La matanza de Nochixtlán
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Toltecáyotl

La matanza de Nochixtlán

 


  • La verdad y la justicia, deben prevalecer

 

Las matanzas en México, han sido y son, una práctica común de quienes detentan el poder. Esto es, por desgracia, algo muy común en nuestra historia. La impunidad y la corrupción, son los dos grandes flagelos que marcan el paso del ejercicio del poder político y económico. Podríamos llegar a afirmar, que son, los dos “rieles conductores” de la historia desde 1519 a nuestros días.

El “mátenlos en caliente”, no nació en el Porfiriato, es más, una voz de mando, un eco de poder, que se escucha reverberante en los panteones y en las fosas clandestinas. En México la primera matanza no ha sido esclarecida, archivada está, en “la verdad histórica”, del Estado neocolonial criollo y sus libros de texto de historia.

La Matanza de Cholula, dice la historia oficial, fue un “ataque preventivo” de los secuaces de Cortés, porque, Malinche se enteró que los cholultecas preparaban una emboscada traidora para asesinar a los castellanos. Como la verdad histórica de Ayotzinapa, es tan absurda, que se cae por sí misma. Cholula era una “ciudad sagrada” dedicada a la enseñanza de la sabiduría de Quetzalcóatl. No era una ciudad Estado, no estaba inmersa, como Tlaxcala, Texcoco o Tenochtitlan en el mundo profano. En ella, solo había hombres y mujeres de conocimiento, sacerdotes, maestros y sobre todo, estudiantes, pues allí estaba el Calmécac más importante del Anáhuac.

Cortés, llegó a Tlaxcala como “embajador de Quetzalcóatl” (aconsejado por Malinche), por tanto, las autoridades de Cholula lo invitaron a conversar. Los dos primeros días fue recibido y tratado como embajador. Pero al tercer día, al darse cuenta que era un impostor, ya no se presentaron los Venerables Maestros ante él y les dejaron de dar alimentos. Malinche le aconsejó a Cortés que realizara la matanza de los sabios y sacerdotes, porque no podía darse a conocer que era un impostor. Los españoles asesinan a tres mil personas y dejan Cholula en un charco de sangre y cubierta por un manto de brutalidad e impunidad.

Después siguió la matanza del Templo Mayor, y así, una tras otra, hasta llegar a la Matanza de Tlatelolco. Echeverría le apostó que con la matanza se decapitaría, de tajo, el movimiento estudiantil, y lo logró, pero a mediano plazo, provocó la “guerra sucia” de la década de los años setenta.

La Matanza de Nochixtlán, pretendió usar el mismo método para acabar con la lucha magisterial. Las perversas y siniestras mentes asesinas, agazapadas desde la impunidad, -con propios y extraños-, planificaron un golpe mortal, prepararon una torpe coartada legaloide, pero fallaron.

Su brutalidad se desfondó con el pueblo de Nochixtlán, y ese fue, el principio de todos los errores posteriores. Como las demás matanzas, pretenden que quede en la impunidad. Será muy difícil, porque los difuntos y los agredidos habitantes de Nochixtlán, y las comunidades circunvecinas, no están solos. Porque, no solo cuentan con el apoyo y el acompañamiento del magisterio, sino con organizaciones de Derechos Humanos, sociedad civil y organizaciones internacionales.

Los que planificaron y ordenaron la Matanza de Nochixtlán, tienen que ser consignados ante la ley. No se debe permitir que se usen, irresponsablemente, a los cuerpos de seguridad, que deben proteger a los ciudadanos, para asesinar y agredir a los mismos. Una matanza de esta magnitud, en la que intervinieron fuerzas federales, estatales y municipales, contó con mandos organizados y coordinados que “recibieron órdenes”. Esta matanza, además de ser planificada con mucho tiempo de antelación, necesitó de logística, recursos, y en el caso de las autoridades municipales de Nochixtlán, hasta recursos particulares. Se debe erradicar estas prácticas totalmente fuera del Estado de Derecho. La verdad y la justicia, deben prevalecer.

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