Abortar, el estigma que persigue
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Sin cuentos chinos

Abortar, el estigma que persigue

 


Con la reciente despenalización del aborto -lo que no significa que ya sea ley en todos los estados pero sí supone un buen inicio hacia eso- buscaba un testimonio que pudiera evidenciar la urgencia de dejar de criminalizar a las mujeres por esta práctica. Así llegué a Fer, quien atendió mi búsqueda con un objetivo: dejar de estigmatizar. 

Luego de cinco años, Fer tuvo la valentía de contar(me) su historia, de narrar su testimonio. Ella, sabiéndose afortunada, no quiere que nadie que tome esa decisión viva con el miedo que ella tuvo de estar bajo la lupa del escrutinio social. “Yo tenía 22 años, estaba estudiando la carrera y estaba en una relación en la que duré tres años y medio. Cuando pasó esto, apenas llevábamos seis meses que era relativamente poco” me contó Fer. 

Ella recuerda que aunque siempre procuraba cuidarse cuando tenía relaciones, en una ocasión el preservativo falló. “En ese momento me empezó a pasar por la cabeza TODO: qué le iba a decir a mis papás, qué iba a hacer con la universidad… todavía no sabía si estaba embarazada y el miedo ya existía”. 

Cuando el siguiente periodo se ausentó, Fer se hizo dos pruebas, una de farmacia para develar y una de sangre para confirmar. La joven admitió que debido a que en ese momento no estaba tan familiarizada con la consigna del movimiento feminista que enfatiza que la decisión del embarazo le corresponde únicamente a la mujer, Fer quiso involucrar a su pareja.  

Juntos comenzaron a pelotear las alternativas que tenían, pero la realidad es que Fer ya lo tenía claro: ella no quería un hijo. “Yo estaba muy segura pero me daba miedo el proceso, no sabía ni a dónde podía ir, ni qué me iba a tener que tomar, y lo más difícil, no podía decírselo a nadie” explicó la en ese entonces estudiante oriunda de la Ciudad de México. 

No es de extrañarse que a Fer le aterrara que sus más allegados supieran que tenía un embarazo no deseado y que además, estaba por interrumpirlo. La sociedad en la que vivimos gusta de señalar, opinar y juzgar sin conocer lo que hay detrás, sin respetar ideologías ni darse el tiempo de entender contextos o convivir con otras maneras de pensar y existir. “Mi pareja me apoyó desde el primer momento en la decisión de abortar, pero como yo no conocía a nadie que lo hubiera hecho la verdad sí tenía miedo. Siento que me faltó bastante información”. 

Finalmente acudieron a una clínica que su pareja conocía y entre los dos se dividieron los gastos, los cuales según explicó Fer, fue un reto enorme siendo que ella no trabajaba y no estaba dispuesta a decirle a sus padres lo que ocurría a cambio de los 3 mil pesos que a ella le tocaba aportar (más los gastos de las medicinas que le recetarían después). “Las clínicas no son nada baratas. Todo fue súper clandestino y la verdad yo sí tenía miedo. Miedo de lo que iba a pensar el doctor o quien se enterara. Y sí, miedo de lo que podía salir mal”. Aún con esos miedos en puerta, la decisión de Fer estaba tomada, lo que la llevó a presentarse en la clínica a los dos días de su primera revisión para ejecutar el procedimiento.

La joven recuerda estar en una sala similar a la de un consultorio de un ginecólogo, pues el aborto se haría ahí, no en un quirófano ni nada. Cuando despertó, Fer se encontró en esa sala con una única sensación inundando su pecho: alivio. “A la fecha lo pienso y estoy tranquila porque sé que era lo que quería y tenía que hacer”. 

Además de algunos cólicos que Fer dice haber sentido ese día en la noche, la joven no experimentó ningún otro efecto secundario. Ella sabe que fue privilegiada, que desde el momento en el que pudo acceder a una clínica, tuvo la oportunidad cubrir los gastos y concluyó la interrupción de su embarazo con éxito, valía la pena -por fin- contar su historia.

Tres años después de lo ocurrido, la joven se animó a decirle a sus amigas lo que había ocurrido y a pesar de que ellas le mostraron su apoyo, para Fer, decirle a sus papás aún sigue llenándola de dudas. Los juicios, los señalamientos y el tabú que supone el aborto y el miedo a cargar eternamente con la etiqueta de “ella abortó”, es algo con lo que Fer aún no sentía lista para lidiar. 

Cifras oficiales dictan que en México, aunque hay una gran cifra negra, se estima que el número de abortos se ejecutan 500 mil abortos inseguros al año. Esto, porque en casi todos las entidades de nuestro país se nos criminaliza por decidir sobre nuestros cuerpos, se nos impide decidir qué rumbo queremos darle a nuestra vida y se nos obliga a poner en riesgo nuestra vida por algo que si les pasara a los hombres, jamás se prohibiría. Como en el caso de Fer, una decisión de ese tamaño sí puede hacerse sin terminar en tragedia, pero se tienen que proporcionar las condiciones para que así sea. “Quiero que se sepa que se vale hacerlo, que se puede hacerlo y que si se hace en lugares seguros, puede salir bien” concluyó.