Origen del turismo en Oaxaca
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Origen del turismo en Oaxaca

 


La vocación de los oaxaqueños, para lo que servimos es para el turismo y todas nuestras actividades deben estar orientadas a esta actividad para aprovechar al máximo los recursos naturales y culturales de nuestro estado. 

Cuando se habla de turismo, se habla de visitantes nacionales y extranjeros que se desplazan a Oaxaca de manera voluntaria y temporal, por razón de ocio o de negocio, a disfrutar de sus playas, folklore, zonas arqueológicas, arquitectura virreinal, artesanías, gastronomía, música, de la quietud provinciana donde parece que el tiempo transcurre más lentamente de lo normal y de la tradicional hospitalidad de los oaxaqueños. 

Todo lo que hagamos individual y colectivamente por Oaxaca vale la pena ya que es lo que vamos a heredar a nuestros hijos y nietos y “nada es pequeño, ni el mar, ni la rosa… amar eso es todo, querer todo es eso…” sólo necesitamos hacerlo y ponerlo en práctica. 

El pecado es no crear, no escribir, no exponer, teniendo los conocimientos y el talento para hacerlo; no trasmitir nada y criticar todo; es lo que yo llamo el Síndrome del Padre Amaro (acabo de patentarlo), destruir la obra antes de crearla y matar la inspiración, matar a la musa;  la caída es bloquearse como consecuencia de un juicio personal demasiado severo y rígido de quien sueña con producir una obra perfecta, que por cierto nunca va a escribir, porque la juzga antes de producirla. 

Dejo esta reflexión atrás para continuar con el origen del turismo en Oaxaca.

Antes de la invasión de los ignorantes, ladrones e idólatras españoles, un vasto y sostenido comercio ligaba a los zapotecos, mixtecos, mexicas y otros pueblos, quienes tenían la necesidad de entenderse para verificar sus cambios y contratos.

Según Clavijero y Burgoa, citados por José Antonio Gay: “la contratación de Tehuantepec era valiosa para los mexicas. Los mixtecos siempre sostuvieron un comercio activo con los pueblos más lejanos desde tiempos remotos, y sus instintos comerciales son hasta hoy muy pronunciados. La mayor parte de las guerras que sostuvieron con los reyes de México se debieron a quejas de los mercaderes. Coahuixtlahuacán fue asolado por haber negado el paso a ciertos comerciantes. 

Yanhuitlán enviaba sus granos y sus frutos hasta más allá de Guatemala. Nochixtlán era un pueblo de negociantes, cuyos viajes utilizaba el cacique de Achiutla para promover alianzas y amistades con otros soberanos, adquirir noticias, concertar su política y prepararse para los combates. La grana de este pueblo se expendía frecuentemente en Nicaragua según Gay (Historia de Oaxaca, 1982, p. 34).

Del comercio interior quedan vestigios en los tianguis que aun tienen lugar en días específicos en los pueblos del Valle; hasta 1999 había uno de madera en la entrada de Zaachila, que era un atractivo turístico, y que fue destruido por las autoridades para hacer uno moderno; los jueves, día de plaza en Zaachila en lugar de moneda usan el trueque, “feriar” le llaman al cambio de un producto por otro, en lugar de moneda; si quieren conocerlo sólo tienen que ir a Zaachila un jueves y observar a compradores y vendedores de los pueblos aledaños.

“La moneda corriente eran las almendras de cacao, diez de la cuales equivalían a un octavo de real (Gay, ob. cit. p. 34) y del comercio exterior, en el báculo que sirve de apoyo a los indios viajeros, resto de antiquísimas supersticiones.”

“Para la comodidad de los comerciantes, había caminos públicos que se arreglaban todos los años pasada la temporada de lluvias. En los montes y en los sitios despoblados había casas a propósito para albergar a los caminantes y para el paso de los ríos se tenían preparadas chalanas o pangas de forma especial, chatas y sin quilla ni velamen. 

Para el mismo intento se servían también de un tablado de forma particular, llamado balsa por los españoles. Era un tablado cuadrado, compuesto de “otatli” y cañas sólidas atadas sobre unas calabazas grandes, duras y vacías, que de una orilla a la otra del río eran conducidas por dos o cuatro nadadores.” 

“Entre los varios puentes que cruzaban los ríos, había unos de forma singular, llamados hamacas hasta la fecha (2021): era un tejido de cuerdas naturales de cierto árbol, más flexibles que el mimbre, llamados bejucos y cuyas extremidades se ligaban a los árboles de las orillas opuestas.”

Era un tablado cuadrado, compuesto de “otatli” y cañas sólidas atadas sobre unas calabazas grandes, duras y vacías, que de una orilla a la otra del río eran conducidas por dos o cuatro nadadores.”

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