¿Y ahora qué?

La alarma ha cundido a nivel nacional, los focos rojos se han encendido, los hospitales sanatorios están repletos y un ejército de médicos y enfermeras —totalmente agotados y azotados por el virus— tratan de contener la enfermedad. Ellos fueron abandonados por las autoridades gubernamentales oficiales que nunca tomaron en serio esta pandemia, y ahora no hay a quién culpar, solo a la ciudadanía, que se convirtió en su propio verdugo por su terquedad e ignorancia, por el machismo absurdo que todavía prevalece en algunos países y en especial en México, en donde al grito de “aquí no pasa nada”, “prefiero morirme que morirme de hambre”, el pueblo mexicano se encuentra diezmado y enfermo, ante un sistema sanitario totalmente colapsado por la indiferencia de un gobierno bananero y tercermundista, que nada más les importa permanecer en la tiranía de un poder apoyado por los peores, pero que bueno “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” y México ha recibido una gran lección con este gobierno, que nos ha sumido en el total abandono a merced de un cruel virus que mortalmente ataca a los pobres e ignorantes. Si “primero los pobres” y lo han cumplido, son los que hacen largas colas en los hospitales, buscando una ayuda o una atención que nunca les darán, pues el sistema sanitario nacional está colapsado, el ejército de sanidad agotado y expuesto a los embates del virus.

Se ha denunciado a diestra y siniestra la indiferencia oficial, la terquedad presidencial de menospreciar la pandemia que hoy nos aqueja, son miles y millones los afectados que la mayoría mueren en su casa, pues lo prefieren a caer en las instituciones oficiales como el IMSS e ISSSTE, en donde literalmente masacran a los que tienen la desdicha de caer en estas instituciones, sin presupuestos, son medicinas y con el sector médico abandonado y desmoralizado, que en este año que inicia con funestos resultandos, está destinado a ser el año de la debacle nacional en todos sus aspectos. ¿Quién será el responsable? Que solo le interesa mantener su hegemonía en el poder que cuidar y curar a su pueblo. 

¿Y ahora qué?