, el arqueólogo cuenta cómo las exploraciones que dieron con la tumba empezaron el 6 de enero de 1932, en un montículo. Mientras Caso bajaba a la ciudad para recoger el dinero con que se pagaba a los empleados, su alumno Juan Valenzuela dio con un caracol marino, que había sido recortado para que funcionara como trompeta; también 36 cuentas de jade de dos colores distintos y tres orejeras.

Fue hasta la tarde del día 9, alrededor de las 16 horas, cuando tras romper una segunda capa de estuco, consiguieron levantar una de las piedras de la segunda cámara de la famosa tumba. Un cráneo humano y dos vasos adelantaban el gran descubrimiento de los demás tesoros que se encontrarían al quitar más piedras y explorar las dos cámaras de aquel sitio para el descanso eterno.

La labor, cuenta Caso, se extendió más días. El 10, por ejemplo, fue en el que entraron por segunda ocasión a la tumba y recogieron 36 objetos de oro (entre ellos un pectoral y, una diadema). “Durante siete días mis dos ayudantes, los señores Valenzuela y Bazán, mi esposa y yo exploramos la tumba, recogiendo los objetos y los huesos y formando los catálogos. Trabajamos diariamente más de 14 horas”.

UNA TUMBA USADA DOS VECES

Con este hallazgo, Alfonso Caso también logró identificar la relación entre dos culturas vecinas, la zapoteca y mixteca. Aunque en su momento no podía afirmarlo, sus investigaciones sirvieron para saber que entre los objetos de la tumba había los producidos por una cultura y la otra, y dar cuenta de una rivalidad que incluso se relata en la historia de la princesa Donají.

La arquitectura de la tumba, aclara, es zapoteca, lo mismo que algunos objetos que al parecer se olvidó retirar en el segundo entierro (mixteco). En tanto, los esqueletos y las joyas son de origen mixteco.