Jesuitas, la gran historia
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Jesuitas, la gran historia

 


La Compañía de Jesús (Societas Iesu, en latín, de ahí las siglas “S.J.”), llamada generalmente “la Compañía”, fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola, que había sido soldado y herido en combate. Iluminado en un retiro de convalecencia, extrajo fuerzas de su enorme voluntad para crear una orden religiosa, fuerte en lo espiritual para contrarrestar el avance del protestantismo en Europa. La Compañía se estructuró como un modelo militar, con rangos y disposiciones cuya línea de mando y obediencia la hicieron una orden sólida y con una disciplina no vista en el clero diocesano ni en otras órdenes regulares. La otra base de la Compañía fue un modelo educativo novedoso, con métodos de enseñanza estrictos, basados en el estudio profundo, el análisis metodológico, la innovación investigativa y las propuestas modernizadoras en lo académico. A los miembros de la Compañía de Jesús, se los conoce como “jesuitas”.

San Ignacio fundó el Colegio Romano, que hoy es la Pontificia Universidad Gregoriana, institución de enseñanza superior más importante del mundo cristiano, a cargo de catedráticos jesuitas y que es la fuente de sabiduría en materias como filosofía y teología. De ahí han surgido la mayor parte de los obispos del mundo y casi todos los pontífices han cursado estudios en la Gregoriana.

Los jesuitas han sido la élite intelectual de la Iglesia y profesan, además de los tres votos obligatorios al clero (obediencia, pobreza y castidad), un cuarto voto: la obediencia directa al papa, quizá uno de los motivos por los cuales las monarquías de la Ilustración, celosas de ello, dieron por perseguir a la Compañía. Así, sufrieron expulsiones en Portugal 1759, Francia 1762 y, lo que nos afectó en México-Nueva España y todo el imperio español: 1767, en aquella funesta noche del 1 de abril, con una violencia nunca vista contra clérigos que, por demás, habían contribuido a la educación y a la cultura en estas tierras. Testimonio en nuestro país fueron los colegios de San Pedro y San Pablo y el insigne de San Ildefonso, así como la rectoría de la Real y Pontificia Universidad de México, entre muchos otros colegios, escuelas y misiones en toda Nueva España.

La Compañía fue suprimida por el papa Clemente XIV en 1773, a instancias de las monarquías de España, Francia y Portugal, justamente porque los jesuitas hacían despertar las conciencias del pueblo en general y porque alentaban la preparación académica, inconveniente para las potencias coloniales. Carlos III, rey de España y representante del “despotismo ilustrado” y el Marqués de Pombal, en Portugal, fueron los más sanguinarios (el caso de las misiones o “reducciones” en Paraguay, vistas magistralmente en la película “La misión”, es uno de las más despiadadas acciones de Pombal). En Nueva España-México, la expulsión de 1767 impidió que continuara su gran proyecto educativo. Un jesuita mexicano expulsado, Francisco Javier Clavijero, dio testimonio al mundo de nuestra grandeza nacional en su formidable obra Historia antigua de Méjico, que contrarrestaba los ataques de presuntos antropólogos holandeses, ingleses y franceses, como parte de lo que hoy se conoce como la “leyenda negra”. La Compañía de Jesús fue restaurada por la corona española en 1814 y probablemente su exilio forzado les dio mayor fortaleza.

Los jesuitas llegaron a Nueva España, en 1572. Harto sabido es que fundaron colegios, seminarios, ciudades, construyeron templos y dieron lustre a la educación en el país y propiciaron la evangelización en todo el Altiplano, el noroeste y sus misiones siguen vivas, como la de la Tarahumara, en Chihuahua. Hoy en día contamos con Universidades jesuitas en todo México y el mundo: sigue formando hombres y mujeres de provecho.

En la Sierra Tarahumara, donde  han dedicado más de una centuria, fueron asesinados el lunes 20 de junio de 2022, dos sacerdotes jesuitas, misioneros comprometidos con un pueblo marginado. Joaquín Mora Salazar S.J., y Javier Campos Morales, S.J.: con su sacrificio, enaltecieron a la Compañía de Jesús y reivindicaron la labor pastoral de la Iglesia, tan perseguida hoy en día por un laicismo torcido y por la tormenta ideológica de la perversidad antidemocrática. Loor a la memoria de estos dos mártires jesuitas.


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