De Tlatelolco al 8 de Marzo
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De Tlatelolco al 8 de Marzo

 


Quienes pertenecemos a la generación que vivió el año de 1968 y participamos en el gran Movimiento Estudiantil-Popular de ese año, sabemos lo que es la represión gubernamental. En esa época, las manifestaciones espontáneas, eran combatidas por el gobierno con mucha fuerza y violencia: cuerpo de granaderos, gases lacrimógenos, macanas, golpeo brutal a personas indistintamente de edad; encarcelamiento, tortura, amenazas a familias. El culmen de la agresión oficial a estudiantes y pueblo fue la intervención del ejército (en particular el cuerpo selecto de paracaidistas), que desde el 29 de julio asaltó a bazucazos una de las puertas (Justo Sierra 16) de la Escuela Nacional Preparatoria, el insigne Colegio de San Ildefonso: rociaron de metralla los muros del edificio y en el asalto armado detuvieron y vejaron a los alumnos ahí refugiados, resultando muchos heridos y luego encarcelados. Después hubo acciones militares contra el Instituto Politécnico Nacional campus Santo Tomás, la toma de la Ciudad Universitaria con tanquetas y un aparatoso despliegue de tropa armada a bayoneta calada. Como se sabe, las cosas culminaron el 2 de octubre, la matanza no olvidada en Tlatelolco, con un número aún no precisado de muertos y heridos por las balas de la tropa, recordando siempre a la edecán olímpica María Regina, masacrada en el hecho y a la periodista italiana Oriana Fallaci, que resultó herida seriamente.

Tres años después, en una manifestación estudiantil, el 10 de junio de 1971, Jueves de Corpus Christi, un cuerpo paramilitar del gobierno del Distrito Federal, “Los Halcones”, masacraron a los jóvenes a balazos, siendo uno de los hechos más sangrientos (junto con Tlatelolco) en la historia de la represión oficial desde la Guerra Cristera.

No han faltado señalamiento de responsables del 2 de octubre y del 10 de junio: el mismísimo presidente Gustavo Díaz Ordaz-Bolaños Cacho; Luis Echeverría, poderoso y siniestro secretario de Gobernación y luego presidente; Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional; Alfonso Corona del Rosal y Alfonso Martínez Domínguez, jefes del Departamento del Distrito Federal, como las figuras conspicuas. Lo cierto es que sigue sin conocerse la verdad, pero hay algo que debe reconocerse a 53 años de distancia: Díaz Ordaz, en su informe de gobierno del 1° de septiembre de 1969, dijo esto: “Asumo íntegramente la responsabilidad ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”.

Hace seis días, el 8 de marzo de 2021, al conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, se dieron—como cada año y en todo el mundo—manifestaciones, marchas y activismo de grupos feministas y mujeres que justamente reclaman derechos y poner alto a violaciones, acosos, agresiones y demás agravios señalados como de género. Tuvieron que enfrentar a la fuerza pública y tratar de derribar unas vallas metálicas en torno al esplendoroso Palacio de los Virreyes (hoy ocupado por el presidente). Por fortuna, y a diferencia de 1968 y 1971, no hubo lesionadas graves ni muertes. Resultaron más mujeres policías heridas y lesionadas, que manifestantes.

Se esperaba una respuesta de empatía por parte del presidente. Pero al día siguiente, en los encuentros matutinos con pseudo reporteros, el titular del ejecutivo, enfurecido, lanzó acusaciones contra supuestos adversarios, derechistas, conservadores, neoliberales, prensa alquilada; que son acciones contra su gobierno y contrarias a su ideario y propósitos políticos; que las manifestantes son provocadoras y que son utilizadas por la derecha neoliberal, entre otras expresiones y adjetivos que pueden resultar adversos a los fines electorales que se avecinan en junio, cuando se pretende tener dominio pleno en la Cámara de Diputados para poder modificar la constitución y las leyes y llevar a cabo los planes que parecen corresponder al Foro de Sao Paulo, cuya meta es implantar el “socialismo del siglo XXI” en América Latina: el mejor camino al empobrecimiento.

Gran ironía de la historia: un presidente considerado asesino y de derecha, Díaz Ordaz, asumió toda responsabilidad. Ahora, con una supuesta izquierda, las cosas son al revés.