No son monstruos
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Pegatinas Reivindicativas

No son monstruos

 


Con el caso develado del feminicida serial de Atizapán de nueva cuenta pone en las primeras planas la violencia de género.
El caso de la desaparición de Reyna González Amador fue el que dio pie a la detención del ahora feminicida confeso y el hallazgo de una serie de indicios que apuntan a que lamentablemente se han cometido otros delitos, probablemente en contra de Rubicela Gallegos Castillo, Flor Nínive Vizcaíno Mejía, Berenice Sánchez Olvera y Norma Jiménez Carreón, cuyas desapariciones fueron reportadas en 2011, 2012, 2016 y 2019, respectivamente, y quizá otras mujeres más (https://bit.ly/2ShtDBT; https://bit.ly/2RCj3W2; https://bit.ly/2SeuyD9).
Se le ha tildado como el monstruo de Atizapán, por el número de víctimas que se presumen cometió, así como por el periodo de tiempo en que lo hizo.

No obstante, de acuerdo con Dilcya Samantha García, Fiscal Central para la Atención de Delitos Vinculados a la Violencia de Género del Estado de México, en los últimos años, en dicha entidad federativa se ha logrado detener a cinco feminicidas seriales en contextos relativamente similares: perfiles solitarios en zonas habitacionales quienes se integran con cierta normalidad a su comunidad (https://bit.ly/2SkCNxy).

Todos ellos personas que sus vecinas y vecinos señalan como normales, en casas normales, en colonias normales. Así como normales las personas que también en su entorno de normalidad han cometido feminicidios no seriales.
Resulta chocante pensar que una persona normal puede cometer actos tan aborrecibles. Les separamos de lo que consideramos ordinario y familiar al calificarles de monstruos o enfermos. Pero al aceptar estos atajos mentales, relevamos la responsabilidad de los perpetradores y dejamos de atender los problemas estructurales y sistémicos que facilitan la comisión de estos hechos y en los que las instituciones y la sociedad en su conjunto podríamos tener alguna capacidad de incidencia (https://bit.ly/3fAovRa; https://bit.ly/3wng6HC).

Como lo señala la periodista Carmen Morán, del diario El País, existe “cierta anestesia social de cómo pasan años sin que cientos, miles de [personas] desaparecidas se vayan quedando ahí en el olvido” (https://bit.ly/3fATwVg). Asociar las características deshumanizadas a estos casos -seriales o no- dificulta entender sus causas y, sobre todo, generar cambios que permita establecer entornos en que no toleremos como conjunto social el rampante aumento de las cifras de casos de violencia y feminicidio.
Por más dolorosa que sea, esta es nuestra normalidad y para poder cambiarla debemos enfrentarla en su complejidad y compleción. Dejemos de nombrar monstruos.

@GalateaSwanson