La llamada que cambió mi vida
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Opinión

Sin cuentos chinos

La llamada que cambió mi vida

 


Estaba en la Redacción cuando sonó el teléfono.“Ayúdame, por favor ayúdame” escuché del otro lado de la línea. “Soy víctima de trata de personas, mi esposo es mi captor”. Me paralicé. No sabía qué decirle ni qué hacer. “No tengo mucho tiempo pero por favor ayúdeme”, continuó. Sin pensarlo, tomé una pluma y comencé a escribir, con trazos temblorosos, lo que la mujer me decía. 

Nuestra conversación fue breve, pues ella temía que sus tratantes la encontraran hablando, así que aunque no me dijo mucho, me dijo lo suficiente. Su nombre es Juana, y según me explicó, llevaba 20 años siendo explotada en Guanajuato. El único día que después de mucho esfuerzo logró escapar, acudió inmediatamente a las autoridades locales para descubrir que éstas, estaban coludidas con el grupo delictivo que la tenía presa, por lo que en lugar de ayudarla, le hablaron a su esposo para que fuera por ella. 

Esa llamada que esa mañana atendí por destino o casualidad, fue un recurso desesperado al que Juana acudió con la esperanza de ser rescatada, de ser escuchada.

Ese día no pude dormir. Sabía que Juana había corrido con suerte al poder tomar un teléfono y marcar al diario, pero me quemaba por dentro saber que mi margen de acción para ayudarla, era escaso (por no decir nulo), y que al no poder corroborar al cien por ciento la veracidad de su historia, el periódico para el que trabajaba en ese momento nunca accedería a hacer pública su denuncia. De igual manera, por la poca información que me alcanzó a dar, tenía claro que sería complicado -y quizá inútil- intentar que se abriese una investigación formal sobre el caso.

Estos últimos días, en el marco de la toma de distintas sedes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por parte de familiares de víctimas y colectivas, he pensado mucho en Juana. Este miércoles se cumplen 365 días desde que recibí su llamada, y por la culpa que me generaba saber que fui yo quien tomó su llamada, escuchó sus súplicas, su auxilio, y al mismo tiempo, quien no pudo hacer nada para cambiar su realidad y su destino, nunca me había atrevido a hablar de ella. 

Sin embargo, ver a esas madres llorar por sus hijas y a todas las mujeres exigiendo justicia al pie de la institución que de facto, debería velar por su integridad, me hizo entender que esto no se trata de culpas ni mucho menos se trata de mí. Se trata de Juana y de todas esas personas a las que el Estado no solo les ha fallado, sino que ha dejado a la deriva. 

Esta sed de justicia y rabia que todos tenemos, viene de saber que se han registrado 550 presuntos feminicidios en lo que va del año, y 261 mujeres  que, en el mismo periodo de tiempo, han sido registradas como víctimas de trata de personas. Se trata de ser conscientes de que aunque estos números son alarmantes, hay cientos de víctimas más que aunque no están contabilizadas, cuentan.

El problema de glorificar el pasado, como lo hace el Ejecutivo actual, es que el voltear constantemente hacia atrás, te impide mirar hacia el frente, y por consiguiente, te terminanin indignando más las pintas sobre unos cuadros, que las desapariciones, violaciones, feminicidios, y delitos como la trata de personas (en donde las mujeres y menores son las principales víctimas). Delitos que nos condenan a morir desde que nacemos mujeres.

Dicen que lo que no se nombra, no existe. Por eso hoy, después de ver la valentía de las mujeres que han tomado la CNDH, me atrevo a nombrar a Juana. Porque Juana existe, Juana es real, y Juana es una de las miles de mujeres cuyo único pecado, fue nacer en un país con un gobierno que nunca ha hecho, ni mucho menos está haciendo, NADA por cuidarlas. Twitter: @chinaCamarena