Con Cuba: de ida y vuelta
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Con Cuba: de ida y vuelta

 


Antón de Alaminos era el piloto que condujo, desde Cuba, las naves con que Don Hernando de Cortés llegó a las costas orientales de un nuevo territorio, donde fundó el primer ayuntamiento en América continental: la Villa Rica de la Vera Cruz. Pocos recuerdan a quien fuera un gran navegante cuya habilidad no debe estar al margen de los textos históricos o en el pie de página, sino en párrafos esclarecidos, porque a partir del arribo de aquellas naves que fueron quemadas o destruidas por el Conquistador, se inicia la exploración de la posesión más grande que tuviera España: el Reino de la Nueva España.
Francisco Hernández de Córdoba fue, a su vez, el descubridor de las costas caribeñas de ese vastísimo territorio cuya superficie de 7.7 millones de kilómetros cuadrados, ya que, en su momento de apoteosis, llegó a ser la cabeza administrativa de las Islas Filipinas además de sus enormes posesiones de la Alta California y Nuevo México, sin excluir que hasta la Luisiana y la Florida eran parte de esa gran masa territorial.
En 1821, Don Agustín de Iturbide, criollo nacido en Valladolid (hoy Morelia), oficial militar realista, lograba dar fin de manera pacífica, a esa guerra civil que había iniciado de manera desorganizada y sin rumbo Don Miguel Hidalgo y Costilla, criollo también, nacido en una ranchería de Pénjamo. Iturbide, en acuerdo con la Junta Provisional Gubernativa, creaba el Primer Congreso Mexicano para fundar el Imperio Mexicano, que recibía una vastísima superficie, casi de 5 millones de kilómetros cuadrados en la cual no se incluyeron las Islas Filipinas, de otra manera el México independiente hubiera tenido posesiones ultramarinas hasta el lejano oriente.
Antecedentes históricos que vale comentar, porque Alaminos, Fernández de Córdoba y Cortés, venía directamente de la Isla Fernandina, como está designada Cuba en la primera Carta de Relación que escribió Cortés al rey Carlos I de España y V de Alemania.
Cuba, Filipinas y las posesiones caribeñas de España, no obtuvieron su independencia sino hasta 1898, gracias a una patraña urdida por los Estados Unidos, interesados ya en el dominio geopolítico de las Antillas y el Pacífico.
Ni falta hace mencionar que de aquellos más de 5 millones de kilómetros cuadrados que nos dejó España, los fuimos perdiendo desde 1824, con las separaciones centroamericanas; luego, en 1836 por la guerra de Texas y, en 1848, por la guerra con Estados Unidos. En fin, México quedó en dos millones de kilómetros cuadrados: perdimos el 74 por ciento de superficie.
Como los precursores procedentes de Cuba, a México llegó Fidel Castro. Dos años de entrenamiento con un oficial de la República Española, le fueron suficientes para luego zarpar de Tuxpan, en el “Granma”, en 1956 y llegar a su tierra para conquistarla en 1959 e implantar el comunismo con una dictadura feroz que ha llevado a esa floreciente nación a la pobreza y a la pérdida total de libertades. Desde 1959 Cuba ha tenido sólo tres gobernantes: Fidel Castro, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel. Ninguno por la vía democrática. Todos dictadores totalitarios.
Suena irónico: de Cuba nos llegó la Conquista que creo una nación grande y rica. A Cuba enviamos un revolucionario que sometió a su patria, de la cual sus habitantes sólo esperan huir como lo han hecho ya millones de cubanos.
El gobierno actual de México, electo por vía puramente democrática, acoge, consiente, abraza y mima a un tirano que apenas hace dos meses reprimió y masacró a su pueblo. Por eso fue condenado ya por el Parlamento Europeo, apenas llegado a suelo mexicano y rodeado del bombo ceremonial que le prodiga una administración, mal informada y esperemos que no mal intencionada por la perversidad de una decadente “izquierda” latinoamericana, que aspira a ¡crear agencias espaciales y no a remitir la pobreza! Dios guarde a México.