Muerte, lugar y olvido, en obra de Emmanuel Santos
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Arte y Cultura

Muerte, lugar y olvido, en obra de Emmanuel Santos

Las 36 piezas de Tendido corresponden a diferentes etapas en la producción de Santos Franco.


El diálogo entre la cultura urbana, el entorno digital y los vestigios arqueológicos se plantea en la exposición Tendido, del artista oaxaqueño Emmanuel Santos. A través de 36 piezas, que se exhiben de abril a julio en el Museo de los Pintores Oaxaqueños (Mupo). El autor reflexiona sobre la muerte, el espacio, lo político y el olvido.

Tendido es una propuesta que el curador Julio García Murillo considera como una en la que se cuestionan los lugares y sus nombres, productos estos últimos de procesos que van de conquistas a acuerdos o contratos firmados en tiempos convulsos. Asimismo, propone a las instalaciones, esculturas y gráficas de Emmanuel como objetos dispuestos en un lugar y fin particulares, como si de un ritual de sacrificios o de muerte se tratara.

“Podríamos decir que un círculo neón se traza sobre este instante tan definitivo como actual, pero también, expuesto como zona de crimen de la multitud de muertes que nos rodean (las propias y las ajenas, las de nadie y las de todos: como si estuvieran tenidas a media calle)”.

Sobre Tendido, el curador destaca la diversidad de propuestas de Emmanuel Santos, quien junto a los oaxaqueños Claudio Jerónimo López, Javier Santos Smek y el tijuanense Eddy Lizárraga expuso Lapsus, en la Galería de la Ciudad, en Tijuana, Baja California.

Las 36 piezas de Tendido corresponden a diferentes etapas en la producción de Santos Franco, en donde hay ilustración digital combinada con elementos del grafiti, instalaciones que —como un gif— permiten ver al propio artista en acción.

“Él mismo se desdobla en una serie de fragmentos dispersos en los que las acciones de cortar y contrastar resultan en un rechinido continuo”.

Entre sus piezas, Emmanuel fusiona elementos símbolos prehispánicos “que no invocan a piedras arqueológicas del discurso nacional, sino a las moscas que las rodeaban y a la extática hediondez mortuoria que las caracterizaba al servir como ángulos sacrificiales (una y otra vez en perversa batalla gráfica)”.

Asimismo, a través de las fotocopias o una cimbra que recuerda a un matadero, reflexiona sobre “la violenta normalización del presente como estrategia de olvido cotidiano (a veces personal, a veces estatal, a veces mercantil, casi siempre todas las anteriores)”.