“Escribo más como lectora que como escritora”
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Arte y Cultura

“Escribo más como lectora que como escritora”

En Cuaderno de faros, Jazmina Barrera reúne ensayos sobre temas como los faros, el coleccionismo, la literatura y la historia


“Escribo más  como lectora que  como escritora” | El Imparcial de Oaxaca

Antes del GPS, se inventaron los faros, que advertían de zonas peligrosas, costas o muelles; gracias a ellos los naufragios disminuyeron. En las urbes, muy lejanas de las playas, algunas construcciones como la Torre Latinoamericana han servido de guía para personas como Jazmina Barrrera (Ciudad de México, 1988), quien en reiteradas ocasiones se ha perdido en ese mar de calles, gente y vehículos. La ganadora del Latin American Voices de ensayo (2013), por su obra Cuerpo extraño, recoge parte de esa desorientación en Cuaderno de Faros (FETA, 2017).

En esta serie de ensayos, habla de sus visitas a faros reales e imaginarios, como aquellos de la literatura, descritos por Virginia Woolf o Julio Verne. El coleccionismo, la soledad humana y las posibilidades de la escritura son otros de los puertos a los que lleva a quien la acompaña en esta combinación de crónicas, apuntes y diarios, que parten de su acercamiento, a la edad de cinco años, a los textos libres, pero también a los generados por sus estudios de literatura inglesa y escritura creativa.

-Tu interés por los faros quizá sea porque eres desorientada, como te lo sugirió una tía…

-Eso se me ocurrió a la mitad del libro, más o menos, y he escrito sobre eso en otros lugares porque me parece interesante el tema de la desorientación. Mi madre y mi abuela eran igual de desorientadas que yo. En varias ocasiones, sobre todo antes de los GPS, llegué a estar muy perdida en la ciudad, porque además vivo en la Ciudad de México, que es tan grande, incomprensible (…). Ahí hago una exploración al respecto, es un poco mi sentimiento de estar a la deriva, de locura, de perder el centro (…). Creo que por eso también me gustan tanto los faros, porque son esta certeza, punto de referencia, la sensación de guía.

-El libro se ve como una autoexploración, ¿cómo te percibes en el comienzo de la escritura y ahora? ¿notas muchos cambios?

-Sí, muchísimos, era otra persona completamente distinta. En muy pocos años de mi vida han pasado cosas muy importantes. Desde que empecé a escribir el libro hasta ahora, viví dos años en Nueva York, regresé a México, me casé, tengo un hijo, y eso ha cambiado absolutamente todo. Me cuesta trabajo incluso pensar cómo era mi vida antes de Silvestre, y eso que tiene cinco meses de edad. No sé si podría ahora escribir un libro así, que implica tantos viajes, desplazamientos; estoy teniendo que hacer muchos más ejercicios de imaginación ahora.

-Llevas dos libros de ensayos, ¿te ves siguiendo este camino?

Recientemente encontré una respuesta para esta pregunta que me hacen muy seguido y es que, esculcando y buscando entre las cosas de mi madre, di con una serie de papeles y cuadernos, y de cosas de mi infancia. Estudié en una escuela hippie y una de las cosas que nos ponían a hacer era algo que llamaban texto libre (…). Yo escribía ficción, autobiografía, a nivel de cinco años, pero eran textos que no tenían un género definido; eso es lo que he seguido escribiendo toda la vida. Luego me di cuenta que se llaman ensayos, que pueden ser catalogados así porque el ensayo, desde el nombre, trae esta libertad tan maravillosa, esta idea de lo incompleto, de los transitorio, de lo inacabado, del proceso, pero también de la experimentación, de lo híbrido. Siempre me ha gustado mucho el ensayo, además estudié letras inglesas, entonces pronto me enamoré de los ensayos de autores como Virginia Woolf, G. K. Chesterton, Borges.

-Cuaderno de faros reúne a varios autores y temas como historia, arquitectura… ¿consideras que esa mezcla influya en la comprensión lectora?

-Yo quisiera que no, yo quisiera que el libro se entendiera en sí mismo sin los referentes. Como en todas las lecturas donde los hay, creo que la lectura se enriquece si te da curiosidad y te pones a buscar a estas personas. Pero la idea son las dos cosas: primero que el libro funcione en sí mismo y luego que te genere curiosidad porque mucho de este libro tiene que ver con la curiosidad, los viajes, la investigación, todo eso parte de la curiosidad.

-Hablas de los faros desde distintas aristas, pero también de otros temas como el coleccionismo, la soledad humana, ¿cómo definirías este libro si lo quisieras acotar?
-Creo que se trata de abrir, más que acotar. Es cierto, es un libro que es en parte colección, que es fragmentario, que se dispara para muchísimos lados y creo que me pude haber seguido por esas áreas muchísimo tiempo más. Podría haber seguido escribiendo de los faros en la literatura, de la arquitectura de los faros, de la historia de los faros, de las lámparas de los faros. Todos quedan esbozados en el libro, partiendo de la curiosidad infinita sobre un tema que es básicamente imposible.

En Cuaderno de faros, Jazmina Barrera comienza una exploración a partir de su visita a un faro en Oregon, Estados Unidos, mientras leía Al faro, de Virginia Woolf. Así se interesó por todo lo que tuviera que ver con estas construcciones, la mayoría visitadas en lugares hermosos, pero que distan de su idea de playa como sitios cálidos, de un mar fresco o una extensión arenosa en la cual tomar el sol. Hablar de los fareros o fareras también fue una de sus fascinaciones, al permitirle ver cómo estas figuras, a la vez solas y solitarias, también estaban ahí para los otros, de cómo las personas, entre su individualidad también se explican a partir de la colectividad.

-Una parte del libro recurre al formato de un diario, ¿por qué incluirlo?

El tema del diario tenía que ver con los faros, primero porque los fareros llevan siempre una bitácora en la que anotan el clima, la hora en que encendieron la lámpara y quizá ciertas recreaciones. El diario aparece en otra parte del libro porque Robert Louis Stevenson, el autor de Otra vuelta de tuerca o La Isla del Tesoro, tenía un linaje: su padre y abuelo eran constructores de faros, y él habla del diario de su abuelo. Después, el diario del que hablo en el último capítulo es de Sir Walter Scott. Leí ese libro mientras estaba en este viaje visitando faros en la costa de España y traté de escribir sobre esa experiencia de lectura y la del viaje. Y bueno, los diarios son el tema de la intimidad, pero también de la memoria, de la información, del registro.

-Cuando escribes, ¿te planteas que habrá quien te lea y que eso influya en el ejercicio?

-Trato de no pensarlo mucho, y trato de pensarme en mí misma como lectora. Decía Walter Benjamin que los escritores son esos coleccionistas que escriben el libro que faltaba en su colección. En realidad, creo que escribo los libros que quisiera leer, que no encuentro. Escribo más como lectora que como escritora.