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Hoy sabemos que diez mujeres mueren de forma violenta cada día en nuestro México. En el mayor de los casos por violencia intrafamiliar, en otros por robo o secuestro, cada vez los homicidios de mujeres se realizan de manera más cruenta, ya no basta con ultimar, muchas de a poco son torturadas y hasta descuartizadas. Dejando a las familias rotas por el dolor, en muchos casos son madres solteras que dejan huérfanos a uno o más hijos. En todos los casos son pérdidas irreparables que me atrevo a decir enlutan no solo a las familias directas, sino a México en su conjunto.
Y lo anterior se refrenda cuando en días recientes mujeres de al menos nueve estados se manifestaron contra la violencia de género, y exigieron justicia para Ingrid Escamilla, quien fue asesinada por su pareja el pasado 9 de febrero.
Una de las concentraciones más numerosas tuvo lugar en Oaxaca, donde integrantes colectivos feministas y de la sociedad civil caminaron a la Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos contra la Mujer por razón de género. A su paso, las mujeres alzaron la voz, clamaron justicia y dejaron en las paredes de los edificios sendos mensajes contra la impunidad en el caso de la joven.
Cierto es que desde hace tiempo la ética y los valores han quedado ausentes en el núcleo de la sociedad que es la familia. Cientos son los menores que pululan perdidos por nuestras calles y avenidas, que han sido raptados por delincuentes e introducidos en el mundo de la drogadicción; pequeños asesinos en potencia que sin nada que perder, carecen de un sentido por la vida y lo mismo les da vivir que morir; crecen torcidos y en un futuro no les importará delinquir, violar, ó matar.
En nuestro México de contrastes, el llamado de las mujeres es un ya basta a la violencia de género. Es verdad que las integrantes del género femenino nos encontramos en situación de vulnerabilidad, no hay un Estado que nos proteja, hay leyes que pueden mejorarse y Ministerios Públicos que o no están capacitados de forma debida, o de plano no realizan su trabajo.
Es válido poner un alto para que las cosas marchen mejor en nuestro país, porque se imparta justicia y no quede impune ni un homicidio más de mujeres, deben exterminarse los feminicidios, una realidad basada en la injustificable creencia de que las mujeres somos inferiores a los hombres, que valemos menos.
Las manifestaciones están bien, por fortuna gozamos de libertad y podemos indicar lo que está bien y lo que no funciona; sin embargo a últimas fechas, vemos que en las marchas o plantones que se realizan en nuestro México, se infiltran grupos feministas que encapuchadas, y so pretexto de manifestarse en contra de los feminicidios, aprovechan para cometer pintas, quebrar vidrios, asaltar, golpear incluso a policías, etcétera.
Así es menester inculcar desde el seno de la familia la Cultura de la Paz, la autoestima, y el respeto de los unos por los otros. Algo hemos hecho muy mal porque nuestro mundo se ha revolucionado de forma vertiginosa desde hace tres décadas a la fecha. Hoy tenemos una sociedad más permisiva y jóvenes rebeldes e irrespetuosos a los que los propios padres temen, urge retomar valores desde el hogar e inculcar un ambiente de bienestar, una religión, una actividad como el deporte y la cultura a nuestras niñas y niños, con el fin de que tengan una mente y un cuerpo sanos.
Es necesario que padres de familia instruyan a sus hijas que nadie tiene derecho a hacer algo que ellas no aprueben y que, si ocurre, no es su culpa, en ningún caso. También enseñar a los hijos que ellos nunca tienen derecho a incomodar y agredir —física o verbalmente— a ninguna mujer, sea quien sea y vista como prefiera. Es momento de liberar a nuestro México del feminicidio, un delito que ya ha cobrado miles de vidas y ha dejado heridas profundas en nuestros corazones.

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