Una gran cocinera tradicional oaxaqueña
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Una gran cocinera tradicional oaxaqueña

 


Esta es la historia de Natalia Magdalena Santiago Cruz, una pionera de la cocina tradicional oaxaqueña, tal y como me la contó su hija Concepción Santiago. 

“Para empezar, me dice Conchita, les diré que se trata de mi madre que nació en el año de 1900, en Santiago Yatareni, un pueblito encajado en las montañas de la Sierra Juárez del Estado de Oaxaca; de 14 años me trajeron a Oaxaca para trabajar en la cocina de un hotel que estaba entre Morelos y García Vigil y que se llamaba Hispano Americano; ayudaba a las chefs, lavaba trastes, limpiaba; trabajaba desde las siete de la mañana hasta las diez u once de la noche, allí me dieron cuarto para dormir y recibí mi primer sueldo que fueron $ 1.75 (un peso setenta y cinco centavos) quincenales.

“Quería ser cocinera y me fijaba como hacían los chefs las comidas; venían de otros lugares y seguido los cambiaban porque algunos se salían a pasear, otros tomaban; en fin que fui aprendiendo de la cocina solamente viendo pues yo era analfabeta, no sabía leer ni escribir. Y llegó el momento que mis patrones se dieron cuenta que la que cocinaba era yo, pues uno de los chefs me dijo que yo cocinara por las noches y que él le decía al patrón que él lo hacía por las noches para irse a pasear en el día; un día se acabó la comida y el dueño no sabía que hacer, le dije que si quería yo hacía más y me dijo “¿Tu? ¡Qué vas a poder!” le dije que si podía y cuándo ya estuvo, probó lo que hice y le gustó mucho.

“Al rato que llegó el chef se enfureció y  agarró agua hirviendo y me la votó, yo me aleje pero alcanzó a quemarme las piernas, me llevaron al hospital y me curaron y al chef lo corrió el patrón y como yo no sanaba una señora me dijo que me pusiera mentol ato que venía en unas cajitas chiquitas rojas con amarillo y con eso sané; para ese tiempo yo tenía dieciocho años, cuando un día, sin pensarlo, llegó mi hermanito Felipe y me dijo que estuvo en Ciudad Juárez y que se quería ir al otro lado pero que no tenía dinero; mi patrón tenía guardado el dinero de mi sueldo y le dije que me lo diera, en aquel tiempo circulaba la moneda de oro; mi patrón me dijo: Nati, piénsalo porque es una pequeña fortuna, yo le dije: “ya lo pensé y le di a Felipe $ 3,000.00 pesos en oro y jamás volví a saber nada de él, alguna persona me dijo después que lo  habían visto en Estados Unidos.

“A los 25 años me casé y tuve un hijo de mi esposo, él era de Nochixtlán y era agente de ventas, viajaba mucho por los pueblos de Oaxaca y Veracruz y me fui con él, era amable y como viajaban en caravana todos se llevaban bien y en uno de esos viajes pasamos en un lugar dónde todos tenían que bañarse antes de llegar al pueblo, pues decían que si no, nunca llegaban al pueblo; otro día tuvimos que atravesar un río que los caballos solamente sacaban la cabeza de lo hondo que era, de repente sentí que un animal se me enrolló en la cintura, me dijeron que había sido una culebra pero que solamente les picaba a los hombres. 

“Tuve mi hijo en Veracruz pues allí estábamos, yo no tenía nada de busto y el doctor dijo que tenía que sacármelo con unos fierros calientes; regresamos a Oaxaca y él me dijo que se iba por el rumbo de su tierra que se llama Nochixtlán, pasaron varios meses y él no venía, pero siempre llegaba un giro postal; un día cuando mi hijito tenía cerca de un año, yo estaba mala y me fui con él a la iglesia y al salir me encontré con una señora que nos conocía y le dijo a mi niño: “pobre de ti, tan pequeño y ya te quedaste huerfanito”, yo me sorprendí y le dije, “porqué le decía eso y ella me dijo que si no sabía que Federico, mi esposo había muerto, le contesté que no, me dijo que lo habían confundido y lo habían balaceado en su tierra; cuando llegué a casa le pregunté a mi suegra y me dijo todo y que ella les había dicho que no me dijeran y desde entonces ya no me dieron dinero.

“Me vine a Oaxaca y empecé a buscar trabajo en el hotel Hispano Americano y me enamoré de otra persona que también era cocinero, en el hotel Francia, tuve una niña que le puse Consuelo y le decía Chelo, los dueños del hotel me dijeron que me fuera a trabajar a su trapiche que tenían en Cuicatlán mientras allá, encontraban cocinera; me fui con mis dos niños, la niña ya tenía 4 años y se enfermaron de tos ferina que en ese tiempo no tenía cura, al niño le dio muy fuerte y le dije a mi nena, “no te acerques a tu hermano”; ella me dijo “no te preocupes, si me muero tu no vas a gastar porque ya tengo todo arreglado”, como era tan sociable, al señor que tenía sus negocios, sic, les había dicho que si se moría le regalaran las cosas que necesitara; yo ya le había dicho a mi patrón que la enterrara en su lugar que tenían en el panteón.

“Una noche a mi hijo ya no le dio tos y ella me dijo: “¡Mamá ya llegó la hora!” y le dio un ataque de tos fuertísimo, y murió; yo pienso que dios me mandó un ángel prestado.”

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