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Para todos los partidos, y especialmente para el PRI en este caso, vale el reproche: permitir que cualquiera ocupe una curul, no es democracia es irresponsabilidad.
Esto va en torno al nuevo affaire de la diputada federal del PRI, Yarith Tannos. El primero fue con su mecenas Víctor Giorgana Jiménez entonces coordinador de los diputados del PRI del vecino estado de Puebla (hay indicios para presumir que este personaje la impuso como candidata y procuró su triunfo en las urnas en el distrito de Juchitán). Entonces, como hoy, el escándalo fue tema que se hizo viral en las redes.
Sin certitud sobre tema tan íntimo, el escándalo involucra también el titular de la SSPO, Raymundo Tuñón aunque este funcionario externó en las redes “mis respetos para la diputada”.
Pongo este tema en el Escaparate porque, en el caso de esta legisladora, incurre en reincidencia y vale ventilarlo porque la ética del poder político exige una vida privada más pública. Es decir, la vida privada de las mujeres y hombres públicos es de interés general y, por lo mismo, es preciso discutirlo.
Dado que los expertos sostienen que las redes sociales amplifican la cultura del escándalo, en este caso es necesario dejar constancia en un medio impreso para hacer contundente la crítica.
Esto es necesario, si nos apegamos a la tesis del experto Carlos Castañeda quien sostiene que “lo que sale en las redes no es una noticia, a diferencia de lo que aparece en los medios. Aún cuando el autor tenga más de un millón de vistas no es una noticia, hasta que lo retome la radio o prensa escrita”.
Vale la crítica porque la legisladora Tannos, con su comportamiento reincidente, contribuye a que el diputado (a) se consolide como la figura de mayor descrédito en nuestro país. Si en el primer caso su discutible conducta no tuvo ninguna consecuencia, este nuevo merece alguna investigación, para bien no solo del poder legislativo del que forma parte sino para sus “representados” de Juchitán. En el caso del jefe policiaco, sus superiores decidirán las consecuencias.

Exgobernadores 
En la semana que acaba de concluir, dos discutidos exgobernadores priistas, José Murat y Ulises Ruiz, expresaron sus anhelos de lo que quisieran que fuera el otrora partidazo. Hablaron de cómo les ha ido en la fiesta en vísperas de la asamblea nacional donde definirán la estrategia que llevará al tricolor al triunfo o la derrota. No será una derrota cualquiera, significaría la muerte del dinosaurio.
Ulises vino a las fiestas de la Guelaguetza y de paso, seguramente, a ver el comportamiento de los sicarios del cártel 22. Como buen sibilino de la política se dio tiempo para avizorar el futuro del partido que le dio fama y poder.
El gobernante que se tambaleó en el 2006 y estuvo a punto de rendir la plaza aunque, al final de su sexenio, entregó el palacio a la alianza PAN-PRD y sus rémoras, habla de la debacle de su partido aunque entre los culpables está él mismo.
Dice que el PRI está “once puntos abajo” como partido político. Que los resultados obtenidos en las últimas elecciones lo han colocado como la tercera fuerza política y demuestran que ha perdido presencia. Que el partido que lo hizo gobernador a través del verticalismo, es decir, el dedazo de Murat, “está viviendo su crisis más profunda al perder cinco millones de votos los últimos años porque la cúpula no ha dado los mejores resultados”.
Eso dijo pero en sus críticas él mismo se salpicó. Fingió amnesia, por ejemplo, cuando el PRI cayó al tercer lugar con Roberto Madrazo como candidato. Alguien le debe recordar que él mismo fue operador estrella de la campaña del tabasqueño como candidato a la presidencia de la República. Al abandonar el cargo para irse a coordinar la campaña del tabasqueño, puso la gobernabilidad en riesgo.

Murat
Aunque Murat impulsó decididamente a URO como su sucesor, hoy difieren respecto al rumbo que debe tomar su partido.
El primero, en entrevista con La Jornada, dice que en su partido, el PRI, ”hay intentos de personas y grupos que buscan arrebatarle la candidatura presidencial” al tricolor, pero la 22 Asamblea Nacional ”no será un traje a la medida y mucho menos la unción adelantada del candidato”.
El presidente de la Fundación Colosio, del PRI, consideró que las reglas serán iguales para los aspirantes, pero acotó que el método de elección ”sin duda lo definirán los militantes”, y los delegados a la asamblea, con su voto, decidirán si se elimina o no el requisito de 10 años de militancia para ser candidato a la Presidencia.
”Ya pasaron los tiempos de los ungidos y de la nomenclatura que todo decidía”, expuso. En la mesa de estatutos de la 18 Asamblea, Murat irrumpió para asegurar que se aprobaran los candados a las candidaturas, y en la 19, para evitar que se retiraran. Expuso que, por el momento, no prevé asistir a la discusión de estatutos, en Campeche.
”Ahora, buscamos romper el círculo vicioso en el que se mueven intereses que limitan y evitan la permeabilidad política del priismo”, afirmó.

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