Por “mis tenates” que lo hago
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Por “mis tenates” que lo hago

 


Haré lo que me sea más conveniente sin importar a quienes afecte, ¿qué acaso no me le merezco? “El pueblo bueno”.
En la historia de la humanidad… bueno para que irse tan lejos, en nuestros días, a personas comunes como usted y como su servidor, nos ha pasado que esa frase de merecerse algo, sin importar los medios y formas de conseguirlos, serían razón suficiente para tenerlos, inclusive robando, ya que “los demás lo hacen de esa forma y nadie les dice nada”, además, ya tan podrida está la sociedad que otro acto de esa naturaleza, no desentonaría la melodía sinfónica cuyo director es Don “falta de principios”; por ahí en la muchedumbre se escucha una voz que de manera enérgica y con toda autoridad dice: “esos otros” lo hacen y yo ¿qué soy más tonto y no lo puedo hacer?, frase que sólo deja ver la derrota inminente de la moral, sus frustraciones adquiridas por no haber vencido a la corrupción de la que ahora es cómplice, sin duda hay derrota, se palpa la evidente pérdida de valores, sumándose a las decisiones de un “pueblo bueno”, cansado de soportar en sus hombros, la envidia de ver como otros se hacen millonarios y ellos que se han fregado el lomo, no han conseguido ni la satisfacción de cubrir sus necesidades básicas, tratando de pelear por los ideales de una sociedad que dista mucho del bien común, sólo se percibe el pleito de todos, por su bienestar, sin importar (insisto) lo que al otro le suceda, sin embargo “el otro”, también es “pueblo bueno”.
Esa potestad que tienen las personas para obrar según “sus tenates” le indiquen, y que algunos mal llaman Libre Albedrío, no sólo se justifica por la libertad natural para tomar sus decisiones, sin que por ello se sientan intimidados por presiones u otras limitaciones, inclusive a señalamientos divinos, donde la lucha entre el bien y el mal se encarnizan en la mente del sujeto, dejándole herramientas que hacen que su actuar pase por las palabras inquisidoras de quienes lo observan, de quienes lo juzgan, de quienes dirán –si les conviene- si su actuar fue correcto o no lo fue.
Las responsabilidades que nos genera tomar decisiones ya sea correctas o incorrectas para la inteligencia social, tiene sus repercusiones, ese libre albedrío, no nos salvan de nuestros actos, de los cuales sabemos o nos imaginamos las consecuencias.
¿Recuerda usted, cuando varios se unieron para rescatar personas y enseres de las casas dañadas en el Istmo de Tehuantepec de nuestro Oaxaca?, se veía un apoyo solidario por la tragedia sucedida, y casi a la par, se presentó la rapiña de los habitantes de algunas comunidades para saquear los centros comerciales, muchos nos quedamos atónitos al ver a través de las cámaras de quienes grababan las escenas, como se arremolinaba la gente para llevarse algo a su casa, con la justificación que lo habían perdido todo; otros más saqueaban los víveres de los camiones que se llevaban a las comunidades afectadas, la escena era escalofriante, la bondad y maldad actuando en el mismo escenario.
El libre albedrío lo encontramos desde luego en la filosofía, cuando San Agustín de Hipona en el libro II, Voluntad, razón y sentido, responde a Evodio, al decir que “Sin el libre albedrío no habría obra buena ni mala en el mundo, pues la voluntad es lo que hace el bien y el mal”, por ello una persona debería tomar el libre albedrío para hacer el bien, que su libertad, tenga ese enfoque, sería lo ideal.
No estoy hablando en lo absoluto del determinismo y libre albedrío de Einstein, cuyos argumentos mostrados en el documento “El Hombre y la Máquina” de Roldán Ch., Jairo de la Universidad Autónoma de Occidente de Cali, Colombia, menciona que: “El determinismo significa que todo el futuro del mundo material está absolutamente determinado al comienzo por su estado inicial, y el reduccionismo sostiene que todas las cualidades típicamente humanas se reducen por completo a las interacciones de la materia. Por lo tanto, todas las acciones de los seres humanos estarían también totalmente determinadas por el estado inicial del mundo. Ello significa que no existe el libre albedrío”, por lo que un servidor considera, que si fuera así, “ya subidos en el carrusel de la vida, pues disfrutemos de nuestras desgracias”.
Por lo que me refiero al libre albedrío, como aquel que se muestra en derecho, empleado como argumento legal para el castigo de quién violente las leyes, ya que si una persona comete un delito (acción que va en contra de lo establecido por la ley y que es castigada por ella con una pena grave), ha evaluado que esa acción perjudica a alguien más o algunos más, entonces debe aceptar las penas que vienen acompañadas de su actuar y en consecuencia se aplicará la pena que digan las leyes, esas que nos rigen y que nos debería de dar orden. Pero, sinceramente, no siempre es así, al parecer la Ley tiene precio y quién lo paga, tiene los derechos de torcerla tanto como sus intereses le permitan su bienestar.
No se ha preguntado ¿Qué lleva a una persona a actuar en contra de lo que un día se le enseñó?, porque en algún lugar debió de haber sentido el amor al prójimo, la fraternidad, la empatía, la ayuda desinteresada, el ver crecer a alguien sin sentir envidia o denostar sus éxitos, que pinche forma de vernos unos a otros, educados por competencias y no por amor a la humanidad, que de esto, también está compuesto el pueblo bueno ¡Es cuanto!

Twitter@g_vasquez