Estratega
Construcción de el panteón de El Marquesado
En memoria de Ruperto Antonio Jiménez Cervantes que falleció en esta ciudad, el pasado miércoles, 8 de septiembre de 2021, a la edad de 77 años; le sobreviven, su esposa, un hijo y una hija. Su padre don Atanasio Antonio Jiménez Méndez –Baldo– y su abuelo Antonio Jiménez, donaron los terrenos para el actual panteón número 3, de El Marquesado y que pocos vecinos saben por ser avecindados recientes en el barrio.
Entre 1910 y 1912, Dn. Antonio Jiménez, donó la parte central y en 1944, para su ampliación, su hijo Dn. Atanasio Antonio Jiménez Méndez —Baldo—, donó dos fracciones de terreno, una de 86 metros de largo por 20 metros de ancho y otra de 86 metros de largo por 7 metros de ancho respectivamente, en sesión ordinaria del Cabildo municipal, celebrada el 14 de marzo de 1944, acordaron aceptar la donación y en enero de 1912 aparecen, en el libro diario de inhumaciones, los primeros registros.
El primer panteón en el barrio de El Marquesado, fue el atrio y el interior del templo del Señor de Santa María; según la categoría y las posibilidades monetarias de cada familia para alumbrar bien el camino de cada difunto, podían ser enterrados en el presbiterio, en la nave principal o quedarse afuera, en el atrio y con más razón si era pobre o si moría por la epidemia de viruela o colerín o ha consecuencia de un terremoto.
En septiembre de 1834 el Gral. Dn. Antonio de León, Gobernador del Estado, prohibió oficialmente la inhumación en los atrios de los templos; la prohibición hizo ver la necesidad de contar con un espacio diferente y alejado para enterrar a sus muertos. Durante más de un siglo el panteón fue un espacio abierto sin barda, sin puerta y sin mausoleos.
Entre 1910 y 1912, Dn. Antonio Jiménez, donó la parte central para el panteón de El Marquesado, No. 3, y en 1944, para su ampliación, su hijo Dn. Atanasio Antonio Jiménez Méndez —Baldo—, donó dos fracciones de terreno que escrituró formalmente a nombre del Municipio de la ciudad de Oaxaca de Juárez; una de 86 metros de largo por 20 metros de ancho y otra de 86 metros de largo por 7 metros de ancho respectivamente, según consta en el oficio No. 1525, A-S / 1-4 / “44”, de fecha 15 de marzo de 1944, firmado por el Presidente Municipal, Luis González Fernández, y por el Oficial Mayor, Efrén Díaz Cervantes, mediante el cual, le comunican formalmente que, en sesión ordinaria celebrada el 14 de marzo de 1944, acordaron aceptar la donación y en agradecimiento en la cabecera poniente del panteón, le ceden a cambio y a perpetuidad, un lote en el mismo panteón, de 15 metros de largo por 8 metros de ancho. Palabra y acuerdo qué por supuesto no respetaron, como es su costumbre, las autoridades municipales
En enero de 1912 aparecen, en el libro diario de inhumaciones, los primeros registros; el 15 de noviembre de 1912 el H. Ayuntamiento acuerda la venta de piedra y con el producto se compra el portón (libro 102, 18 r, a 19 v). La puerta se encontraba en la parte central que da a la calle de Juan Escutia. En este tiempo era común ver a chivos y burros pastando en el panteón.
La barda perimetral se construyó en 1949 y se le colocaron los barandales que se quitaron al mercado Benito Juárez, incluyendo el portón de fierro que aun conserva y se cambió la entrada a la esquina que forman las calles de Niños Héroes y Juan Escutia, en donde se encuentra actualmente. Durante la administración del Dr. Manuel Canseco Landero como Presidente Municipal, se iban a vender como fierro viejo los barandales del mercado; el Síndico y el Regidor del Ayuntamiento, Gerardo Roberto Tovar Moreno y Emiliano Bolaños Pérez, gestionaron y lograron que dichos barandales se instalaran en el Panteón.
El 8 de diciembre de 1950 se compran puertas de fierro, sic, (libro 222, foja 166 r a 174 r). En la parte superior de la entrada existe una placa de onix en la que se puede leer: Panteón Municipal No.3, “El Marquesado” H. Ayuntamiento, 1949 – 1950”
En 1953 se introdujo el agua potable, la toma se hizo de la Calzada Madero y en el centro del panteón se construyó una fuente circular, de cemento. La barda del panteón quedaba alineada con la acera poniente de la calle de Juan Escutia y Obras Públicas Municipales acordó ampliar la calle; para hacerlo era necesario recortar todas las casas de la acera oriente de la 1ª. Calle de Juan Escutia; uno de los afectados, David Arrázola Vasconcelos, protestó enérgicamente ante el ayuntamiento de la ciudad y este acordó, “inteligentemente”, hacer la ampliación, pero afectando las casas de las dos aceras de la calle, esta es la razón por la cual, el panteón quedó a media calle, como monumento a la estupidez de las autoridades municipales de aquel tiempo.