Gobierno en guerra: como anillo al dedo
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Gobierno en guerra: como anillo al dedo

 


La frase dio la vuelta al mundo: “por eso vamos a salir fortalecidos, o sea, que nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”, dijo Andrés Manuel López Obrador refiriéndose a la situación creada por el Covid-19,  en una  conferencia mañanera; expresión que ha dado lugar a toda suerte de interpretaciones y conjeturas, en torno a las decisiones que el gobierno federal tomará a partir del informe que el presidente transmitirá hoy, como medidas para afrontar una crisis, que llamó “transitoria” (todas las crisis en el ciclo económico son transitorias), y que involucra los terribles efectos en salud por la pandemia, así como el trastorno para la vida económica de México y del mundo.

El gobierno actual, que proclama una transformación (sin programa y sin proyectos fiables), debe, contra su voluntad, afrontar una crisis y guerra doble. La de salud de manera inevitable, para lo cual no tuvo las previsiones necesarias y el efecto puede ser funesto para un país que carece de medios y elementos para hacer frente a la virulencia del coronavirus.

La otra gran guerra, esa sí consecuencia de pésimas decisiones en materia económica, es la que debe enfrentar, con su endeble armadura, que es un esquema ideológico mal articulado: izquierdismo (enfermedad infantil, la llamó Lenin) combinado con fetichismo religioso de imágenes, talismanes y amuletos que sólo ofrecen indulgencia en la otra vida y no a la realidad, anexando una andanada de ataques a una política global (neoliberalismo), sin la cual no podrá resolver la situación que tiene enredadas las finanzas públicas, arcas no agotadas pero sometidas a un supuesto ahorro que sólo está llevando a la utilización de fondos no programados, como el de estabilización de los ingresos presupuestales y a la supresión de fideicomisos públicos, muchos de ellos con fines indispensables.

Apostar por construir y gastar en una refinería, ante un escenario de muy baja demanda y precios de hidrocarburos y el uso inminente de energías renovables (muy combatidas por el presidente), es un error mayúsculo en el cual se desperdician miles de millones de pesos en etapa crítica para varios años, sin perspectiva de recuperación.

Emprender una línea de ferrocarril en la selva tropical húmeda, es otro desenfreno caprichoso, insostenible. Gastos superfluos, mal uso de recursos que sólo predicen ruptura del flujo monetario en un país con deficientes servicios para la población más pobre, a la que se anuncia redimir, pero con evidencia de que sólo se mantendrá y hasta aumentará el número de menesterosos, usados en 2006 y 2018 como burda legión para el voto.

Pero el gobierno anda en busca de pelea. No bastan la guerra sanitaria y la lucha por la economía. La cuarta transformación está inventando enemigos, desafiando abiertamente a quienes surten a la hacienda pública de recursos para solventar el gasto público, la deuda pública y ahora los llamados programas sociales, bandera del populismo avasallador, con la meta del control total sobre la economía, la banca, la industria, el comercio, el turismo y los servicios. Las empresas privadas, los negocios de personas que de manera independiente luchan a diario por el sustento, están en la mirilla del arma gubernamental, con fines de colapsar la vida social y económica.

Ese “anillo al dedo”, hace prever que las intenciones gubernamentales pueden ir en el sentido de ir utilizando reservas de pensiones o de retiro (Afores); patrimonio de la banca de desarrollo; confiscación de cuentas bancarias (ya ni siquiera expropiación de la banca como hizo otro López: Portillo); expropiar empresas comerciales; requisar hospitales y darlos en su manejo al ejército, a la marina (o traer médicos cubanos); suspender la enseñanza privada y ocupación de escuelas para las “cien universidades” y los centros de adoctrinamiento. De lo más grave sería despojar al Banco de México de las reservas internacionales de divisas: una brutal devaluación del peso.

Gobierno con tres frentes de guerra: dos obligatorios y uno innecesario que puede precipitarnos a un desastre absoluto ¡Como anillo al dedo!