PRI Centralista
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PRI Centralista

 


Cuando el costeño Eduardo Rojas asumió la dirigencia estatal del PRI a finales de mayo pasado, ofreció en ese entonces hacer un partido “altamente competitivo e incluyente”. Hoy a solo dos meses de ese anuncio padece una paradoja: a él mismo lo excluyen al quitarle a la dirección local atribuciones hasta para palomear nombres de sus candidatos a puestos de elección popular. Lo han reducido a simple florero. Los de hasta arriba también se agandallarán las candidaturas plurinominales.  

A manera de conjetura dije en aquella fecha que el nuevo dirigente local llegaba con la vestimenta de “enterrador” para acompañar las exequias de un PRI agonizante. Todo indica que así está resultando. Hasta la ausencia física del presidente y secretaria general se notan en el edificio que alojaba lo que hoy es una entelequia.

En el otrora partidazo hay una silenciosa rebelión que se siente principalmente entre su escasa bancada de diputados y senadores en el Congreso de la Unión. Lo único que se han atrevido a externar algunos es que no están de acuerdo con la centralización del poder en manos del dirigente nacional Alejandro Moreno motejado “Amlito” por su apego al poder presidencial.  

BANCADA ESCUÁLIDA  

En la cámara local la fuerza tricolor ni se nota con un solo diputado de mayoría, Gustavo Díaz Sánchez electo en el distrito de Tuxtepec. Por cierto, este priista arrastra muy mala reputación. Su nombre se menciona, tanto en las redes como en los medios impresos, en diversos hechos delictivos relacionados con la delincuencia organizada.   

El PRI tiene cinco diputados de representación proporcional, es decir, no ganaron en las urnas, son de dedazo. Por lo mismo están en la curul sin mayor presencia política. Aunque Gustavo Díaz, alias “El Gato” fue electo por mayoría de votos, la coordinación de la bancada se la dieron a Alejandro Avilés otro político que arrastra una larga cola de cuestionamientos por su cleptomanía. 

En el poder legislativo refleja su apocamiento. Avilés dice coordinar al Gato y cuatro diputados más: Lilia Mendoza, Magda Isabel Rendón Tirado, Yarith Tannos y Jorge Villacaña. La realidad es que por su reducido número en toda votación son abrumadoramente apabullados por la mayoría Morenista y aliados. No tienen ningún peso, ni siquiera para las discusiones camarales, por dos cosas: escasa habilidad para las negociaciones políticas y falta de autoridad moral. Al “pastor” le pesa mucho su trayectoria política. Me dicen que los cabildeos sobre asuntos políticos de alto calado en el Congreso, los tiene que hacer el propio gobernador o los de su círculo cercano, no sus diputados.  

¿Y EL LÍDER? 

Ante la rebelión silenciosa que madura en el PRI, Eduardo Rojas en su calidad de presidente del Comité Directivo Estatal no ha dicho “esta boca es mía”. Su disciplina que raya en sumisión abyecta empieza a generar desconfianza entre los militantes que, en Oaxaca, aún vibran, pero es en las bases, en las corrientes duras del priismo.  

En la cúpula tricolor, en cambio, todo indica que quedaron arrinconados, descastados, después de la gran derrota en las pasadas elecciones. En lo que queda de la dirigencia y sus sectores, la mayoría adopta la actitud de obediencia que el mismo Eduardo Rojas asume. Nada ha dicho del nuevo centralismo partidista. Dicen que está apanicado y que ha dejado la dirigencia al garete. En las próximas elecciones ya no se darán el lujo de vender candidaturas, como lo hacía Avilés. Apenas están en la posibilidad de que encuentren candidatos para todos los distritos y municipios. 

A nivel nacional algunos observadores encuentran que pocos se atreven hoy en el PRI a decir lo que piensan. Mucho menos a enfrentarse a su dirigente nacional.

Hay coraje porque, sin decirles ni agua va, sin saber siquiera que estaban planeando el agandalle, les armaron un  Consejo Político  virtual y renovaron los estatutos en los que Amlito centralizaba las decisiones más importantes y el manejo de las participaciones que siguen siendo multimillonarias. 

Hasta elaboraron una comisión ideológica que propuso la reforma estatutaria que no solo quita a los grupos parlamentarios la elección de sus líderes de bancada y dejar la atribución al líder nacional. 

En los estados también quedaron desarmados al quitarles la decisión de proponer siquiera a los candidatos de su partido a cargos de elección popular.

Autoritarismo y centralismo, dos vicios que, como dije, anuncian las exequias del otrora partidazo. La realidad es que la militancia tiene la certitud de que esos cambios son para ver bien morir al PRI. 

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