La Noche de la Libertad y el Altar Patrio
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La Noche de la Libertad y el Altar Patrio

 


Este es el relato de Dn. Faustino Martínez Martínez, Papá Tinito (†), de cómo se celebraban las fiestas patrias en su pueblo:

Hablar de Capulálpam de Méndez, ahora que puedo abrazarlos y ustedes pueden escucharme, es hablar del lugar en dónde está enterrado mi ombligo; la tierra de mis amores; es hablar de costumbres, tradiciones y forma de ser de los capulalpenses; es hablar de la cuna de Miguel Méndez y del Pueblo Mágico.

Para las fiestas patrias de hacía el concurso para sacar a la América, a cada grupo de la única escuela primaria iba la Junta Patriótica y sacaban el 1o, 2o y 3er lugar y por su cuenta se pagaban los vestidos de las tres.

En la noche del 15, era Noche de Libertad, en carretas adornadas iba la América y sus damas acompañadas por la banda de música del pueblo. Las yuntas eran jaladas por policías hasta llegar al Altar Patrio; allí estaba la autoridad y era donde cantaba la América. 

El presidente municipal daba El Grito y cualquiera sacaba su máuser, pistola o escopeta y a quemar cartuchos; entonces no había cuetes, ni ruedas catarinas; eran bonitas las fiestas, se ponían bien alborotadas.

El 16 desfilaban por el pueblo los niños, la América y sus damas, acompañados por la banda de música hasta el Altar Patrio en donde se celebraba el acto cívico; después había partidos de básquetbol, que era el único deporte  y encuentros de pelota mixteca, “adornados estaban sus guantes”, venían a jugar de Lachatao y de Latuvi; aquéllos que trabajaban en el mineral ganaban mucho y jugaban de a dinero.

La familia me dice de cariño, Papá Tinito y me gusta porque es una forma de consentirme, de apapacharme, de quererme. Es algo que todos, como seres humanos necesitamos de manera permanente, aunque lo olvidamos y transitamos por la vida como hojas al viento.

Los paisanos me dicen compa, y cuando se refieren a Capulálpam, dicen: el pueblo. ¿Cómo estás compa? ¡Bien compa! aquí en el solecito, agradeciendo la luz de este día ¿y tú? ¿Dónde están tus papás? Al pueblo fueron.

Nací un domingo lluvioso, a medio día, era el 29 de julio, día de Santa Marta. Me pusieron Faustino, como mi abuelo; era el año 1923. Mis padres fueron Dionisio Martínez y Dolores Martínez, originarios. En el pueblo todos éramos parientes; así era antes, te casabas sin saber el grado de parentesco.

Estudié la primaria en la única escuela del pueblo, la Miguel Méndez; tenía siete años e iba de 8 a 11 de la mañana; había seis grupos, del primero al sexto, cada uno en su salón. A los profesores mandaban de Oaxaca.

En 5o y 6o año fue mi maestro el Sr. Eleazar T. Cruz, con él terminé la primaria. Había un solo libro por grupo y lo tenía el maestro; en un cuaderno te dejaban la tarea y todo lo memorizabas, así era antes.

Escribía uno con gis en un pizarrón tamaño carta con su marquito de madera que se llamaba pizarra, era delgadita y el gis largo y delgado, como un lápiz, era el pizarrín. Aprendí a leer con el silabario y a contar en un marco de madera, así, como de un metro de altura y de ancho un poco menos, con alambres que tenían canicas de madera.

Había competencias para ver quién sabía más, el maestro dividía al grupo en dos y así, en dos filas nos paraban frente al pizarrón, su ayudante apuntaba las cuentas y pasaba uno y otro, y otro y otro.

Al final del año se hacía un examen práctico, frente al Comité de Educación que estaba formado por un representante de los mineros, uno de los campesinos, el maestro y la autoridad municipal. Todos en un salón.

Para que luciera el aprovechamiento de los alumnos y el trabajo del maestro; como estrategia, a quienes sabíamos, el profesor nos sentaba atrás y a los bodorros adelante (Bodorros, los que así como entraban así salían, es decir, sin haber aprendido nada. El jurado pensaba que los burros eran los de atrás y empezaba a preguntarnos: a ver tú y tú. ¡Ahora tú! A mí siempre me sentaron atrás.

Eran grupos pequeños, mixtos, de ocho a diez alumnos y eran muy pocos aquéllos que llegaban a 5o y 6o.

A partir del 4o. año, cada lunes, antes de entrar, nos formaban y nos hacían preguntas y a los que no contestaban bien debían extender la mano con la palma hacía abajo, como para tomar distancia y con una regla les golpeaban el dorso.

Fueron mis contemporáneos: Taurino Bautista, Eustaquio Bautista y Edmundo Sánchez.

Estaba amolado el medio, salía avante quien tenía primaria; quien contaba con dinero salía del pueblo. El maestro Eleazar escogió a los mejores para estudiar fuera. Señalando con el índice, dijo a ver Faustino, tú y tú. 

Estuve a un pelito de irme a estudiar a Oaxaca, pero mi destino era quedarme. El día del viaje se enfermó mi mamá y me quedé a cuidarla.