Un gobierno que no quiere vacunar a sus más vulnerables
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Opinión

Sin cuentos chinos

Un gobierno que no quiere vacunar a sus más vulnerables

 


Mis abuelos paternos tienen 93 y 88 años. Cuando la jornada de vacunación para adultos mayores comenzó, los inscribimos esperando que hubiera una opción que les permitiera ser vacunados a domicilio, pues ninguno de los dos está en condiciones de trasladarse a un centro de vacunación. La opción llegó. Hicimos un nuevo registro  con la esperanza de que su calvario de aislamiento que tanto había repercutido, sobre en el estado de ánimo de mi abuelo, llegara a su fin.

Los días se hicieron semanas y las semanas se hicieron meses. La sonrisa que se había dibujado en nuestras caras al ver esa (ficticia) luz al final del camino, se borraba poco a poco. Mi tía, quien vive con mis abuelos y cuida de ellos, llamó a Locatel, servicio que le dijeron era el encargado de gestionar todo lo relacionado con la vacuna a adultos mayores postrados, ¿su respuesta? “No sabemos nada”. Fuimos pacientes, contactaron a mi tía un par de veces, una para ‘verificar datos’ y otra para ver si todavía no recibían la vacuna. Pensamos que esas llamadas significaban que pronto llegaría la vacuna; nos equivocamos. No fue más que una burda manera de mantener la llama encendida por muchas semanas más.

Desconcertada y francamente, muy enojada, decidí contactar a las instancias pertinentes para obtener una fecha, una certeza. Se me ocurrió poner un tweet divulgando mi cólera y la de mi familia por esta penosa situación, arrobando a Locatel que como mencionaba, era a quien responsabilizaban por esto. La cuenta de Twitter de Locatel me pidió que lleváramos el asunto a los Mensajes Directos, es decir, a una bandeja privada para no armar más alboroto público. Les conté nuevamente lo que ocurría, les exigí una respuesta. Inmediatamente se desentendieron de esta gestión y me canalizaron con la Secretaría de Salud Federal, apuntando que eran ellos los encargados de dirigir esta jornada. Tenía sentido, así que marqué al número que me proporcionaron y esperé. 

Luego de algunos minutos, me atendieron. Yo, cada vez más irritada, volví a explicar la situación. Le dije a la señorita que sabía que no era su culpa pero que también entendiera lo duro que es ver a mi abuelo, quien antes de la pandemia era una persona vigorosa y enérgica, desvanecerse día con día por verse y sentirse aislado, por no poder recibir visitas de sus familiares y por, de algún modo, saberse preso de su propio hogar. Del otro lado del teléfono, la mujer insistía en que ellos no sabían nada sobre la (evidentemente nula) estrategia del gobierno para vacunar adultos postrados, pero que me podía ayudar diciéndome cuáles podrían ser los efectos secundarios de la vacuna. ¿Efectos secundarios? Primero quiero que les pongan la maldita inyección. Primero quiero poder verlos y abrazarlos sin sentir que los estoy condenando. 

“Pues llame a Locatel, ellos son los que están llevando eso”. No tengo que explicar lo que eso desencadenó en mí. Furia, impotencia, y por supuesto un inevitable monólogo explicando lo inaudito que me parecía que estuvieran jugando ping-pong con mis abuelos y con los mexicanos. 

Volví a Twitter, le expliqué a Locatel que de la Secretaría me habían regresado con ellos, y me dijeron que entonces ni hablar, que fuera paciente y que seguro había un retraso en la vacunación a adultos mayores postrados porque “cuando las personas de las Brigadas de Vacunación a domicilio, acuden a vacunar a los adultos mayores que no se pueden mover, por protocolo esperan aproximadamente media hora para verificar que no se den efectos secundarios, por lo cual los tiempos de espera llegan a ser más prolongados”. ¿En serio? ¿Me está diciendo que de media hora en media hora llegamos a cuatro meses de retraso en la vacuna de mis abuelos a quienes registramos en febrero?

A mediados de abril, Animal Político publicó que la Secretaría de Salud les habló de  más de 3 mil personas en una situación como la de mis abuelos, a quienes ya se les había aplicado la vacuna en la Ciudad de México. Sin embargo, la misma secretaria me dijo que no sabían nada, y me rebotaron con Locatel, mismos que aseguran que aún no les hablan de ninguna estrategia, ¿y entonces?

Más allá de mis abuelos, lo que más me indigna de esta situación es pensar en todos los adultos mayores postrados que no tienen acceso a Twitter, o que desconocen que deben marcar en Locatel para clamar su derecho a recibir la vacuna, y que por tanto, no pueden exigir una explicación o solución. Es inconcebible que si la vacunación a personas de riesgo empezó hace cuatro meses, hoy, a 7 de junio, sigamos a la merced de otra quimera de este gobierno. Y es que, pensándolo bien, si mis abuelos y todos los adultos mayores postrados no pueden salir a vacunarse, probablemente tampoco pudieron salir a votar ayer así que, ¿qué más da hacerlos esperar?

Espero, de todo corazón, que ninguna persona de las que hoy toman decisiones tengan que poner algún día su salud física y emocional, en manos de personas como ellos a quienes simplemente, no les importa.  

Twitter. @chinacamarena