Abstencionismo y caída libre
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Abstencionismo y caída libre

 


Hace justamente una semana se realizó un pretendido ensayo de “democracia participativa”, en la que se esperó acudieran 37 millones de votantes a emitir su opinión para hacer “vinculatoria” la decisión ciudadana. Pero sólo fueron un poco más de 6 millones, lo cual, en números llanos, significa que 87 millones desdeñamos el acudir a una farsa participativa. La abstención fue también una expresión democrática, un rechazo mayoritario a la simulación.
Desde los muros del antiguo y suntuoso Palacio de los Virreyes, se decía que esa consulta constitucional, serviría para llevar a juicio a cinco expresidentes de México, considerados perpetradores del “período neoliberal” que, a juicio del poder actual, es la causa de todos los males que padece México. Desde luego, a los males existentes en la realidad, se le deben agregar los males superlativos en que se ha transformado una administración pública federal, carente de conocimientos, con un gabinete distinguido por la ineptitud, la obediencia ciega y la abyección (salvo raras excepciones, como gusta decirse en las matinées palaciegas).
Las cifras de votantes y la abrumadora abstención, reflejan que la ciudadanía empieza a dejar de ser engañada, que ya se está cansando de un discurso diario en el que se proclaman avances y logros no existentes; que el goteo cotidiano de inexactitudes y de mentiras no sólo causan, sino que exhiben la falta de elocuencia, el desconocimiento de la corrección prosódica y el desprecio al pueblo, al repetir constantemente que se dispone de “otros datos”, jamás exhibidos y menos comprobados.
A todo ello debe agregarse algo sumamente grave en términos éticos: el torrente de agresiones verbales, de insultos y vituperios a los medios de comunicación impresos; a la saña con que se ataca a comentaristas, conductores de programas y aún a historiadores y analistas serios y reconocidos, de la realidad nacional. No sólo eso, a diarios y revistas extranjeros, de reconocida solidez informativa y analítica, se les llama “pasquines” ante la falta de argumentos reales o legales para rebatir lo que se asevera del desempeño gubernamental.
La frase señera del régimen ha sido “primero los pobres”, asegurando peregrinamente que la pobreza se combate con el reparto de favores, de programas sociales. Nada más erróneo. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), acaba de publicar que la pobreza en México se ha incrementado, ahora hay más pobres y más personas en pobreza extrema que al término del “período neoliberal”, mostrando con ello el fracaso de la actual política social. De inmediato, en ese Palacio donde se ensalza a los pobres pero que se vive en la suntuosidad y voluptuosidad de la realeza, se ha rechazado el informe de Coneval y, para no variar, se repitió que se dispone de “otros datos”, sin que haya un asomo de los mismos. Sin duda, hay transformación, pero regresiva.
A dos días del crudo reporte de pobreza creciente, una de las apuestas del régimen, que era prolongar por dos años, —por encima de la constitución, como se acostumbra— la gestión del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), finalmente, el titular del Poder Judicial y del Consejo de la Judicatura Federal, atendiendo no sólo el texto legal, sino una decisión cívica, rechazó continuar con el juego del ejecutivo, con lo cual se ha exhibido también que había intenciones dictatoriales para supuestamente llevar a cabo la reforma judicial.
En tan sólo seis días, el pretendido poder absoluto y unipersonal sufrió tres reveses, que pudieran ser preludio de que, en 2022, la otra farsa, “revocación de mandato”, puede resultar un sueño negro para las aspiraciones de un absolutismo que no tuvimos ni con López de Santa Anna o Victoriano Huerta. El pueblo de México está sin duda, rescatando el preciado valor de la democracia, contraria a una engañosa demagogia que ha resultado improductiva.

ENTRETEXTO
El Coneval, acaba de publicar que la pobreza en México se ha incrementado, ahora hay más pobres y más personas en pobreza extrema que al término del “período neoliberal”