La agenda política del desastre
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Hoja por hoja

La agenda política del desastre

 


En un largo período que abarcó de 1924 a 1982, nuestro país se vio sometido a regímenes gubernamentales absolutos. La voz ciudadana no existió y el gobierno en turno disponía de la voluntad popular, de la conducción económica y financiera, del presupuesto nacional y de la política exterior.

En ese espacio de 58 años, sin embargo, hubo notorios avances y logros principalmente en obras de infraestructura que permitieron lapsos de estabilidad y de crecimiento en la economía nacional y en las finanzas públicas. Doce gobernantes transitaron por el poder presidencial, con luces y sombras:

Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y Lázaro Cárdenas constituyen el paquete del “Maximato”, etapa de rudeza política que incluyó la Guerra Cristera, verdadera revolución provocada por la intransigencia despótica de Calles. Curiosamente, fue Cárdenas, su último cachorro, quien rompió esa cadena para permitir el paso hacia gobernaciones menos agresivas contra el pueblo y al arribo de Manuel Ávila Camacho, el presidente Caballero que se atrevió a declarar valientemente su fe religiosa; le tocó definir a México como aliado en la Segunda Guerra Mundial y lograr la transición con el primer presidente civil electo: Miguel Alemán Valdez, la primera administración neoliberal pero considerada como plena en despilfarro que fue revertido seriamente por Adolfo Ruiz Cortines, que dio los primeros pasos para el “desarrollo estabilizador”, asentado por Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, el perdedor de una gran oportunidad política que fue el Movimiento Estudiantil de 1968. Una designación errónea y provocadora de la discontinuidad, fue la llegada de Luis Echeverría y su malentendido nacionalismo que provocó el desastre monetario de 1976, para luego dar paso al más dispendioso, excéntrico y frívolo sexenio de José López Portillo, que nos llevó a la brutal crisis de la deuda en 1982, para así cerrar una etapa desastrosa.

La llegada de Miguel de la Madrid, que recibió una Hacienda Pública en bancarrota, ha sido mal interpretada, pero bien visto, se daban pasos para reconstruir el país en medio de la crisis heredada y el período de mayor devaluación del peso y una inflación jamás vista e imaginada. Luego, la etapa que el gobierno actual considera como la peor parte de nuestra historia: el neoliberalismo. En realidad, Carlos Salinas de Gortari era un economista que entendía al mundo de las relaciones internacionales y al globalismo: era necesario insertar a México en la modernidad y en los tratados comerciales con otros países, especialmente con los vecinos Estados Unidos y Canadá. Ernesto Zedillo estabilizó la economía y su gran papel político fue haber reconocido la transición democrática: teníamos ya en operación al Instituto Federal Electoral, que garantizó desde entonces, elecciones limpias y la aurora democrática en México: en 2000, 2006, 2012 y 2018 lo demostraban.

Pero justamente la etapa de libertades políticas atrajo a grupos e individuos corroídos por ambiciones totalitarias de poder; posturas de encono, de envidia, de destrucción y de dar por concluida la democracia mexicana, por medio de la cual se llegó al poder en 2018. Debe significarse que en el odiado período neoliberal hubo crecimiento económico sostenido y fue notable el despegue de nuestro comercio internacional y se dejó la dependencia del petróleo.

Hoy en día, la agenda gubernamental proyecta la debacle democrática, la ruptura comercial con nuestros principales socios, el retroceso en energía, la vuelta a los monopolios en petróleo y electricidad, el fin de las instituciones democráticas, la persecución contra los medios de comunicación y el combate a la libertad de expresión. Estamos viviendo la etapa de mayor criminalidad e inseguridad, de mayor número de pobres y se engaña diciendo que “el país está en paz y tranquilo”. Se vislumbra una etapa de tiranía y despotismo. Sólo la resistencia civil puede rescatarnos.