Una villa llamada Santa María Oaxaca
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Una villa llamada Santa María Oaxaca

 


Lo que ahora es el barrio de El Marquesado, antiguamente fue un pueblo que se llamó Santa María Oaxaca, el pueblo que escogió, en esta región, Hernán Cortés para que fuera su Marquesado.

No debemos confundir Oaxaca con Antequera, que eran lugares diferentes. Esto se puede comprobar fácilmente viendo los mapas antiguos de Oaxaca. Santa María Oaxaca fue siempre Oaxaca, se escribió con g y con j y fue un cuartel de los mexicas que fundaron Huaxyacac.

Al inicio de la invasión, los bárbaros e ignorantes invasores, acostumbraban anteponer el nombre de un santo al nombre del lugar, de ahí vino el nombre de Santa María Oaxaca. Mediante sus delegados Cortés fundó la Villa de Santa María Oaxaca que después formó parte de El Marquesado del Valle.

La frontera oriente de Santa María Oaxaca era la Rayita y cruzando el caño que las separaba empezaba Antequera, que era otro lugar, con otra historia y con otros fundadores.

Si el objeto de las nuevas generaciones es conocer la verdad o el deber ser, deben estudiar el pasado de Oaxaca de los documentos escritos de primera mano que se sometan al método científico.

En su Historia de Oaxaca, José Antonio Gay cita sus fuentes documentales y su bibliografía. Los archivos de la fundación de Santa María Oaxaca se perdieron, como él mismo lo dice, después de que los tuvo en sus manos.

Estamos acostumbrados a ver la ciudad de Oaxaca tal como se encuentra actualmente, pero debemos tener presente que no siempre fue así, hay que observar hasta donde llegaba el cerro del Fortín, el río y El Marquesado del Valle.

Los invasores que llegaron eran ex convictos traídos a la fuerza; pastores, vaqueros, agricultores, comerciantes, albañiles, herreros, carpinteros, mercenarios, panaderos, carniceros; castellanos en su mayoría, pero también llegaron portugueses, turcos, judíos, negros; eran aventureros ignorantes en busca de fortuna fácil; llegaron a ciudades pobladas por indígenas cultos, con conocimientos científicos que siguen sorprendiendo a la humanidad y que se reían de los invasores porque trabajaban con las manos.

Este es un breve relato de lo que fue la verdadera Oaxaca, llamada en la época del virreinato, Villa de Santa María Oaxaca de El Marquesado del Valle.

El tema es un tema natural en una persona que trata de escribir sobre el lugar en dónde nació; sin perder la objetividad, ni la seriedad de la investigación y sin dejarse engañar por los historiadores que te llevan de la mano hacía Antequera sin que te des cuenta, salvo que, pienses; vas descubriendo, comparando, desechando, analizando, y al ir encontrando cosas nuevas te vas dando cuenta de todo lo que te falta, a pesar de haber planeado y delimitado previamente el tema.

Bebí de las fuentes históricas, las versiones oficiales de los invasores y las de los curas católicos, son las únicas fuentes documentales que, en las circunstancias, tuve a mi alcance. Las vivencias personales las fui extrayendo de mi memoria; hablo de los lugares dónde jugaba, caminaba, estudiaba y parecía que se habían quedado dormidas para siempre, hoy salen como fantasmas para dar su testimonio para bien de la humanidad.

Trato de dar una visión de la importancia que tiene la cultura en el progreso de Oaxaca; un esbozo de la historia de Santa María Oaxaca en la época prehispánica y en la época del virreinato, convertida en Villa y después en barrio, refleja, yendo de lo particular a lo general, la vida de provincia donde el tiempo transcurre más despacio; hablo de lo que el tiempo se llevó, lo que ya no existe y que fueron lugares de referencia como: la primer iglesia que se construyó en Oaxaca, en lo que es hoy el barrio de El Marquesado y dónde se inició la evangelización de los zapotecos, aliados de los invasores y de los mexicas traídos como esclavos; en esta Iglesia Mayor fueron bautizados cambiándoles el nombre; el arco triunfal de piedra, la garita, la ermita de la Soledad, dónde se echó la mula que trajo el rostro y las manos de la virgen de La Soledad; la pilita, los ahuhúetes, el río Atoyac, el ojito de agua, la fábrica de cerveza T, los pasajuegos, el camino de arriba; cuento algunas anécdotas personales que son realmente anécdotas de los que crecimos en el barrio; el templo del señor de Santa María, su retablo y el jueves de los compadres; la danza del árbol; la noche de la República y algunos cuentos.

La vocación de los oaxaqueños, para lo que servimos es para el turismo y todo nuestro trabajo debe estar orientado a esta actividad para aprovechar al máximo los recursos naturales y culturales de nuestro estado; por la trascendencia que tiene el impacto económico del turismo, pienso que es necesario saber primero dónde estamos y para saber dónde estamos, es indispensable conocer con exactitud de dónde vinimos.