Te cuento un cuento
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Hagamos Conciencia

Te cuento un cuento

 


Hace mucho tiempo, en un lugar quizás desconocido para muchos de los ahora presentes, se erigió un territorio cuya armonía permeaba en los actuares de los pobladores, un lugar en donde el acompañamiento de un ser humano a otro, era el “pan de cada día”, un espacio donde quién robaba era la excepción a la regla, estaba comandada por personas del mismo pueblo, quienes recibían un salario promedio de lo que cualquier habitante recibía por su trabajo, ahí los que quería estar al frente, se proponían de acuerdo a sus aptitudes y su desarrollo en las artes económicas, políticas, de salud, sociales y de cualquier índole que se requería para cumplir con el objetivo trazado, las votaciones se hacían de manera abierta y quién contendía con otro o con otra, nunca denostaba el trabajo del contrincante, quién no era su enemigo, solo su contrincante, el pueblo participaba activamente en las decisiones tomadas y se sumaba al esfuerzo de quién ganara, porque sabían que quién estuviera al frente, no dependía de él o ella para lograrlo, sino del esfuerzo comunitario.

La preparación de los estudiantes iba en función de lo que se había definido como objetivos principales para la comunidad, los profesores y profesoras se dedicaban a darles herramientas a los futuros seres humanos, su función era de las más honoríficas, hacer de los corazones y mentes de los alumnos una forma de vida, eran un ejemplo de virtud; había personas que se dedicaban a sembrar y cosechar lo que el pueblo comería, tenían el respaldo de todos, si algo pasaba en el campo salían “al quite”, científicos quienes observaban la teoría del caos que guarda celosamente la naturaleza, acompañándose con tecnología útil para mantener bien nutrida a la población, dicha tecnología creada por los mismos jóvenes y adultos cuya orientación vocacional era de primera, le permitía al estudiante conocer sus capacidades para primeramente desarrollarse en ello y con el paso del tiempo desarrollar otras.

Los economistas veían las oportunidades que se presentaban en el futuro cercano y proponían nuevas formas de actuar, para avanzar en la contienda sana que se daba entre los pueblos, no había cabida para el narcotráfico, que podría intoxicar a la población y con ello se pagaran cuotas a los políticos para hacerse de dinero.
Esto no quería decir que no hubiera problemas, debido a que el ser humano es un criatura rara en cuyo actuar debe estar presente el peligro, la competencia y el desamor para sentir más de lo que le produce la felicidad y para ello había espacios exclusivos para desahogarse.

Como en todo cuento, comenzaba la parte obscura a desarrollarse entre los inconformes y codiciosos, cuya envida era más grande que la armonía que permeaba en la comunidad, vivían agazapados, a la sombra de los demás, tratando de mover la tolerancia a la permisividad de actos fuera de toda ética y moral en la sociedad, disfrutaban las manifestaciones de ideas y formas de expresión que rayaban en la violencia, convencían a los demás en justificar sus vicios por el hecho de sentirse infelices y de recibir “injusticias”, se hacían pasar por “los defensores de tu dignidad” y envenenaban a las personas que tenían cargos importantes en las organizaciones, comenzando a actuar sin escrúpulos o simplemente inventándose usos y costumbres, para hacer de sus comunidades lo que a su regalada gana les conviniera, buscaban a los más revoltosos y “con más saliva” para hacerse cargo de la política en ese lugar, permitiendo las decisiones viscerales, el encono y enojo por lo que en su momento sufrieron.

Entonces comenzó la lucha entre lo real y la ficción de querer ser más, tener más, una lucha por la competencia económica, social y de bienes de la república, comenzaron los señalamientos entre ellos, buscando los errores de los demás, haciéndose a un lado los que pudieron haber encontrado de nuevo la armonía y aumentando el número de personas que no podían pero querían sentir el poder de servirse, olvidando la máxima de que “aquel que no vive para servir no sirve para vivir”.

Entonces comenzaron los problemas, organizaciones y ciudadanos comenzaron a verse “de reojo” y tomaron la mala idea de compararse con el de al lado, haber quien estaba menos jodido, los académicos y personas de buena moral, se apartaron de servir, por diversas razones sin la justificación de quien busca el bien común, permitiendo que la ley del más fuerte construya, sin rumbo aparente, lo que se convertiría esta comunidad.

Entonces, comenzó el proceso de la debacle, unos se erigieron como los más jodidos y pedían recursos para salir de su pobreza, extendían la mano para recibir, pero no estaban dispuestos a trabajar por todos, otros comenzaron a señalar a las autoridades por no cumplir con los objetivos que el pueblo necesitaba para salir de su pobreza, sin que se dieran a conocer dichos objetivos y por ende no se podían medir, otros encontraban oportunidades para que a través de los más jodidos, les dieran recursos de cualquier naturaleza, para llenarse de poder y encontrar minitas de oro, para cuando quisieron quitarles el apoyo, se llenaron de violencia y crearon un caos, haciéndose del poder absoluto de la comunidad, misma que los escogió con la intención de que manejaran los intereses de todos y regresaran la armonía que tanto se añoraba.

A su vez, estando con las riendas del poder, sólo lo ocuparon para enriquecerse y dejar peor a un pueblo, que ha perdido toda esperanza de sentirse en un hogar que lo arropa para su seguridad y su bienestar. De manera perversa este mismo esquema fue replicado en muchos pueblos, para hacerlos caer en la misma situación y ahora buscan tener el control de todos, para que mágicamente lleguen con la “solución” a un problema del que se han beneficiado.
En fin, un lugar en la imaginación de muchos, en los que quizás fueron los inicios de una civilización que nunca existió, que se torna compleja de crear porque ya hemos escogido nuestro camino y no siempre es el mismo que los demás tienen en mente, nos gustaría estar en armonía y que cada uno se sintiera en paz con el papel que libremente escogió en la sociedad que vive, cuyas competencias se adaptan a un fin común, sin embargo, habría que preguntarse si todos tenemos un objetivo al cual nos dirigimos, para que de acuerdo a ello podamos construirnos o seguiremos persiguiendo a los que nos venden problemas, en vez de soluciones.

Este cuento aún no termina.
Twitter@g_vasquez