Los políticos y la fe en ellos
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Los políticos y la fe en ellos

 


En estas fechas donde los candidatos y candidatas próximas a convertirse en los nuevos ricos del Estado, han inundado de comerciales televisivos, radiofónicos, panfletos, redes sociales y demás chismes en portales web´s, buscando el voto del pueblo, para hacerse pasar por ciudadanos ejemplares cuyo interés solo es en el bienestar de usted y mío, se hace complicado, creer que esto es cierto, debido a que han pasado muchos personajes que una vez subidos en el poder, se les olvida sus promesas y se dedican a robar a mansalva, cuidándose las espaldas y aprovechándose de la ingenuidad del ciudadano que aún le queda un resquicio de fe, en lo que le dicen que se podrá lograr.

Pero precisamente, ese es el problema, creer, vivimos en un estado permanente de rencor y odio no solo a la autoridad, sino al hermano, el vecino, al político –que dicho de paso este último si se lo ha ganado a pulso- a todo aquel que nos promete y no cumple, dándole solo el derecho de la duda y ajusticiándole de mil formas por su falta de compromiso en las palabras falsas que salen de su boca.

Definitivamente no la tienen fácil, ningún candidato o candidata, no solo por lo que dice, sino por lo que no dice y se le condena también por eso, es difícil comprometerse con alguna corriente social que en principio comienza con ciertos valores, pero termina regándola, por compromisos que sabe que no podrá cumplir.

Hasta hoy día, no he escuchado ninguna propuesta, convincente que aliente la esperanza de una reconciliación social que urge crear, algún candidato o candidata que prometa una alianza para crecer en cualquiera de los aspectos tan necesitados por todos.

Me gustaría saber quién es el valiente que se atreva a comprometerse a unir al menos dos pueblos cuyas relaciones han sido de odio pero que todos sabemos que juntos podrían ser un detonante económico en el Estado, solo veo a un conjunto de lambiscones buscando aparecer “en la fotografía”, para hacerse de un hueso en el gobierno, no veo que se hagan acompañar de intelectuales, científicos, economistas y demás profesionistas que ayuden a resolver los problemas de fondo y que verdaderamente busquen aplicarse y fortalecer las promesas de los candidatos.

Muchos prometen mejorar sueldos y otorgar empleo, condición que no lograrán por sí solos, a menos que quieran contratar y meter a todos al aparato gubernamental, como aviadores y parásitos que solo cobren sin trabajar; ofrecer empleos sin mostrar la forma en cómo convencerán a las empresas e industrias de invertir en un lugar en donde se protesta por lo mínimo o por motivos justificados o no de un grupo de paisanos que son desplazados de sus viviendas.

El Oaxaqueño trabaja duro, sino pregúntele a los güeros del norte del continente donde se les trata con la punta del pie, pero que han ayudado a engrandecer a ese país, toda esa mano de obra tan valiosa y tan poco valorada a nuestro Estado, por problemas de tecnificación de una tierra que espera su momento para ser nuevamente productiva y que por lo pronto quedará en el olvido.

La mayoría de nuestros jóvenes, de quienes se frotan las manos los partidos políticos para hacerse de sus votos, se enteran de sus movimientos en las redes sociales, que les permiten acceder a cualquier información, desde lo que la vecina twittea por las mañanas, los bloqueos diarios y los pleitos de vecindario de los próximos gobernadores, por ello, leyendo hace unos días un interesante artículo en The Guardian, titulado “A third of young people think social media will influence their vote“, detalla y comenta los resultados de una encuesta de Ipsos Mori cuyos resultados indican que un 34% de los jóvenes entre 18 y 24 años consideran que el uso de redes y medios sociales ejercen una importante influencia sobre su voto, el segundo medio con más influencia versa en los tradicionales debates televisados.

En muchos sentidos, afirma la encuesta, las redes sociales parecen estar sirviendo para acercar al debate político a personas que no parecían interesadas en él, aunque aparentemente lo hagan de una manera claramente superficial y con una escasa calidad en formas y argumentos.

El carácter bidireccional de las redes sociales favorece que los intercambios de opiniones, tanto aquellos en los que la persona participa como aquellos que simplemente presencia, se conviertan en una fuente de influencia, dotada además de una mayor sensación de proximidad, de cercanía al usuario. Las opiniones que impactan al usuario provienen de personas a las que este ha decidido seguir, que posiblemente pueda considerar como referencia en esos u otros temas, y por tanto impactan de una manera más eficiente. El hecho de que en muchos casos se añada a la opinión una métrica de popularidad en forma de retweets, likes o métricas similares se puede convertir además en un efecto de reafirmación colectiva que también juega un papel importante, sobre todo en usuarios jóvenes.

Las redes sociales, sin embargo, no responden a los patrones tradicionales de la comunicación unidireccional. Aquellos partidos que tratan de manipularlas de manera burda o de aplicar estrategias basadas en la “fabricación” de una falsa relevancia pueden fracasar con suma facilidad. Los tiempos en los que los partidos se dedicaban a colocar varias filas de militantes armados de ordenadores o teléfonos móviles en los mítines para “fabricar” artificialmente trending topics y fingir una relevancia de la que carecían completamente parecen haber pasado ya a la historia, pero en su lugar parecen anunciarse estrategias de coordinación muy similares: consignas dictadas directamente desde los partidos para que hordas de militantes actúen de una manera determinada, aparentemente inspiradas en el “estilo Hugo Chávez“, que utilizaba a cientos de personas contratadas para “elevar las barreras de entrada a la participación”, insultando y apaleando públicamente a quien osaba tener una opinión contraria a la oficial.

La calidad del debate político en las redes sociales no es necesariamente buena: en muchos casos, hablamos más de frases cortas, lapidarias o irónicas y de simplificación burda de argumentos que de un verdadero intercambio de opiniones. Incluso cuando se utilizan las redes para difundir un artículo más largo y con más reflexión, es habitual que ese artículo termine siendo usado casi a modo de “arma arrojadiza”, pero con un nivel de lectura real muy bajo – aunque otros contenidos, como el vídeo o el cómic, puedan ser objeto de un consumo mayor.

Los argumentos negativos, por otro lado, parecen pesar más que los positivos, salvo cuando estos son aportados como un recurso al sentido común o de manera relativamente desapasionada: el mensaje claramente propagandístico u obviamente proselitista suele generar en redes sociales un rechazo o incluso un hartazgo. Pero entre lo que son hoy y lo que deberían o podrían ser en el futuro, me temo que aún nos queda mucho por ver – y por sufrir.

twitter@g_vasquez