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El Crematorio

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Quizás Andrés Manuel López Obrador sea una persona bien intencionada y sus propósitos busquen el bien común, pero realmente todo parece indicar que estos propósitos se convertirán en auténticas utopías, pues erradicar la corrupción y meter a la cárcel a sus autores está muy lejos de alcanzarse, y ya lo vemos simplemente en el caso de Emilio Lozoya que, por espacio de varios meses, se convirtió en el distractor favorito de la 4T, pero pensamos bien que el refrán popular de “chinto tapa chinto” justifica las acciones de los malos gobernantes, pues hasta hoy, solo hemos visto pequeños actos revanchistas sinónimo de la venganza. Rosario Robles es una rata menor y solo es la punta del iceberg. ¿Dónde están las ratotas?

Pues hoy en día, bien puede decirse que la vida es del color del cristal con que nos las dejan ver, del tono con la que nos obligan a observarla. La tonalidad dependerá de la televisora que se vea, del periódico que se lea y de la radio que se escucha. Creando un escenario artificial que pocas veces coincide con la realidad. López Obrador bien podía atiborrar las cárceles de políticos corruptos que se han enriquecido en base en el quehacer público; por ejemplo, uno de tantos gobernadores que se ha enriquecido “inexplicablemente” se le aplica una ecuación sencilla desde el inicio de su carrera política, cuál fue su sueldo y otras entradas, y se obtendrá el total de sus ingresos y el por qué, en su caso, de la medida de su fortuna: casas en Cancún, en Miami, en Nueva York, pisos en Europa  y abultadas cuentas bancarias en paraísos fiscales. Muy sencillo y muy fácil pero no hay voluntad política.

Si se aplica una compulsa política, ¿quién cerrará la reja de la cárcel?

 


aa

 

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