El virreinato en Oaxaca
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El virreinato en Oaxaca

 


Cuando cayó la Gran Tenochtitlan, Cortés mandó revisar los libros de registro del cobro de tributos de Moctezuma y detectaron que los mixtecos y zapotecos de Oaxaca tributaban con oro, esmeraldas, joyas, mantas de algodón y tlapanochextli —grana—. También tenían referencia de la enorme riqueza de Oaxaca por los presentes en oro que llevaron a Cortés los principales enviados por los caciques y señores de los pueblos de Oaxaca.  

Esto despertó el deseo ardiente, excesivo y enfermizo por apoderarse del oro de los señoríos de Oaxaca. Decidieron de inmediato beber de este manantial de riqueza fácil para levantar su fortuna; esta es la razón por la cual Oaxaca fue la segunda ciudad poblada por los invasores después de México, y Santa María Oaxaca, el primer pueblo fundado en Oaxaca. 

La Villa de Santa María Oaxaca fue siempre, y así lo reconocieron hasta los españoles enemigos de Cortés, su marquesado. Si bien, casi todo el territorio de Oaxaca formaba parte de El Marquesado, la Villa de Santa María Oaxaca era su marquesado y así fue aceptada, reconocida y respetada. 

Fue un pueblo que Cortés se reservó para él por ser el mejor lugar por su clima tropical y por la fertilidad de su suelo.  En 1953, ya siendo un barrio de la ciudad de Oaxaca, mi abuelo, cuando iba al centro de la ciudad, decía: “Voy a bajar a Oaxaca” reafirmando, inconscientemente, con su expresión que Santa María Oaxaca y Antequera siempre habían sido lugares diferentes.

Los españoles acostumbraban anteponer el nombre de un santo al nombre del lugar y de ahí viene Santa María Oaxaca. El nombre de Santa María se lo dieron porque Cortés y los españoles eran idólatras devotos de la Santísima Virgen María y la invocaban para todo. Para honrarla y agradecerle, él —Hernán Cortés— les quiere dejar una gran señora, que es madre de Nuestro Señor Jesucristo, en quien creemos y adoramos para que ellos también —los indios— la tengan por señora y abogada.  

Cortés tenía un complejo: estaba enamorado de su madre y a través de la Virgen la invocaba para todo, como la madre que ve sufrir a su hijo traicionado y abandonado, cómo la Virgen de Viernes Santo; el complejo de Edipo, no resuelto, se refleja en el marianismo idólatra y pagano de Cortés que usando como herramienta la cruz y la espada, lo siembra en el territorio invadido.

Los indios pensaban que Santa María era el dios de los cristianos; el Pbro. José Antonio Gay dice, a este propósito: “sin saber el indio si era hombre ó mujer, por que oyia al español que la nombraba muchas veces, y aunque pocas ó ninguna veían su imagen concibieron grandes cosas de Santa María”. 

El lugar elegido por el delegado de Cortés, Francisco de Orozco para establecer el pueblo de Santa María Oaxaca, es un lugar estratégico porque es la entrada dorada al Valle Grande; es la puerta hacia el Mar del Sur y el paso a Tehuantepec, Guatemala, Nicaragua y Perú y por supuesto, el paso para Antequera; estaba situado entre el Cerro Daninayaaloani —que quiere decir Cerro de Bella Vista, después cerro de Belem, de La Soledad, Ignacio Zaragoza y hoy, cerro del Fortín— y Monte Albán; además del suelo fértil y del clima templado, es el paso obligado hacia cualquier dirección. 

La frontera de Santa María Oaxaca era La Raya y cruzándola empezaba Antequera, que era otro lugar, con otra historia y con otros fundadores. Antequera se fundó después aledaña a Santa María Oaxaca; fue dónde se trazó la ciudad y dónde esta ahora. En los mapas de la época del Virreinato se puede comprobar fácilmente dónde estaba Santa María Oaxaca y dónde estaba Antequera. 

Oaxaca siempre fue Oaxaca y Antequera ahora resulta que es Oaxaca. Antequera fue el sitio destinado por Cortés para sus vasallos indígenas, para su encomienda; la envidia, la codicia y la avaricia crearon la ciudad de Antequera. 

El fracaso del crecimiento de Antequera en términos de desarrollo, tanto económico como demográfico, se debió en gran parte a la sofocante influencia de El Marquesado.

Se establecieron en la Didjazaa —los que hablan con sabiduría— que ya existía, setecientos cincuenta mexicas que vinieron en el primer viaje con Francisco de Orozco como vasallos de Hernán Cortés, implantando la religión católica, el sistema de vida de los mexicas y el idioma náhuatl; con los mexicas llegaron mixtecos y tlaxcaltecas. 

Los zapotecos que en ese momento se preparaban para la batalla final contra los mixtecos, obedeciendo a sus sacerdotes se sometieron a los invasores para que la profecía se cumpliera, Quetzalcóatl había regresado; otros prudentemente se retiraron a Teotzapotlán; quedando los zapotecos, mixtecos y tlaxcaltecas, como enemigos naturales de los mexicas.